"El príncipe cobarde".
Así titula Aníbal Malvar este
artículo que sigue y que, la semana pasada, fue publicado por Público.es en su
sección “Rosas y Espinas”. El escrito sigue así:
“Alucinados quedáronse unos
amigos franceses el pasado lunes cuando, oh là
là, contemplaron en su Canal + un reportaje titulado Le crépuscule d´un roi (el crepúsculo de un
rey, como resulta obvio). Aclarar que el crepuscular protagonista del reportaje
era el rey nuestro, un tal Juan Carlos. Los motivos de los hélas, los mon
dieu o los ça alors! de
mis gabachos no eran por el caso Urdangarín, ni por los
elefantes abatidos, ni por las Corinnas, ni por esas gaitas
conocidas de que Juan Carlos es el heredero de Franco y juró los principios del Movimiento
un día de dictadura. Todo eso ya lo sabían los franceses, que saben más de
nuestros delincuentes y de nuestros poetas que de los suyos. El motivo de la
estupefacción de los franceses es cómo puede ser tan paleto, tan fascista o tan
infantiloide nuestro príncipe Felipe como para mandar a
unos guripas a evitar que una periodista francesa le preguntara sobre
Urdangarín.
“La reportera francesa le
preguntó al príncipe si sabía algo de los negocios de Urdangarín. Varios
guardaespaldas, uno muy fuerte muy calvo y muy serio, rodearon inmediatamente a
la reportera y la alejaron del príncipe un par de pares de metros. A empujones.
- Momment
de panique -dice la reportera francesa en directo.
“En dicho documental, que por su
falta de interés no creo que jamás emita la televisión española, se ve a los
guardaespaldas del príncipe apartar a lo lejos a la reportera, que protesta su
secuestro diciendo que solo estaba haciendo una pregunta. El guardaespaldas muy
fuerte muy calvo y muy serio le echa el aliento a la reportera francesa desde
arriba. Discuten. Finalmente, el guardaespaldas muy fuerte muy calvo y muy
serio, grita:
-La Constitución lo dice.
No se le pueden hacer preguntas a los miembros de la Casa Real -o algo así.
- Eso no lo dice la Constitución
-responde la reportera quizá con algo de razón.
Malvar termina con la siguiente
conclusión: “Una de estas tres cosas es este príncipe, a la vista de los
citados hechos: paleto, fascista o infantiloide. Paleto si se cree que por
vetar aquí un documental de la televisión francesa no nos vamos a enterar en
España. Fascista si está de acuerdo con el discutible hecho de que la Constitución impida a
una periodista, aunque sea francesa, hacer una pregunta a su Alteza Real. O
infantiloide si los guardaespaldas lo protegen para que no diga nada, haga
nada, o piense nada que se pueda salir del recto escribir de nuestra impecable
monarquía. Que el niño aun no ha cumplido los cincuenta años, y no se sabe
manejar.
“Mis amigos decían oh là là, y mon
dieu, y ça alors,
viendo cómo guardaespaldas impedían a una periodista hacerle una inocente
pregunta a un triste príncipe. Quizá los franceses dicen muchas tonterías. Pero
nosotros no decimos nada”.
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