El rey no pasa frío en la Zarzuela.
El temporal cubrió de blanco a toda España peninsular
La carretera N-630 completamente nevada en el Puerto de Pajares, con el Parador Nacional, al fondo.
Intensa nevada en la Cibeles.
La monarquía, bien resguardada en
su palacio de la Zarzuela, observaba esta pasada semana las noticias ofrecidas
por la prensa, la radio y la televisión. El país estaba bajo cero. España se
cubría de nieve –un total de 34
provincias estuvieron el lunes en aviso por riesgo de nevadas, lluvias y frío–,
las temperaturas mínimas de hasta 10 grados bajo cero mantenían en alerta a 11
comunidades, el temporal dificultaba la circulación hasta en 270 carreteras y la
Aemet advertía de que, con el aviso naranja, existía un riesgo meteorológico
importante y con cierto grado de peligro para las actividades usuales. El rey, mientras
tanto, observaba atento esta España helada. Pero ¿se preguntaban los españoles
por el Rey? ¿Qué pensaban ellos sobre su monarca? Marc Villanueva –en el
reportaje ‘La pregunta que el CIS no se atreve a hacer sobre la monarquía’,
publicado en ElNaciona.cat–, escribe: “La imagen del jefe del Estado sigue
cuestionada. Desde la pifia conjunta de Moncloa y Zarzuela de enviar a Felipe
VI a representar a España en el foro económico de Davos sin ser cargo electo,
hecho que fue calificado de “vergüenza nacional”, las sospechas sobre el papel
de la Corona siguen creciendo. Rajoy tiene la solución para la mala imagen de
la monarquía: no preguntar por la imagen de la monarquía. Parece un travalengüas
habitual del presidente pero le está saliendo bien. El CIS es la encuesta más
importante que se hace en España, y se paga con dinero de los ciudadanos. Pero
el organismo es libre de preguntar lo que quiera y desde que los españoles
suspendían repetidamente a Juan Carlos I y, después de la abdicación, Felipe VI
seguía suspendiendo y ya no se ha vuelto a preguntar nunca más. Y eso hace 3
años”.
El Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS), un organismo
autónomo dependiente del Ministerio de la Presidencia cuya función principal es
contribuir al conocimiento científico de la sociedad española, recoge los datos
necesarios para la investigación en ámbitos muy diversos, desde la evolución de
la opinión pública a la investigación aplicada. Es conocido principalmente por
la realización de encuestas que permiten avanzar en el conocimiento de la
sociedad española y su evolución a lo largo del tiempo. Y todos sus datos son
de dominio público. El CIS desarrolla su función de análisis y conocimiento
científico de la sociedad española mediante la realización de encuestas y
estudios cualitativos. Estos estudios se llevan a cabo, bien a iniciativa del
propio organismo, bien a través de acuerdos con instituciones públicas o
privadas sin ánimo de lucro. El CIS también fomenta, mediante convenios, la
organización de cursos y seminarios –o la participación en los mismos– destinados
a la formación, el análisis o la difusión de resultados de investigación, en
los ámbitos propios de la Sociología y la Ciencia Política. El Centro cuenta
con sus propios programas de formación y de fomento de la investigación, así
como con un departamento de publicaciones que es parte fundamental del trabajo
de difusión de la investigación en las ciencias sociales en España.
El Barómetro del CIS es quizás el
estudio demoscópico más completo de cuantos se hacen de manera periódica en
España. Tiene ya muchas décadas de vida y es mensual. Se basa en unas 2.500
encuestas en las que se les pregunta a los entrevistados sobre muchos aspectos
de la vida y del debate público, desde la situación económica y política del
país y los principales problemas a que se enfrenta hasta la valoración del Gobierno
y de la oposición, pasando por el posicionamiento ideológico de cada
entrevistado, si tiene empleo y miedo a perderlo o si se siente feliz… Cuatro
veces al año, en las encuestas de enero, abril, julio y octubre, que se
publican a comienzos del mes siguiente, el Barómetro pregunta además a sus
entrevistados a qué partido votaría si hubiera elecciones. Y, de vez en cuando,
con un criterio que el CIS nunca aclara, pregunta también sobre el grado de
confianza que los ciudadanos tienen en las principales instituciones del
Estado, entre ellas la Monarquía. Sin embargo, en los últimos Barómetros
llevados a cabo por el CIS no se preguntaba por la Monarquía.
