viernes, 6 de septiembre de 2024

Macron se negó a nombrar primera ministra a la candidata del Frente Popular.

Jordan Bardella con Marine Le Pen a su salida de una reunión con Macron el 26 de agosto.

Macron rechazó la propuesta de nombrar a Lucie Castets, candidata del Nuevo Frente Popular

Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, ha demostrado una vez más que la coherencia y el respeto por los principios democráticos son elementos que sólo se aplican cuando favorecen sus intereses. En una maniobra que refleja su temor a perder el control, Macron rechazó la propuesta de nombrar a Lucie Castets, candidata del Nuevo Frente Popular (NFP), como primera ministra. Y lo hizo bajo el pretexto de mantener la “estabilidad institucional”, aunque resultaba evidente que lo que le preocupaba era mantener su dominio a toda costa.

En definitiva, Macron no estaba dispuesto a ceder ni un ápice de su poder, incluso si eso significaba bloquear el país. Tras el fracaso de sus primeras consultas, el presidente anunció una nueva ronda de negociaciones con líderes políticos y personalidades destacadas. Sin embargo, lo que realmente buscaba era encontrar a alguien que le permitiese perpetuar el status quo, bajo un disfraz de cambio. El presidente no sólo ignoró los resultados electorales, sino que quiso extender el mandato de un gobierno en funciones, creando la ilusión de que el poder podía seguir funcionando de manera unidireccional, con un jefe de Estado que dictase y unas administraciones que obedeciesen. De esta forma, en una maniobra que reflejaba su temor a perder el control, Macron rechazó la propuesta de nombrar a Lucie Castets, candidata del Nuevo Frente Popular (NFP), como primera ministra, bajo el pretexto de mantener la “estabilidad institucional”, aunque resultaba evidente que lo que realmente le preocupaba era mantener su dominio a toda costa.

La reciente declaración de Macron sobre la obligación de los partidos políticos de tener en cuenta las “circunstancias excepcionales” de la elección de sus diputados, era una muestra más de su doble rasero. El rechazo de Macron a Lucie Castets fue, más que un simple movimiento táctico, una provocación que subrayaba su temor al cambio. Macron prefirió continuar con su propio proyecto, sin importar cuántas veces había prometido cambiar de métodos o cuántas crisis había enfrentado Francia durante su mandato. En definitiva, Macron no estaba dispuesto a ceder ni un ápice de su poder, incluso si eso significa bloquear el país.

Finalmente,  Macron nombró  ayer al conservador Michel Barnier, exministro y excomisario europeo, primer ministro de Francia como encargado de “formar un Gobierno de unión al servicio del país y de los franceses”. Su nombramiento se produjo “tras un ciclo inédito de consultas” en las que el presidente “se aseguró de que el primer ministro y el próximo Gobierno reunirían las condiciones para tener la mayor estabilidad posible”. Barnier, de 73 años, será el primer ministro de más edad de la V República y sustituirá al más joven en ocupar el puesto, Gabriel Attal, que llegó al cargo con en enero pasado con 34 años. Fue ministro de Exteriores entre 2004-05 durante la presidencia de Jacques Chirac, y de Agricultura entre 2007-09 con Nicolas Sarkozy en el Elíseo, y antes lo había sido de Medio Ambiente y de Asuntos Europeos.

Barnier será primer ministro en Francia y Marine Le Pen tendrá las llaves del Gobierno. La líder ultra, convertida a última hora en un apoyo parlamentario indispensable para Macron, da el visto bueno provisional al nombramiento de Barnier y será clave para su supervivencia.



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