viernes, 3 de agosto de 2007

3 de agosto. Las dávidas del Rey.

El Rey, a bordo del Bribón


Más de una vez me he sentido tentado a escribir un reportaje sobre los regalos ofrecidos al Rey. ¿Qué dádivas ha recibido a lo largo de los más de 30 años de reinado y cómo las ha utilizado, quiénes se las han ofrecido y por qué, de qué forma las agradece y con qué detalles? Aunque dudo que algún medio publicara este reportaje sin censurarlo por aquí o por allá. En mis años de ejercicio periodístico, los mismos que lleva el Rey ejerciendo, aún no he conocido revista o periódico en este país que fuera totalmente independiente, y menos con temas que afecten directamente a la Corona.


“El dinero parece ser el flanco más débil de su Majestad –escribe José García Abad en “La soledad del Rey”, editado en el 2004 en La esfera de los Libros– Le encantan los regalos, especialmente los caros. Le fascinan los coches potentes, y, sobre todo, el nuevo ‘Fortuna’, una embarcación única en el mundo, pagada a escote por un nutrido grupo de empresarios, inicialmente mallorquines”. El yate sale a navegar en su primera singladura oficial en enero del 2000. Tiene 57 metros de eslora, dos motores Diesel, tres amplias cubiertas y su casco es de aluminio, diseñado para alcanzar 70 nudos de crucero (130 km/h.)


Pero empecemos por el principio. Testigo directo soy de que el Monarca no ha fallado, desde que era príncipe, en 1973, ni un solo verano a su cita mallorquina. Las autoridades provinciales le ofrecieron entonces el palacio Marivent, sede y propiedad del pintor Sadirakis hasta su desaparición, y, como señal de reconocimiento por este “esfuerzo real”, los propietarios más importantes de la isla le condonaron en el inicio del milenio con un nuevo yate “Fortuna”. Un regalo –tal vez el más deseado y esperado desde que pendonea por Mallorca– que aceptó con máximo placer y con el menor reparo y que le ha dejado totalmente satisfecho. Lo que ha motivado cierta crítica y censura.


Es táctica del Monarca aprovecharse de los buenos momentos para disfrutar sin recortes de sus privilegios como Jefe del Estado. Y de los periodos de prosperidad para justificar su último “Fortuna”. Desde siempre, la participación de sus yates en acciones de salvamento ha sido un hecho pregonado por toda la prensa. Se han descrito sus proezas, reales o imaginarias, y ensalzado cada gesto, por nimio que fuera, sobre todo cuando ha tenido relación con su supuesta generosidad. El primero de octubre de 1977, los periódicos se hacían eco de la intervención del “maninero por excelencia” en el salvamento de dos náufragos en el pujerto de Pollensa, cuyo yate había sido azotado por un fuerte viento de más de cien kilómetros/ hora. El afortunado suceso fue coreado por toda la prensa de la isla y del país. Dos años antes, ya se había hecho pública la noticia de su ayuda a la tripulación de otro yate que zozobraba a la altura de Formentor, y se conocían otras acciones de salvamento, por lo que el “oportuno” papel del Rey y de su “Fortuna” quedaban de sobra demostrados. Se cuenta incluso la historia de que algún chiflado que se las ingenió para conseguir que, en el hundimiento de su yate, mediara la intervención real.


El Monarca se desembarazó de su primer “Fortuna”, regalo de su suegro que hoy puede contemplarse en el Museo de la Marina de Barcelona. El segundo “Fortuna” de 16 metros, fue –¿cómo no?– otro regalo. Llegaba a Mallorca en agosto de 1978, tripulado por el propio Rey y acompañado por la Reina Sofía, por Juan de la Cierva, que había aportado el montaje de los aparatos de precisión y control, y por Viudes, de Astilleros Viudes, constructor del mismo. Hay quien asegura que Viudes se lo ofreció al Rey por simple amistad. En el mercado habría costado unos treinta millones de pesetas de la época y el regalo, que promocionaba su marca y sus astilleros, habría sido ofrecido al Monarca cuando Viudes intentaba obtener la concesión de unas 15 lanchas rápidas destinadas a la Comandancia de Marina. Se dice que el Rey se desinteresó totalmente del asunto, alegando que era cosa del Ejército y, al final, la concesión cayó en manos de ARESA.


El Rey no suele faltar a cualquier clase de actos náuticos y a eventos impregnados de cierta sombra publicitaria. La presencia de la familia real en cualquier acontecimiento deportivo copa, desde los últimos años, los portales de Internet y la principales minutos de las competiciones. Las Regatas del Club Náutico de Palma, o la Copa del Rey, que este año llega a la 26 edición, son seguidas cada verano por decenas de periodistas deportivos de todo el mundo, que repiten con una afluencia cada vez mayor de participantes. Ciento veinticinco yates se llegaron a inscribirse en un verano y más de cuatrocientos periodistas acreditados para seguirlas. Todos ellos van provistos de potentes objetivos fotográficos que captan al Rey en el “Bribón”, junto a su amigo y compañero habitual de regatas, el armador José Cusí, y al príncipe Felipe, en el barco Aifos, de la CAM (Caja Ahorros del Mediterráneo). Esa es la razón por la que los periodistas –imprescindibles para sostener o hundir cualquier corona– son tan numerosos como los mismos regatistas.


Recordemos, como muestra de lo dicho, la llegada del Rey al Real Club Náutico de Palma. “Llega a bordo de un Audi –escribe, con su tino periodístico acostumbrado, Matías Vallés, en El Confidencial (www.elconfidencial.com), del 1 de agosto pasado: “El Rey elige Audi sobre BMW para su copa náutica”–. A continuación, Felipe de Borbón desembarca de un BMW, los dos, gigantes alemanes del motor, deseosos de aprovechar el rebufo publicitario de la Copa del Rey que se disputa esta semana”. Aristócratas y políticos, empresarios y financieros de toda índole están obsesionados por acercarse a la Familia Real y saludarla. Muchos de ellos pagarían suculentas cantidades de dinero negro para poder navegar con el Rey, tenerlo como vecino de mesa o intercambiar unas palabras con él. Su presencia real atrae como un imán a estos personajes, aunque no todos reaccionan de la misma guisa ante su presencia.


En unas declaraciones publicadas hace unos días en El Confidencial, Iñaki Anasagasti recordaba que el regalo del yate al Rey por parte de unos empresarios era algo insólito, algo que no existe en ningún otro país y confesaba haber perdido la confianza en el Monarca. El político vasco confundía el yate Bribón, botado el pasado mayo –décimo cuarto velero con el mismo nombre y con el mismo patrón estelar– con el “Fortuna” que, efectivamente, fue regalado al Rey por unos empresarios mallorquines y añadía: “Pero como el Rey es un irresponsable, no sabe nada, no se dan explicaciones. Hay como opacidad en todo lo que afecta a la Casa del Rey. Aquí no hay un pacto de silencio en torno al Rey, aquí hay censura”. Ni una palabra de constestación por parte del Monarca que preferió seguir disfrutando de su verano mallorquín.


(Continuará mañana)

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