El
repudio al Rey Juan Carlos llegó a las redes sociales.
El CIS lleva ya 33 meses
consecutivos sin preguntar por el rey. Nos lo recordaba Arsenio
Escolar, en un reportaje sobre este tema publicado en Eldiario.com del lunes
pasado. “La penúltima vez que el Barómetro preguntaba, en abril de 2014 y con
Juan Carlos I aún en el trono, la institución real sacó un suspenso clamoroso:
una nota de 3,73, en una escala del 0 al 10. La calificación era la segunda
peor de toda la historia demoscópica de Don Juan Carlos en el organismo
sociológico oficial, tras la anterior, en abril de 2013, en la que sacó un 3,68.
No hubo una relación directa entre esas dos pésimas notas seguidas y la
abdicación del monarca, que se produjo pocas semanas después de conocerse la
segunda de ellas. Pero ambas cosas –las malas notas y la renuncia al trono de
Don Juan Carlos– eran consecuencia de los graves problemas de reputación que el
rey experimentó en sus últimos años en el trono por sucesivos escándalos en que
se vio envuelto. Entre ellos, el caso Nóos –con su yerno, Iñaki Urdangarín,
implicado, y la infanta Cristina salpicada–, las sospechas de otras corruptelas
económicas en su entorno o la cacería de elefantes en 2012, en Botsuana, tras
la que, al romperse el rey la cadera y tener que ser traído a España de
urgencia, se destapó para el común de los ciudadanos que el jefe del Estado
llevaba una vida en ocasiones poco ejemplar. Había acudido a un carísimo viaje
casi clandestino en uno de los momentos más duros de la crisis económica,
invitado por empresarios de dudosa reputación y con objetivos poco claros, y en
compañía de una aristócrata alemana, Corinna Larsen, con la que el monarca
mantenía una relación estable”.
El Rey, Felipe VI, felicita a su hija, la
infanta Leonor, y le concede la Medalla Toisón de Oro a la Princesa Leonor.
Los españoles se enteraron de que
los reyes, Juan Carlos y Sofía, vivían prácticamente separados. Todo esto no lo
supimos por el CIS, que ya lleva 33 meses consecutivos sin informarnos sobre
este tema, sino por los periódicos. En abril de 2015, un año después de la
última mala nota del CIS a Juan Carlos I, y con Felipe VI ya en el trono, el
organismo público de investigación sociológica incluyó de nuevo en su Barómetro
la pregunta de confianza de los ciudadanos en las instituciones. La nota de la
Monarquía mejoró bastante, pero no llegó al aprobado. Obtuvo un 4,34. Fue la
última vez que se preguntaba por este tema. ¿Ha seguido subiendo, se ha
mantenido ha descendido la confianza de
los españoles en la Monarquía durante estos ya casi cuatro años de reinado de
Felipe VI? ¿Cómo han impactado en la valoración y la confianza que los
ciudadanos depositan en la institución que el rey representa asuntos tan
diversos como la mayor transparencia en las cuentas económicas de la Casa del
Rey, la sentencia del caso Urdangarin, el desempeño del monarca en la legislatura
fallida tras las elecciones de diciembre de 2015, su papel en el conflicto
catalán, especialmente con su discurso del 3 de octubre pasado, o la reciente
concesión del Toisón de Oro a la Princesa Leonor? Se ignora, al menos por
encuestas oficiales.
Arsenio Escolar.
