Viaje a Francia (II)
He atravesado casi media Francia en coche. He pasado por cuatro regiones –Aquitaine, Poitou (Charentes), Pays de la Loire y Centre– antes de llegar a Bernay, un pueblecito cerca de Le Mans. Fueron 681 kilómetros en nueve horas de viaje casi ininterrumpidas, admirando un hermoso paisaje y alejándome cada vez más de mi punto de partida. Madrid se distanciaba cada vez más de mi mente mientras me adentraba en la Provenza verde, sin llegar a París, distante y alejado en el que viví el Mayo del 68.
Durante este segundo día, el tiempo corrió a mi favor. El calor del estío se transformó en un vientecillo ligero y agradable, más parecido al otoño –hubo nubes y hasta algunos nubarrones que terminaron por provocar alguna llovizna–. Tanto cambio me distrajo y apartó de mi mente la cotidianidad del momento.
Llevo dos días tirando al norte, sin oír noticias por radio, sin verlas en televisión o sin leerlas en las páginas de la prensa escrita (no porque faltaran, sino porque no me quise hacerme con estos medios). Lo me ha llevado a estos bellos lugares donde colores y formas pasisajísticas son aún más atractivos.
Durante este segundo día, el tiempo corrió a mi favor. El calor del estío se transformó en un vientecillo ligero y agradable, más parecido al otoño –hubo nubes y hasta algunos nubarrones que terminaron por provocar alguna llovizna–. Tanto cambio me distrajo y apartó de mi mente la cotidianidad del momento.
Llevo dos días tirando al norte, sin oír noticias por radio, sin verlas en televisión o sin leerlas en las páginas de la prensa escrita (no porque faltaran, sino porque no me quise hacerme con estos medios). Lo me ha llevado a estos bellos lugares donde colores y formas pasisajísticas son aún más atractivos.
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