Ayuso: la imaginación al poder
David Torres recuerda en
“Público” las exigencias de los estudiantes del Mayo del 68 francés que jaleaban
el lema “la imaginación al poder”. “Ese mismo año, George A. Romero mostró al
mundo la otra cara del ensueño hippy —esa
arcadia feliz de flores, ponchos, paz y amor — en ‘La noche de los muertos
vivientes’, un certero oráculo de los asesinatos de la familia Manson que
también preludiaba el festival de Woodstock. Y llega a la conclusión de que los
términos ‘imaginación’ y ‘poder’ son más bien excluyentes, porque, por un lado,
te pueden dar a Ayuso y, por el otro, a Pol-Pot.
“La imaginación, en
efecto, tiene mucho peligro y por eso la mayoría de las veces es mejor dejarla
donde está. Uno lee a Lautréamont o al más zumbado de los poetas surrealistas,
lo pone en un trono y lo que le sale es Pol-Pot decretando la muerte de todo
camboyano que lleve gafas o Calígula casándose con su hermana y nombrando
senador a su caballo. De momento, Ayuso no ha caído tan alto como para entrar
en esa competición, aunque no será por falta de ganas. Afortunadamente, está
teledirigida desde el pinganillo de Miguel Ángel Rodríguez y sus dislates no
tienen más sentido que la bronca, la provocación y el alcohol.
“El último de estos
dislates —insiste Torres— ha sido el
anuncio de un Centro de Atención Integral Especializado para hombres víctimas
de la violencia sexual, un proyecto que costará alrededor de 700.000 euros y
que servirá para combatir la ola de feminismo que padecemos. Es una iniciativa
pionera e imaginativa a más no poder, en consonancia a su aplaudida gilipollez
de abrir una Oficina del Español en Madrid para proporcionarle un chiringuito a
Toni Cantó o a la fabulosa sandez de facilitar becas de guarderías a los
concebidos no nacidos: una propuesta que elevaba el concepto de ‘paja mental’ a
la categoría de proyecto de ley.
“A nadie con dos dedos de
frente se le escapa que la inmensa mayoría de los hombres víctimas de violencia
sexual son presos víctimas de violaciones carcelarias -es decir, hombres
violados por otros hombres-, pero seguramente Ayuso no estaba pensando en eso
cuando se le ocurrió el invento. No estaba pensando, punto, y, al otro lado del
pinganillo, el que estaba pensando era el porrón. De lo que se trata, una vez
más, es de armar jarana y dislocar los marcos lógicos de pensamiento, igual que
cuando aprobó el despropósito de conceder becas a hijos de millonarios. ¿Por
qué no van los niños pijos a disfrutar de las mismas ventajas que los niños
pobres, aun contando con un mullido colchón de billetes? Es un concepto digno
de una película de Buñuel: la imaginación al poder.
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