viernes, 15 de febrero de 2013

Una foto que bien merece un premio.


  El Rey, con G. Díaz Ferrán, Jaume Matas y Arturo Fernández.

Salió publicada en web LaCelosía, de Gonzalo Gartéiz, y muestra al rey, Juan Carlos, posando en una cacería de perdices en junio de 2007, entre personajes posteriormente investigados, condenados o en la misma cárcel. Me refiero a Gerardo Díaz Ferrán, a Jaume Matas y a Arturo Fernández. El primero era presidente de la CEOE y gerente de Marsans; Jaume Matas era presidente del Gobierno Balear y Arturo Fernández, vicepresidente de CEOE, administraba decenas de sociedades relacionadas con la restauración, englobadas bajo el paraguas Grupo Arturo.

En aquellos días, era difícil sospechar que Gerardo Díaz Ferrán acabaría ingresando en prisión. Pero fue detenido el 3 de diciembre del 2012, en el marco de una operación relacionada con presuntos delitos de blanqueo de capitales, alzamiento de bienes y ocultación de bienes. Jaume Matas, el segundo protagonista de la foto, mantenía entonces una relación fluida con el yerno del Rey, Iñaki Urdangarin, con tratos que se cerraban jugando al pádel en el palacio de Marivent, en Mallorca, propiedad de la Casa Real. Pero acabó imputado y condenado por malversación, cohecho y prevaricación. En cuanto al tercero, Arturo Fernández, cuñado de Díaz Ferrán, dueño del grupo hostelero Cantoblanco y presidente de CEIM, la patronal madrileña, mantuvo estupendas relaciones con el Rey a quien le compró algunos de los coches de lujo recibidos como regalo de mandatarios extranjeros. Su imputación en el escándalo de Bankia no enturbió su relación con el monarca y recientemente viajó con él a la India. “Con el Rey –explicó–, siempre que nos acompaña, hacemos negocio”. Pero los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) han pedido a la Agencia Tributaria y a la Inspección de Trabajo que inicien “inmediatamente” una investigación en las empresas del presidente de Grupo Arturo Cantoblanco, por presunto delito fiscal. Además, también creen que podría haber defraudado a la Hacienda Pública por el Impuesto sobre Sociedades e IVA, relacionados con el fraude en ventas en negro por una cuantía superior a 120.000 euros.

La cacería se celebró en la finca de El Alamín (1.600 hectáreas de caza en Santa Cruz de Retamar, provincia de Toledo), entonces propiedad de Díaz Ferrán y que, al destaparse las sospechas sobre sus negocios, fue adjudicada a un grupo de inversores venezolanos por 24 millones de euros. En ella, a parte del expresidente de la CEOE, de Jaume Matas y de Arturo Fernández, también participaron en calidad de anfitriones otros dos cuñados de Díaz Ferrán. Hasta las cinco de la tarde estuvieron cazando perdices, y después se ofreció una comida-cena que recordaba la película “La Escopeta Nacional”, dirigida treinta años antes por Luis Berlanga.

En cuanto a la imagen del Rey, captada en la foto con cinco años y ocho meses menos –el monarca hoy se recupera trabajosamente de los achaques provocados en su salud y su prestigio, seriamente debilitado por la ya célebre cacería de elefantes en Botswana y por otros avatares–, se encuentra seriamente amenazada. Un rey de España, tan aficionado a las cacerías como a las malas compañías, sigue teniendo una imagen empañada por los momentos más nefastos de su reinado. Las malas compañías persiguen al monarca desde hace más de veinte años. Y la cuenta, que se inició con su ex consejero Manuel Prado y Colón de Carvajal, tuvo su punto álgido con el ex banquero delincuente, Mario Conde. De ahí que esta foto se merezca un premio por lo que representa.

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