Trump,
el bombero pirómano más peligroso del siglo XXI.
Donald Trump regresó al
Despacho Oval anunciando que solo él podría traer la paz al mundo, como si la
diplomacia fuera un 'reality show' y la geopolítica se resolviera a golpe de
selfie. Cuatro meses después, Gaza está más arrasada que nunca y Ucrania sigue
ardiendo. Ni Nobel de la Paz, ni alto el fuego, ni resultados. Solo
destrucción, declaraciones vacías y negocios armamentísticos que huelen a
petróleo, sangre y cinismo.
Nada más asumir el cargo,
Trump se envolvió en su teatralidad habitual: Netanyahu fue su primer invitado
oficial, y la escena en la Casa Blanca se convirtió en una distopía grotesca.
Mientras el primer ministro israelí describía su fantasía de convertir Gaza en
una “Riviera del Oriente Medio”, el presidente estadounidense se mostraba
dispuesto a dejar que los palestinos fueran expulsados a países vecinos. No es
política exterior, es limpieza étnica con retórica turística.
La realidad, sin embargo,
no ha seguido el guion trumpiano. Las bombas siguen cayendo sobre la Franja, el
80% del territorio está controlado o arrasado por tropas israelíes, y el
supuesto distanciamiento de Trump respecto a Netanyahu es solo una farsa
temporal para negociar con Irán. La ayuda militar y económica estadounidense
nunca se ha interrumpido. Los F-35 siguen despegando, financiados por el
contribuyente estadounidense, y los misiles siguen matando niños y niñas
palestinas con total impunidad.
Trump envió a su enviado
especial, Steve Witkoff, a empantanarse en Doha con mediadores qataríes.
Prometieron avances, pero una semana después Israel rompía las negociaciones y
retiraba a su delegación. No hay tregua, no hay plan de paz, no hay voluntad real
de detener el genocidio. Solo cálculo electoral y propaganda diplomática. Hamás
exige un alto el fuego definitivo; Israel ofrece una tregua a cambio de
rehenes. La guerra no terminará porque el ocupante no quiere que termine.
(Spanich Revolution)
Mientras Gaza agoniza,
Trump cambia de frente en su otra gran promesa de campaña: Ucrania. De ser el
“amigo de Putin” ha pasado a llamarlo públicamente “loco”. Tardó tres años y
medio desde la invasión rusa en febrero de 2022 para reconocer que el Kremlin
mata civiles indiscriminadamente. Lo hace ahora, cuando el coste político de
seguir callando empieza a ser mayor que el de hablar.
Las declaraciones son de
una ambigüedad cobarde y un cinismo total. “Putin está matando gente y no sé
qué le pasa”, dijo este domingo. No es un diagnóstico político, es un
comentario de cuñado en una sobremesa de bar. Y como siempre, repartió culpas
entre Biden, Zelenski y el propio Kremlin, como si su Gobierno no hubiera desmantelado
todo intento de mediación real y como si no fuera él quien retiró a Ucrania de
la agenda de ampliación de la OTAN, ofreciendo el primer peón sin siquiera
empezar la partida.
Putin, mientras tanto,
exige garantías por escrito: quiere que se excluya a Ucrania y otras
exrepúblicas soviéticas de la OTAN, que se levanten sanciones, que se le
devuelvan activos congelados y que se reconozca su control sobre territorios
anexionados en 2022. Según Reuters, sin estas condiciones no hay acuerdo
posible. La paz que busca Putin solo es aceptable si Occidente acepta la
victoria rusa. Y Trump, lejos de frenarlo, parece dispuesto a regalarle el
tablero con tal de que se apague el ruido en campaña.
Entre tanto, Trump juega
con fuego. Se atribuye el mérito de que Rusia no haya “colapsado ya”, como si
fuera el tutor político del Kremlin. Sus palabras son puro narcisismo imperial
envuelto en falsa preocupación humanitaria. No ha frenado ni una sola ofensiva.
No ha salvado ni una sola vida. Pero exige reconocimiento constante, como si su
presencia en el conflicto fuera una bendición y no un estorbo.
Llamar “loco” a Putin
mientras se financia a Netanyahu no es valentía: es hipocresía estratégica. Es
intentar parecer sensato mientras se incendia el planeta por partes. Es
venderse como pacificador mientras se alimentan dos guerras con las dos manos.
Es exactamente lo que es Trump: el bombero pirómano más peligroso del siglo
XXI.

Trump se hunde en su propio pantano.
