“Si yo fuera rico”.
Así titula Isaac Rosa
un artículo aparecido en Público.es el pasado día 7. Rosa recuerda que, cada
vez que se avecina un cambio de gobierno, una política económica diferente,
incertidumbre, vuelcos electorales, nos cuentan el mismo cuento: que el dinero
es muy conservador, que busca estabilidad, suelo firme, reglas claras, negro
sobre blanco, y que los inversores se marchan espantados a nada que se pongan
nerviosos. “Pocas cosas hay más locas –menciona el articulista– que un millón
de dólares. Al dinero le va la marcha, la vida peligrosa, la ruleta rusa de la
especulación, el filo de la navaja legal, la clandestinidad, pasar de mano en
mano, perderse sin dejar rastro. Lo vimos con nuestro ladrillazo, donde algunos
se forraban a la misma velocidad que otros se arruinaban por no saber retirarse
a tiempo. Pasó en la crisis financiera, cuando descubrimos el entramado de
activos tóxicos e inversiones de alto riesgo a que se habían lanzado todos esos
millones que creíamos miedosos. Lo hemos visto en cada episodio de corrupción,
donde el dinero circula locamente en sobres anónimos, maletines de mano en
mano, entregado sin contrato ni testigos, pagado a cambio de promesas verbales,
entregado a hombres de paja y gestores extranjeros en cuya lealtad debes
confiar. Lo vemos ahora otra vez con los ‘papeles de Panamá’, como en tantas
filtraciones e investigaciones anteriores. Descubrimos que el dinero de los
ricos nunca está en casa muerto de miedo, en la caja fuerte, en el banco de
toda la vida o en la vieja Bolsa, sino viajando por el mundo, en manos de
despachos lejanos, testaferros que no has visto en la vida, empresas pantalla y
paraísos que no sabes situar en el mapa. Y encima, a riesgo de que te pillen,
que haya una filtración, una inspección fiscal, o que compartas despacho con un
corrupto y acabe asomando también lo tuyo”.
Rosa recuerda lo que
pasa en la lotería de Navidad, cuando es tradición que por el despacho
agraciado “aparezcan empleados de banca, gestores financieros y todo tipo de aves
rapaces ofreciendo sus servicios al nuevo millonario, porque al dinero hay que
darle vidilla desde el minuto uno. Si eso pasa con la calderilla de un premio,
qué no pasará con los grandes patrimonios, para los que existe toda una
industria auxiliar dedicada a poner el dinero en movimiento, cuanto más lejos
mejor”. Y termina recordando que “estos
días, todos opinamos alegremente sobre los sinvergüenzas de Panamá, pero es muy
fácil hablar cuando tienes unos ahorros de mierda como los tuyos o los míos;
sale gratis presumir de honestidad mientras haces la declaración de la Renta
con tu nómina que no tiene escapatoria (y aún así, buscando el truquillo para
pagar menos, eh). Pero ¿seguirías pensando lo mismo si tuvieras a tu nombre
unos cuantos de esos millones que no saben quedarse quietos? A mí me gustaría
escucharme a mí mismo teniendo mucho dinero. Como no es el caso, espero que
estos días tome la palabra algún millonario que nos diga que no tiene cuentas
en paraísos fiscales ni empresas offshore ni sociedades ficticias aquí ni
ingeniería financiera. Alguno habrá, ¿no? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario