Manifestación en Palma contra
Iñaki Urdangarin y la
Monarquía, y en favor de la República.
Retiran la placa de una calle con
el nombre de la Infanta
y su marido, los duques de Palma.
La figura de
cera de Urdangarin, en el Mueso de Cera de Madrid, fue retirada de la representación
de la familia real y situada en la sala de insignes deportistas, pero lejos de
ellos.
El sábado pasado, unas 300 personas se manifestaron en Palma de Mallorca contra Iñaki Urdangarin y la Monarquía, y en favor de la República, exigiendo "justicia para todos" a la puerta de los juzgados de la capital balear, donde declaraba el duque de Palma por el caso Nóos. Los manifestantes corearon gritos como "Los borbones a los tiburones" y "No hay pan para tanto chorizo", exhibiendo banderas republicanas y pancartas con lemas como "El duque en Palma. No" o "Iñaki: tu pasado em-palma-do, tu presente embargado y tu futuro encarcelado". Semanas antes, pudimos conocer, por algunos correos electrónicos que intercambió con sus socios en el turbio asunto que instruye el juez Castro, cómo se había exhibido, invulnerable e intocable, autodenominándose el 'duque em... Palma... do'. Luego, el juez Castro, le impuso una de las fianzas civiles más elevadas, de 8,1 millones de euros contra él y su ex socio, Diego Torres.
A la espera del juicio, el pueblo, que antes saludaba con entusiasmo a los duques de Palma, Iñaki Urdangarín y la infanta, Cristina de Borbón, ya no los aprecia sino que grita contra ellos e incluso el Ayuntamiento, que no tienen nada de progre, ha retirado de una vía pública una placa que homenajeaba a ambos, caídos en desgracia ante la ciudadanía. Nadie quiere al decadente duque, que ha pasado de apuesto deportista a la más absoluta vulgaridad. La Casa Real eliminó las referencias biográficas de Urdangarin de la web de la corona española pocos días antes de que el magistrado le impusiera el millonario depósito. Incluso su figura, presentada y exhibida en la escenografía del Museo de Cera de Madrid, fue desplazada y apartada, marchitándose en una sala alejada de la corona. Los responsables de la muestra le situaron cerca de los héroes deportivos españoles, pero alejado del laurel de éstos.
Urdangarin tuvo cuatro hijos, pisó las mullidas alfombras de la aristocracia, formó parte del Comité Olímpico Español (COE), institución que pretendió presidir, pero no obtuvo el respaldo suficiente a pesar de que empleó la esgrima de la monarquía en su florete. En 2001, se comentaba su enorme ambición y su entusiasmado uso del sello ducal para obtener sus propósitos. En 2004, se asentó como vicepresidente del Comité Olímpico Español y, un año después, abandonaba este organismo para seguir creciendo al amparo de la realeza. Adquirió un palacete valorado en 6 millones de euros en Pedralbes, una de las zonas más exclusivas de Barcelona, y se lanzó a los negocios bajo el amparo del ducado de Palma. Algo que está prohibido en Zarzuela. Hasta que el rey envió a José Manuel Romero a revisar la Fundación Areté que presidía el duque, con el objetivo de disolver la entidad.
Oficialmente, Urdangarin y su principal socio en la trama, Diego Torres, su profesor en la escuela de negocios donde estudió, hicieron caso omiso de las indicaciones que llegaron con el membrete de Zarzuela. El emisario del monarca cerró esa puerta, pero Torres y Urdangarin abrieron las ventanas y ampliaron el tráfico de sus negocios. El relato de la acusación dice que ambos desobedecieron a la Casa Real y continuaron con su entramado empresarial, con su afán de hacer negocios, parapetados en fundaciones y sociedades varias. Y, durante tres años más, continuó beneficiándose de los negocios del Instituto Nóos, epicentro de su imputación, con organismos públicos y grandes empresas privadas. El resto está ampliamente especificado en un amplio sumario que sigue adelante. En paralelo a sus oscuras actividades, Urdangarin ocupó un sillón como consejero de Telefónica Internacional desde 2006. Tres años más tarde, la compañía recompensó al yerno del rey con un ascenso. Hasta que, a finales de 2011, fue imputado por la justicia.
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