1 de agosto. Corresponsales extranjeros en España
Hace seis años, Walter Haubrich recibió el premio de periodismo Francisco Cerecedo de la Asociación de Periodistas Europeos. Junto con Antonio Novais, ya fallecido, quien trabajaba para “Le Monde”, eran los dos corresponsales más conocidos por los españoles, sometidos a la censura franquista, y por los extranjeros, en el mundo de habla alemana y francesa. El Jurado concedió su Premio a Haubrich por haber contribuido "a la recuperación de las libertades y a la dignidad de los españoles". En la entrega, el Príncipe de Asturias recordó que, durante más de treinta años, las crónicas de Walter Haubrich para el Frankfurter “han sabido transmitir, con gran humanidad y perspicacia, ese largo camino de los españoles hacia un modelo de sociedad nueva como el que hoy disfrutamos” Y llegó a compararlo con los grandes corresponsales que trabajaron en España como Ernest Hemningway, George Orwell o Ilja Ehrenburg.
El Príncipe Felipe se refirió a varios corresponsales de guerra en Afganistán, entre los que figuraban Cuco Cerecedo, Julio Fuentes y sus compañeros, la italiana María Frazia Cutuli, el australiano Jarry Burton, el afgano Azizullah Haidari y el sueco Ulf Stromberg. “Ellos son la prueba última de una profesión que sabe asumir la máxima intemperie, la máxima generosidad, la máxima grandeza. Merecen ser honrados por acercarse para informar hasta ese punto ardiente en el que se resuelve el fracaso que siempre suponen las guerras, y que a todos nos cambian. Ellos forman parte, como se ha escrito, de la infantería de la historia, pisan el terreno minado y a veces caen con los ojos abiertos”.
En una entrevista que mantuve con Haubrich en los inicios de los ochenta, me contó que había pasado por periodos muy duros como corresponsal de prensa extranjera. Fue uno de los más antiguos que hubía en España. Nació en Renania, en 1935, y ejerció de lector en la Universidad de Santiago de Compostela y en la de Valladolid, combinando las clases con las colaboraciones en prensa, radio y televisión alemanas. Desde 1961, era corresponsal del “Frankfurter Allgemeine Zeitung” en España, Portugal y Norteáfrica, y viajó por Sudamérica. Fue durante siete años presidente del Club Internacional de Prensa en España y, durante cuatro, presidente de la Asociación de Periodistas Europeos.
A propósito de cuál era la situación del corresponsal extranjero en España, comparada con la de los tiempos de Franco, Haubrich me comentó: “En el último lustro de la España de Franco, la situación para el corresponsal extranjero no era la de los países totalitarios con las dictaduras más cerradas, pero tampoco la de un país libre. El Gobierno español tenía cierta prudencia para que no se registraran escándalos y expulsiones con nosotros. Querían que presentáramos un país igual que cualquiera de los occidentales. Para ello, nos presionaban continuamente y hasta se registraban amenazas. Los más temidos o los más críticos a la dictadura éramos citados al ministerio, o nos hacían esperar en la concesión del nuevo carnet, o nos amenazaban con la expulsión. Yo sé que mi caso fue tratado dos veces en Consejo de Ministros. Y el corresponsal de ‘Le Fígaro’ fue expulsado por Fraga. A veces, las amenazas eran de otra forma. Recuerdo que Sánchez Bella, que era tan claro como bruto, nos dijo que, si nosotros nos comportábamos mejor, ellos mejorarían el Club Internacional de Prensa, construyendo incluso una piscina y poniendo la comida más barata. ‘Porque ustedes son una gentuza –añadió sin ningún rubor – Y, o eliminan entre ustedes mismos a los peores y los castigan, o tendré que hacerlo yo’.
Haubrich creía que Sánchez Bella había sido uno de los ministros de Información menos peligrosos porque decía las cosas claramente y porque no sabía distinguirnos. “No leía mucho y, para él, los corresponsales extranjeros éramos todos iguales. Fraga, en cambio, sabía distinguir perfectamente cuáles éramos los más críticos. Y, en su tiempo, había una persecución más personalizada. A veces éramos citados tanto en el Ministerio de Información como en el de Asuntos Exteriores, en donde nos amonestaban seriamente y se nos amenazaba con la expulsión si volvíamos a escribir tan críticamente. Lo que pasaba, y eso lo sabíamos muy bien, era que la expulsión propiamente dicha no se producía porque podía ser motivo de un escándalo europeo o mundial y se quería evitar a toda costa. También hubo mucho soborno”.
Premiado por sus crónicas políticas y culturales “en años decisivos de nuestra historia”, Walter Haubrich es reconocido como un valor que contribuyó “a la recuperación de las libertades y a la dignidad de los españoles”. Tras su jubilación, Habrich se ha quedado a vivir en España. Piensa que no debería secuestrarse una revista como El Jueves. Que en España se han recuperado todas las libertades. Y que le gusta vivir en este país y ver cómo evoluciona.
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