“¿El CIS sólo pregunta de tarde
en tarde por el rey o pregunta mucho más a menudo, pero no siempre hace
públicos los resultados? –se preguntaba Arsenio Escolar–. Buenos conocedores
del centro demoscópico aseguran que, desde una reforma normativa de principios
de los años noventa, se hacen públicas todas las encuestas que se realizan, y
en su integridad. ¿Y quién decide que, en una encuesta concreta, hay que meter
la pregunta sobre la Monarquía? ¿Los técnicos? ¿El presidente del CIS? ¿El Ministerio
de Presidencia y la Vicepresidencia del Gobierno, que es de donde depende el
CIS? ¿El presidente del Ejecutivo? Algunos testimonios apuntan que muchas veces
es en la propia casa, en el CIS, donde ‘se autocensuran para no meterse en
líos’ y que otras veces es más arriba en el escalafón de mando, ‘en Moncloa’,
donde se desaconsejan o se vetan algunas encuestas y algunas preguntas. En el
organigrama oficial, el CIS es una dirección general del Ministerio de
Presidencia, y el presidente del organismo sociológico tiene que comunicar
todas sus encuestas y los cuestionarios correspondientes a sus superiores en el
Ministerio. ‘El rey –comenta un buen conocedor de los vericuetos internos de
las encuestas oficiales– es un tema incómodo para todos los gobiernos’. En
efecto. Desde el franquismo más temprano hasta ahora, el organismo público de
opinión pública investiga muy de tarde en tarde y con mucha cautela sobre el
modelo de Estado. Al principio, cuando preguntaba, no siempre daba a conocer
los resultados. Hace ya más de seis décadas, el 4 de enero de 1956, el diario
estadounidense, The New York Times, publicaba en la primera página de su
edición internacional una información de su corresponsal en España en la que se
reseñaba una encuesta oficial hecha ‘por el Instituto de Opinión Pública [el
antecedente del CIS] del Ministerio de Información’ entre los universitarios de
una docena de facultades de la Universidad de Madrid en la que se mostraban
unas durísimas críticas al régimen franquista. El 82% de los encuestados, decía
la información, ‘declara sin reservas que no confía’ en las autoridades
políticas, y el 60% de estos estudiantes muy críticos ‘están divididos a partes
iguales entre monárquicos y republicanos’. Los resultados de la encuesta,
añadía el corresponsal del diario estadounidense en la misma información, no se
habían hecho públicos en España y habían sido solo ‘distribuidos en círculos
oficiales y diplomáticos’.
Sólo el 20,8%, según una encuesta de la Fundación
Foessa, en 1970, quería una monarquía “después
de Franco”.
Escolar nos recuerda que algunas
encuestas privadas tampoco eran divulgadas durante el franquismo. “En 1970, un
año después de que Juan Carlos fuera designado por Franco como su sucesor a
título de rey, la Fundación Foessa realizó una encuesta en la que, entre otros
muchos temas, se preguntó sobre el sistema preferido por los españoles para
‘después de Franco’. Solo el 20,8% de los encuestados apostaba por una
monarquía. El 29,8%, por un sistema como ‘el actual’, es decir por la
continuidad del franquismo. Y el 49,4%, por una república. El Informe
sociológico sobre la situación social en España, 1970, al que estaba destinado
la encuesta, no recogió todos esos datos, que se hicieron públicos mucho tiempo
después. Unos años más tarde, en 1977, ya con el rey Juan Carlos en la Jefatura
del Estado y el Gobierno de Adolfo Suárez elaborando la Ley de la Reforma
Política que abriría el periodo democrático, las preferencias de los españoles
sobre el sistema de Estado parece que no habían cambiado mucho. Lo confesaba a
la periodista Victoria Prego, en una entrevista conocida hace apenas dos años
pero hecha en 1995, el propio Suárez, en aquel momento ya expresidente: ‘Cuando
la mayor parte de los jefes de Gobierno extranjeros me pedían un referéndum
sobre monarquía o república… hacíamos encuestas y perdíamos’. La solución que
se adoptó fue, en palabras de Suárez, introducir ‘la palabra rey y la palabra
monarquía’ en la ley. De ese modo ‘dije que había sido sometido a referéndum’,
añadía el expresidente en la entrevista. La aceptación de la sociedad española
de la monarquía y la alta valoración del rey llegó unos años más tarde. El CIS
preguntó expresamente por primera vez en noviembre de 1994, pero no en un
Barómetro sino en una encuesta titulada ‘Constitución e instituciones’. La
monarquía obtenía una buena nota, 6,54, muy por encima del Gobierno (4,20), el
Parlamento (4,48), el Defensor del Pueblo (5,28) o el Consejo General del Poder
Judicial (4,23)”.
El hijo del Rey Juan Carlos, Felipe VI, es una
persona 'más introvertida' que el padre.
En el Barómetro de diciembre de
1995, en una pregunta sobre la contribución de diferentes instituciones,
sectores y personas al éxito de la transición, “el Rey” (así lo mencionaba en
esa ocasión el CIS en su cuestionario), lograba una nota de 8,30, en una escala
del 0 al 10. En ese mismo Barómetro, en la pregunta sobre confianza, “la
Monarquía” alcanzaba también su nota récord: 7,48. Tres años después, en una
nueva encuesta sobre Constitución e Instituciones, los encuestados consideraban
que el rey había contribuido mucho (el 34,2%) o “bastante” (el 46,7%) a la
estabilidad de la democracia. En esa misma encuesta, se preguntaba por el
entonces Príncipe Felipe. El 23,8% de los encuestados tenían “muy buena”
opinión de él; y el 55,1%, “buena”. Ya en el siglo XXI, primero llegó un lento
declive de la confianza de los españoles en el rey Juan Carlos, y, en la actual
década, el desplome: 5,54 de nota en noviembre de 2008; 5,36, en noviembre de
2010; 4,89 –el primer suspenso– en octubre de 2011 y los ya antes mencionados
3,68, en abril de 2013, y 3,73, en abril de 2014. Pese a las sucesivas caídas,
el CIS preguntó cuatro veces por la Monarquía en los últimos cinco años de
reinado de Juan Carlos I. En los casi primeros cuatro años de Felipe VI, solo
lo ha hecho una vez. ‘Se trata de un tema incómodo en las encuestas para todos los
gobiernos... –insiste el experto antes citado–
por si no sale como se espera’.
El Rey Juan Carlos y Jordi Évole.
El Rey Juan Carlos colgó el
teléfono a Jordi Évole durante la grabación del programa Salvados con los
periodistas José María García y José Ramón de la Morena, que se emite hoy,
domingo. Según adelantaba el propio Évole en “Al rojo vivo”, el pasado jueves,
los productores de Salvados habían acordado con el Rey Emérito una llamada
sorpresa para José María García, cuya conexión fue posible. “García –desveló
Évole– había reconocido que si él hubiese tenido la información de Botsuana la
hubiese dado. Cuando tuve al Rey y a García le dije al Rey: 'Oiga, ustedes aquí
dan una imagen de buen rollo pero que sepa que García, si hubiese tenido la
exclusiva de Botsuana, la hubiese dado. ¿Cómo le hubiese sentado a usted?'. No
sé cómo le hubiese sentado. Lo que sí sé es que mi pregunta le sentó como una
patada donde más duele y te avanzo que el Rey nos acabó colgando el teléfono”,
narró Évole.
Arturo del Villar publicó en LQS
el artículo titulado “Los millones secretos del emérito”, en el que hablaba de
Juan Carlos de Borbón como uno de los mayores ricachones de España. “Ya en el
año 2000, la revista británica Eurobusiness, le adjudicaba una fortuna personal
de 1.681 millones, cifra algo aumentada por la revista Forbes en su lista de
2003, que lo ascendía a 1.800 millones. Contribuyeron eficazmente a consolidar
ese fortunón tres amigotes financieros del monarca: Manuel de Prado y Colón de
Carvajal, Mario Conde y Javier de la Rosa. Casualmente los tres acabaron en la
cárcel por su reprensible actividad financiera, sin que fuera salpicado el rey
en ninguno de los tres casos. Debe tenerse en cuenta que el monarca es
irresponsable de sus actos, según el artículo 64:2 de su Constitución. Nadie
puede acusarle de la comisión de nada ilegal, por su bien. El 28 de septiembre
de 2012, The New York Times publicó un reportaje titulado Chastened King Seeks
Redemption, for Spain and His Monarchy, basado en un conversación mantenida por
los miembros del Consejo Editorial con Juan Carlos, cuando visitó sus
instalaciones el día 24 anterior. Un airado rey católico solicitó esa
entrevista, para protestar por la portada de ese día: un reportaje titulado
Spain Recoils as its Hungry Forage Trash Bins for a Next Mea, ilustrado con
unas tremendas fotografías de pobres hambrientos, rebuscando comida en los
cubos de la basura en Madrid. Aunque estas escenas las presenciábamos todas las
noches en las puertas de los supermercados, el rey se sintió ofendido por el
hecho de verlas publicadas, y tal vez por considerarse culpable de haber
llevado a sus vasallos a esa terrible miseria por culpa de su continuada
inoperancia campechana. De modo que acudió a la redacción de The New York Times
en carne mortal para expresar su más enérgica protesta. Pero las fotografías no
eran demagógicas, sino tan reales como su mismísima real persona”.
Los periodistas Doren Carvajal y Raphel Minder, de
The New York Times, calcularon la fortuna del rey Emérito de España en 1.800
millones de euros.
“Quizá entonces –continúa Arturo del Villar comentando– intentó
convencer a sus oyentes de que el reino era rico y aireó su fortuna personal,
como una demostración de la buena situación de la economía española, que
marchaba viento en popa y no había más que verle a él para comprobarlo. Lo
cierto es que el 28 de setiembre el prestigioso diario dio a conocer el citado
artículo, sobre el escarmiento del rey en busca de la redención, lo que
demostraba que los redactores ignoran la historia de los borbones, quienes
jamás han escarmentado de sus hechos, por censurables que fueran. A lo más que
llegó Juan Carlos, después de la cacería esperpéntica de Botsuana, fue a decir
que no volvería a suceder, cosa muy segura porque la barragana que le
acompañaba en la aventura se alejó de él diciendo que era un viejo que no
servía para nada, y porque de resultas de esa nueva intervención quirúrgica quedó
hecho una lástima cojitranca. Fue entonces cuando The New York Times calculó la
fortuna personal del rey Juan Carlos en 1.800 millones de euros. Además, se
preguntaba cómo había podido amasarla, aunque hubiese ahorrado hasta el último
euro de su asignación en los Presupuestos Generales del Estado, habida cuenta
de que tiene cubiertas todas sus necesidades de alojamiento, comida, trajes,
vehículos, yates, desplazamientos, y hasta las barraganas, porque se las ha
pagado el Gobierno de turno con cargo a los fondos reservados. La respuesta es
secreto de Estado, pero se rumorea que actuó como comisionista en todas las
operaciones del reino de España en el exterior, como en la venta de armas o en
la compra de petróleo, y hasta en la compraventa de unos laboratorios en su día
prestigiosos. Cualquiera sabe la verdad, oculta en las cloacas del reino. Pero
lo cierto es que posee un fortunón, y que el diario El Mundo, popularmente
conocido por El Inmundo, no debiera ser tan servilón, y colocarle en el listado
en lugar preferente. Más que nada para que sirva de ejemplo a sus vasallos,
como demostración de que el ahorrador puede llegar a ricachón en este reino. Su
hija Cristina, la lista, y su yerno, Urdangarin, el listín, le imitaron, y ahí
están, viviendo como unos borbones. Los que dicen que, en el reino, hay miseria
y pobres, son unos conspiradores deseosos de alterar la paz de que disfrutamos,
desde que, en 1939, los militares monárquicos ganaron la guerra iniciada por
ellos mismos. Es que algunos no se resignan a perder”.
La mejoría de la imagen real ¿es mérito de este
rey o es simplemente por la ausencia del otro?
El hijo de Juan Carlos I asumió
el trono cuando la monarquía estaba en sus niveles más bajos de popularidad de
las últimas décadas. Y lo hizo de una forma sobrevenida, después de que su
padre se convirtiera en el séptimo monarca español en abdicar el trono. En ese
contexto, la llegada de Felipe VI fue vista como una medida para tratar de
dotar a la jefatura del Estado español de un aire fresco, un intento de borrón
y cuenta nueva para una institución en crisis. La imagen de la monarquía cayó
en picado desde 2011, dañada por la acumulación de escándalos, desde la rotura
de cadera del rey Juan Carlos I durante una cacería de elefantes en Botswana –y
su posterior pedida de disculpas– a la implicación de su hija, la infanta
Cristina, y de su yerno, Iñaki Urgangarín, en un caso de corrupción que los
llevó a sentarse en el banquillo de los acusados. En la actualidad se sitúa en unos
seis puntos, una nota aún distante de los 7,5 que llegó a tener a principios de
los 90, cuando la monarquía era una de las instituciones mejor valoradas del
país. Pablo Esparza, en especial para BBC Mundo, se pregunta si la mejoría de
la imagen real es mérito de este rey o es simplemente por la ausencia del otro.
“Juan Carlos I era ya impresentable. Solo su renuncia fue un fenómeno positivo
que benefició a la monarquía. Pero no sé si esta mejora de la imagen responde a
los méritos de Felipe VI”, sugiere Javier del Rey, profesor de periodismo en la
Universidad Complutense de Madrid y experto en comunicación política. Durante
años, antes del deterioro de su imagen en sus últimos años de reinado,
adjetivos como “campechano”, “cercano” o “espontáneo” llegaron a convertirse en
epítetos del rey Juan Carlos I en muchos comentarios sobre la forma de actuar
del monarca. En el escaso tiempo en que Felipe VI lleva ocupando el trono, su
personalidad pública tomó un camino marcadamente diferente a la de su padre.
Pero el rey sigue desnudo.
“Felipe VI es una persona más
introvertida, más seria, más trabajadora, más de despacho. Y, dentro de la Casa
Real, ha dispuesto una mayor austeridad y una mayor discreción”, comenta Antonio
Torres del Moral, considerado uno de los constitucionalistas más prestigiosos
del país. “Ha impuesto un tratamiento sin desbordamientos de simpatías ni
relaciones personales con otros dirigentes políticos. Se comporta muy
discretamente, como un rey profesional”, agrega a BBC Mundo el catedrático de
Derecho Constitucional de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. De
acuerdo con este experto en la monarquía española, el repliegue de la imagen
del rey se debe en parte a una reacción frente a los escándalos protagonizados
por su antecesor. “En ese sentido –apunta–, durante la peor crisis económica en
décadas, la opinión pública valoró un modo de actuar ‘más conservador en las
formas’. Es un rey distante, frío, que podría ser muy buen rey de Noruega, Gran
Bretaña, Suecia, pero difícilmente un rey de España”. “Es un rey que lo único
que tiene es la legitimidad de origen pero el resto se lo tiene que ganar”,
apunta Javier del Rey. “Al personaje le falta proximidad y humanidad. Todos
tenemos la idea de que es un hombre de una gran formación y que se sabe al
dedillo los temas. Pero eso son categorías políticas. Yo hablo de categorías
humanas y es ahí donde creo que 'el rey está desnudo', por utilizar una vieja
metáfora literaria”. Sin embargo, no todos consideran que los cambios
introducidos por Felipe VI sean sustanciales, ni que la monarquía española haya
recuperado el terreno perdido en los últimos años. “Creo que ha cambiado en
apariencia”, asegura Fernando Ramos, profesor de periodismo de la Universidad
de Vigo. “La crisis que desencadenaron las andanzas de Juan Carlos I no fue
meramente coyuntural, como se creía, sino una crisis estructural. Hay, cada vez
más, una generación de españoles que quisieran, y esto no se hizo cuando se
pudo, un referendo. Quizá lo ganaría la monarquía, pero no se sabe. Y eso es
algo que está pendiente”. “En España –apunta Torres del Moral–, monárquicos no
hay o hay pocos. Había juancarlistas, lo cual implica una adhesión a la
persona. La abdicación de Juan Carlos I y la llegada de Felipe VI dejaron a
muchos de esos juancarlistas –que no eran necesariamente monárquicos– sin su
referente en el trono. Estamos ante un rey sin mito. Juan Carlos tenía uno: el
del 23F. Al margen de lo que diga la Historia, nos lo han vendido durante 40
años como el defensor y el salvador de la democracia”, afirma Del Rey. “Me da
la impresión de que Felipe VI es un rey sin relato. Y creo que necesita uno”,
indica. “Con solo tres años en el trono de España –frente a los 38 que permaneció su padre–
queda por ver si el monarca logrará ese objetivo”.
Anna Gabriel, en un acto de la izquierda
independentista.
La semana pasada, varios medios
se hicieron eco de la noticia lanzada por ABC, que situaba a la exdiputada,
Anna Gabriel, en Caracas. Se dijo que la
dirigente de la CUP se había marchado a Venezuela y que peligraba su
comparecencia judicial en la que debía dar cuenta de su papel en el procés
independentista. Según publicaba Salvador Sostres, “Gabriel está en Venezuela
para participar en la campaña de Nicolás Maduro y ‘no sabe si volverá’.
