miércoles, 30 de octubre de 2024

“Tenemos herramientas y funcionan”.

 

Instagram reactivó la cuenta de Cristina Fallarás, después de que la periodista denunciara la mañana del este sábado que le había cerrado su cuenta en la red social. La periodista vinculó el cierre de su cuenta al hecho de haber desvelado una serie de mensajes anónimos de mujeres que acusaban al exdiputado y exportavoz de Sumar, Íñigo Errejón, de violencia machista, lo que generó un gran revuelo entre los usuarios de ésta y otras redes sociales.

Cristina Fallarás cuenta en Publico que no era el primer testimonio que recibía y publicaba en el que se nombraba a “un político de Madrid”, comportándose de una manera similar. “Pensé en Íñigo Errejón, claro, pero sin ninguna certeza. Tampoco le pregunté a la mujer que me escribía a quién se estaba refiriendo. Nunca lo hago. No entablo conversación con las mujeres que quieren enviarme las agresiones que han sufrido. Para empezar, porque no podría hacer otra cosa, son centenares a la semana. Además, porque no es mi papel. Cuando puse en marcha ese archivo de relatos en el que se ha convertido mi cuenta de Instagram, tuve claro que debía definir mi papel: ser canal. Solo eso. No es mi papel asesorar, aconsejar, consolar, denunciar, articular.... A cada una de las mujeres que me escribe le doy las gracias, le mando un beso o un abrazo. Eso es todo.

“La inmensa mayoría no me da el nombre del hombre que la agredió, o de los hombres, porque a menudo narran una sucesión de violencias que recorren sus vidas. Quienes sí lo hacen, suelen pedirme que no publique su relato, porque tienen miedo a las represalias, a ser reconocidas, a lo que sea. Me lo envían, entiendo, como una forma de desahogo, una liberación. Narrar, relatar lo vivido, es una forma de alejarse y mirarlo, de tomar distancia. También aligera. Siempre pienso que nos empeñamos demasiado en insistir a nuestros menores en que lean y muy poco en que escriban. Deberíamos escribir tanto como leemos. Las palabras componen un artefacto que resulta más manejable que las emociones.

“Así que aquella mujer me mandó el relato de la violencia vivida y yo lo publiqué, como siempre, como cada día desde hace ya más de un año, como tantos otros, cientos y cientos y cientos. Arrancaba diciendo: ‘Me habían avisado del trato que le daba a las mujeres, pero dada su posición política no podía creerme que eso fuera verdad’. Acababa con algo que me llamó la atención: Hay detalles que prefiero no contar, pero si alguna mujer se lo topa, que sepa que no está loca, que es un verdadero psicópata, y que sus aires de persona normal esconden un verdadero monstruo’. En esa frase había un ánimo de comunicación con otras mujeres, la certeza de que esas ‘otras’ existían e iban a reconocerse en su narración. Y así sucedió.

“Lo que pasó después es conocido. Varias personas capturaron sus palabras, las reprodujeron aquí y allá y señalaron que reconocían en ellas el comportamiento de Errejón. No solo había víctimas, también mujeres a las que esas víctimas les habían relatado lo sucedido, y ellas a su vez lo habían relatado a otras... Pero la imagen de Errejón como un hombre capaz de agredir sexualmente a una mujer no era solo palabrería, eso que han llamado estos días ‘un runrún’. Había un hecho, y entre ‘un runrún’ y un hecho media la realidad. Existía un testimonio previo, el de una joven que hace año y medio ya publicó en las redes que el político la había acosado en una fiesta feminista. Yo la recuerdo bien, porque entonces se supo que aquello había sido silenciado.

“A mí todo lo que se silencia me interesa. Sé que el silencio es el mayor castigo, la fuente de toda podredumbre, el cuarto donde se encierra a la niña para dañarla para el resto de su vida, el lugar donde hombres y mujeres son confinados para que no tengan paz jamás, la losa que aplasta la decencia. El silencio es el mal mayor de nuestro país, que se lo pregunten a los represaliados y represaliadas de la dictadura, a los torturados y torturadas de eso que algunos se atreven aún a llamar ‘modélica’ Transición. Al silencio nos han condenado a las mujeres durante toda la historia de la humanidad. Pero ya no. De pronto, tenemos herramientas para narrarnos, y por el momento no veo cómo van a poder evitarlo.

“Así que aquella mujer que envió el mensaje lo hizo como quien lanza una botella al océano oscuro del silencio, un ‘esto me pasó’, un ‘no estamos locas’, flotando en el universo de redes y mensajes. Lo que no sabíamos, ni ella ni yo, es que eran muchas las náufragas esperando ese mensaje para agarrarse a él. Porque ya no se pueden silenciar algunas cosas, entre ellas la violencia machista ejercida de forma habitual. Quienes creyeron que tapando la boca a la primera agredida por Errejón iban a poder frenar al resto no tienen ni idea de lo que hemos cambiado. No saben que los relatos de miles, millones de mujeres están ahí para que otras se agarren a ellos. Porque eso era lo que nos faltaba. No nos faltaba denunciar. Nos faltaba saber qué estábamos exactamente denunciando, saber que nos estaba pasando a todas, saber que somos todas, saber que juntas no tenemos ni miedo ni vergüenza, saber, como decía aquella mujer, que no estamos locas.

“Y entonces, el agresor cayó. No cayó porque una mujer lo denunciara públicamente, sino porque una mujer relató lo que había vivido y sentido, de manera que otras pudieron saber que eso mismo era lo que habían vivido y sentido ellas, que eran muchas. Esta semana algo ha cambiado definitivamente. Sabemos que tenemos las herramientas y que éstas son eficientes. La eficiencia es la base. Tenemos unas herramientas creadas por nosotras mismas, no heredadas del patriarcado. Están basadas en el testimonio, en la memoria colectiva, en las palabras. Y funcionan”.

 

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