sábado, 15 de febrero de 2025

Las Bandas de Música: un gigante dormido que debe despertar.

 

Las bandas de música son, sin duda, una de las mayores riquezas culturales que poseemos. En países como España, su historia se entrelaza con la identidad de pueblos y ciudades, convirtiéndose en una de las manifestaciones artísticas más cercanas a la gente. Son escuelas de valores, de disciplina y de convivencia, además de forjar músicos de primer nivel que nutren conservatorios, orquestas y agrupaciones de todo tipo. Sin embargo, a pesar de su grandeza, hay una asignatura pendiente que nos debilita: la falta de unión y la incapacidad de confiar en nuestro propio poder.

Las sociedades musicales son mucho más que agrupaciones artísticas: son auténticos motores sociales. En ellas conviven varias generaciones, desde niños que dan sus primeros pasos en la música hasta veteranos que han dedicado su vida a este arte. Son espacios de aprendizaje y transmisión de conocimientos, donde se cultivan el esfuerzo, la constancia y el amor por la música.  Además, cumplen una función vital en la sociedad. No hay festividad sin banda de música, no hay procesión sin sus notas, no hay fiesta mayor sin pasacalles. Pero su importancia va más allá de la animación festiva: representan un vínculo con la tradición, un refugio cultural en un mundo que cada vez se aleja más de lo colectivo y lo artesanal.

Por otro lado, el impacto económico y educativo de las bandas es innegable. Las escuelas de música vinculadas a ellas forman a miles de jóvenes, algunos de los cuales llegarán a ser profesionales. Son una cantera inagotable de talento que, con la inversión y el reconocimiento adecuados, podrían convertirse en un eje aún más sólido de la educación musical y la cultura en general.Pero, a pesar de todo lo que representan, siguen sin ocupar el lugar que merecen en la sociedad. ¿Por qué? Porque no estamos unidos. Cada banda, lucha en su pequeño territorio, preocupada por su propia supervivencia, sin darse cuenta de que juntas formamos una fuerza imparable. En lugar de apoyarnos y actuar con una sola voz, demasiadas veces caemos en la competencia innecesaria, en el localismo mal entendido y en el conformismo. Hay talento, hay pasión, hay historia… pero nos falta la conciencia de que, si nos organizáramos mejor, podríamos influir mucho más en las decisiones que nos afectan.

Por fortuna, existen entidades que trabajan para aglutinar y proteger a las bandas de música: las federaciones autonómicas. Son ellas las que analizan las necesidades de sus respectivas comunidades, promoviendo iniciativas, gestionando recursos y representando a nuestras sociedades musicales ante instituciones locales y regionales. Pero, para que nuestra voz tenga verdadera fuerza a nivel nacional, es imprescindible el papel de la Confederación Española de Sociedades Musicales (CESM). Este ente superior debe ser el canalizador de todas las demandas del colectivo y el encargado de luchar por conseguir la legislación y el reconocimiento que las bandas de música merecen. La CESM debe actuar como el gran interlocutor con el Estado, asegurándose de que la música de banda tenga el respaldo normativo, financiero y cultural necesario para consolidarse como lo que es: un patrimonio vivo de incalculable valor.

La realidad es que las bandas de música tienen un potencial que ni siquiera nosotros mismos valoramos como se merece. Movemos a miles de personas, organizamos festivales, concursos y conciertos multitudinarios, formamos músicos de élite, generamos turismo y dinamizamos la cultura local. Si consiguiéramos transformar ese movimiento en una estructura realmente cohesionada, podríamos cambiar la percepción que la sociedad y las instituciones tienen de nosotros. ¿Queremos seguir siendo espectadores de nuestro propio destino o, por fin, vamos a tomar las riendas?

(Félix Ruiz González, presidente de la Confederación Española de Sociedades Musicales y de la Federación Andaluza de Bandas de Música)

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