Supuestamente, se había ido para imitar lo que hicieron Carles Puigdemont y
varios exconsellers, que huyeron a Bélgica por el riesgo de acabar en prisión
preventiva”. Añadía que la política soberanista “apoyaba a Nicolás Maduro en su
campaña electoral y se estaba planteando no volver a España y quedarse en
Caracas exiliada para evitar la cárcel. De momento, le había pedido al juez
Llarena aplazar su declaración hasta el día 21, y éste se lo había concedido,
para ganar tiempo mientras acaba de pensárselo. Su compañera de partido, Mireia
Boya, también está considerando la posibilidad de fugarse”. Otros diarios, como
el digital 'El Huffington Post' o Eldiario.es, en su versión española, se hacían
eco y contaban: “La ex diputada de la CUP Anna Gabriel, quien, tal y como
informa Catalunya Press, se encuentra en Venezuela apoyando a Nicolás Maduro en
su campaña electoral, se está planteando quedarse ‘exiliada’ en Caracas ante la
posibilidad de entrar en prisión”. Otros medios como El Español o Crónica
Global, apuntaban que “Gabriel estaba pensando en quedarse en Venezuela, donde
se hallaría en estos momentos, para evitar la acción de la justicia”. Pero
fuentes del entorno de la diputada de la izquierda independentista aseguraron
que Gabriel, en estos momentos, ni siquiera estaba en Venezuela. Mas tarde, el
diario de Ignacio Escolar replicaba: “No damos credibilidad al ABC ni a
Salvador Sostres [el autor de la información] y nos mantenemos en lo que hemos
dicho hasta ahora: la estrategia de defensa está acabando de trabajar y se hará
pública cuando así lo consideren los abogados, según fuentes del entorno de la
candidatura de la CUP. Tanto Anna Gabriel como su compañera de formación,
Mireia Boya, están llamadas a declarar en el Tribunal Supremo ante el juez
Llarena, después de que sus nombres fueran incluidos por la Guardia Civil como
miembros de un supuesto ‘comité estratégico’ del independentismo. En concreto,
Gabriel está citada para declarar ante el magistrado del Tribunal Supremo el
próximo 21 de febrero. La CUP mantiene la incógnita sobre si lo harán o
preferirán no presentarse como otros miembros de la izquierda independentista
han hecho en otras ocasiones”. El entorno de la exportavoz de la CUP rechazó
por el momento aclarar si la exdiputada autonómica, citada ante el Tribunal
Supremo en calidad de investigada en la causa del procés, se encontraba o no en
España y si tenía intención de acudir a la comparecencia ante el magistrado
Pablo Llarena. Fuentes del entorno de la 'cupaire' rechazaron las informaciones publicadas por
algunos medios de comunicación.
Las fotomontajes de la semana:
Las Marianinas.
Rajoy publicó esa foto en su cuenta de
Twitter en la que se le ve haciéndose un selfi con la nieve en el palacio de la
Moncloa. Rajoy, en la guerra de las
galaxias
Quieta shí, Shoraya...
Rajoy se hace un sellfi con Puigdemont.
Rajoy, en la Luna, con Puigdemont.
Detrás de Rajoy, Rivera, desnudo en la
nieve.
El Santísimo de la Gran Corrupción de la
Hermandad de los Sobres.
“Señor
al que nadie ha votado triunfa en Carnaval con su disfraz de demócrata. Felipe
VI se proclama rey de los carnavales”. (De El Jueves)
El humor en la prensa de esta
semana pasada: El Roto, Forges, Peridis, Manel F, (Cuestión de prestigio y una
estrategia), Vergara (Matizando) Ferrán, Ramón, J. R. Mora, Pat, Atxe, Urdaneta…
Una estrategia.
Matizando.
Ramón. Los elefantes y su buena memoria
Revolución.
Condenado a 480 euros de multa por publicar un fotomontaje de un cristo de Jaén. con su cara.
La misma solución que daría un chimpancé... o un perchero.
La lucha por el espacio de la (ultra) derecha
Justicia mediterránea.
Pep Roig, desde Mallorca: Popolítica
española, Propiedad particular, La sucia política, Quién podía pensar que en
invierno iba a nevar, El plan de pensiones privado de Rajoy, “La calle es mía”,
decía Fraga y No digas, no pienses, no hagas...
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