Donald Trump, tras
regresar al poder en 2024, prometía una segunda era dorada para las y los
suyos. La realidad, sin embargo, ha sido el eco hueco de sus bravuconadas: el
41 % de aprobación que ostenta a los 100 días de su segundo mandato es la cifra
más baja para cualquier presidente desde 1953, según la encuesta de CNN realizada
por SSRS (fuente aquí). Ni siquiera su primer mandato había cosechado semejante
rechazo inicial.
En apenas tres meses,
Trump ha perdido 4 puntos respecto a marzo y 7 desde febrero. Solo el 22 %
respalda firmemente su gestión, mientras que un 45 % lo desaprueba de forma
contundente. El colapso no se limita a los sectores tradicionalmente adversos:
ha perdido 7 puntos entre mujeres y 7 puntos entre estadounidenses hispanos,
cayendo a un mísero 28 % en este último grupo.
La farsa de su imagen
como "el hombre fuerte" se desmorona a toda velocidad. Ni siquiera su
supuesta “recuperación económica” le sirve ya de escudo. La encuesta muestra
que su aprobación en gestión económica ha caído a un 39 %, el peor dato jamás
registrado en su historial, lastrado por su guerra comercial de aranceles que
amenaza a la estabilidad de millones de trabajadoras y trabajadores. La
inflación, lejos de ser “transitoria”, sigue devorando los salarios mientras
los grandes capitales, como siempre, salen indemnes (lo recoge también CBS
News).
Pero Trump no solo pierde
en economía: sus políticas exteriores y migratorias también están en caída
libre. Mientras abraza a autócratas como Putin y recorta programas de ayuda
internacional, el 60 % de la población desaprueba su política exterior. Incluso
en inmigración, donde llegó a tener apoyo entre su electorado más fanatizado,
su aprobación ha bajado 6 puntos desde marzo.
La imagen grotesca se
completa con su intento de apropiarse del arte y la cultura, controlando
instituciones como el Centro Kennedy o alterando exposiciones del Smithsonian,
decisiones que el 64 % de las y los estadounidenses consideran inapropiadas. No
es casualidad que haya delegado esta tarea al extremista vicepresidente J.D.
Vance, tan despreciado como él mismo.
El 57 % de la población
cree que Trump está poniendo al país en un riesgo innecesario con su estilo de
gobierno, ese estilo de disparar decretos a diestro y siniestro, muchos de
ellos anulados por los tribunales por su ilegalidad manifiesta. Ni siquiera
entre sus votantes más fieles se disimula ya la decepción. Como recogía CNN,
George Mastrodonato, un votante de Trump de Nuevo México, comparaba al
presidente con "Yosemite Sam disparando en todas direcciones". Y lo
hacía con resignación: “algunas de sus acciones se mantienen, otras no”,
admitía.
Frente al espejismo de su
"América renovada", lo que crece es la precariedad, la división, la
rabia social. La clase trabajadora, las y los migrantes, las y los jóvenes
racializados, la comunidad LGTBIQ+, todas y todos quienes no caben en el modelo
retrógrado de Trump, ven cómo se agranda el abismo social. Estados Unidos no
está siendo “grande otra vez”; está siendo privatizado, militarizado y
deshumanizado hasta el límite.
(Spanish Revolution)
Otros comentarios,
imágenes, fotos y fotomontajes:
El garaje Edicioness. Son gemelos, gemelos asesinos
Trump, imputado por 37 cargos criminales por los documentos clasificados
que tenía en su mansión de Florida. Algunos de ellos son conspiración a la
Justicia o falso testimonio. Le llegó su San Martín.
El Tribunal de Comercio
de EEUU paraliza y declara “ilegales” la mayoría de aranceles de Trump por
extralimitarse en sus funciones. ¡A ver qué tarda el Nerón Zanahorio en reventar
la división de poderes en EEUU y montarse una dictadura friki!
Hoy da comienzo la Feria del Libro de Madrid tendrá lugar hasta de mayo
y el 15 de junio.
‘Un libro no acabará con
la guerra ni podrá alimentar a cien personas, pero puede alimentar las mentes
y, a veces, cambiarlas’. (Paul Auster)
El humor en la prensa de
esta semana: Caín, J. L. Martín, Riki Blanco, Superantipático, El Roto,
Peridis, Eneko, Manel F., Vergara…
Menudo lío, Marlaska
Diálogo.
Los gritos.
El genocida.
Más guapo.
Ese efecto.
Pep Roig, desde Mallorca: