martes, 14 de octubre de 2025

“La cultura del esfuerzo”.

 

Nieves Concostrina nos recordaba el pasado domingo en Público a Elena de Borbón, la hija mayor del emérto Juan Carlos, quien, al cumplir los 50 años, concedió una de esas entrevistas artificiales donde las preguntas están pactadas y las respuestas, repletas de obviedades o frases estudiadas. “Dijo que agradecía mucho que su padre les transmitiera a ella y a sus hermanos ‘la cultura del esfuerzo’. Frase que, saliendo de la boca de un borbón, es un completo despropósito… Baje este titular, Elena de Borbón, una estudiante mediocre, sin necesidad de esforzarse mucho porque hiciera lo que hiciera iba a aprobar, quiso estudiar Magisterio y, para asegurarle el éxito, la matricularon en un centro privado, una escuela universitaria montada por una cuchipandi integrada por el Arzobispado de Madrid, teresianos, escolapios, dominicas, franciscanas, esclavas de un tal divino corazón, carmelitas y marianistas. Pese a tanta asistencia divina, Elena tuvo que recibir clases particulares de refuerzo porque no sacaba sus estudios. Pero los acabó sacando, y trabajó luego, un ratito, dando clases de infantil a criaturitas a las que imagino aún hoy intentado recuperarse del trauma. Quizás Elena revisó luego su verdadera vocación y comprobó que la enseñanza no era lo suyo, por eso acabó colocada como directora de proyectos sociales y culturales de la Fundación Mapfre, una de esas grandes corporaciones siempre dispuestas a atender las solicitudes de empleo de la Zarzuela.

“Cristina parecía un poco más espabilada, aunque, a decir de los expertos en estos chismes reales, su expediente fue también bastante discreto. Sacó la carrera de Ciencias Políticas en la Complutense; a saltos, pero la sacó, y Fundación La Caixa también estuvo dispuesta a emplearla sin la más mínima objeción. Respecto a Felipe, no es que supere a sus hermanas en capacidades intelectuales, pero lo tenía muy fácil porque hiciera lo que hiciera iba a superarlo. Como los españoles tienen amplias tragaderas, se nos vendió que además de ser piloto de helicópteros (no se suban con él) y de aviones de combate (en estos tampoco), era igualmente un hacha en navegación trasatlántica, un prodigio en el manejo de los carros de combate, licenciado en Derecho y con amplios conocimientos en Ciencias Económica y Políticas. Felipe El Rayo deberían apodarle, en vez de El Preparao. Dicen por ello los cortesanos que es el primer rey con estudios universitarios, y todo gracias a la cultura del esfuerzo

“De los estudios de Juan Carlos, el padre de las anteriores lumbreras, hay poco que decir, porque lo educó un dictador, y de ahí surgió un pupilo adoctrinado en el fascismo y de moral desordenada. Además, aprovechó malamente la formación militar porque, con 18 años, se cargó a su hermano pequeño de un disparo por andar haciendo el gilipollas con su arma. Pero ahí lo hemos tenido, rey de España gracias a la cultura del esfuerzo que supuestamente guio su vida y que inculcó a sus tres hijos… y a su nieto favorito, a Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón, cuarto en la línea de sucesión y, ojalá, que definitivo candidato al trono para tener la seguridad de que la Tercera República llegaría tras el primer botellón en la Zarzuela. El amigo Héctor de Miguel siempre me recrimina que no sea ‘froilanista’, y tiene razón. Todo republicano debemos ser ‘froilanistas’, porque este Grande de España con tratamiento de excelentísimo señor es nuestra mejor baza para acabar con la monarquía de forma definitiva. (…)

“Entre tanto borbón gobernante de infaustos recuerdos educativos surge la figura del hombre que pudo cambiar los destinos de este país en materia de enseñanza, pero a quien los borbófilos desprecian dedicándole el calificativo de “rey intruso”. José I de España, de la efímera dinastía de los Bonaparte, creó un Ministerio del Interior que se empleó especialmente en el fomento de la instrucción pública dado el estado crítico en el que se encontraba. Alentaba en una circular el ministro del Interior nombrado por el rey José I a que los intendentes de las distintas provincias hicieran todo lo posible por mejorar la enseñanza, tal y como nos cuenta el profesor de la Universitat de València José Ramón Bertomeu, ‘hasta que el gobierno desarrollara un plan general que incluyera desde las primeras letras hasta las altas ciencias, enlazando todas las partes de la enseñanza pública’. Porque aquel rey ‘intruso’, aunque mucho menos advenedizo que cualquiera de los borbones, fue el primero en llevar a cabo una crucial reforma educativa, introduciendo liceos y regulando por primera vez, el muy loco, la educación femenina en España. Estaba claro que a ese tío había que echarlo”.

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