“Aznar, el Cid Cabreador”.
El pasado viernes, David
Torres escribió en Público que a Jose Mari Aznar lo tienen encerrado en un
sótano de FAES lo mismo que a uno de esos pepinos atómicos de la Guerra Fría o
que al sargento de artillería Highway, a quien uno de sus comandantes le decía:
“Debería estar en una urna con una etiqueta que advirtiera: abrir sólo en caso
de guerra”. Y prosigue: “Puesto que la guerra es el hábitat ideal de Jose Mari
–ya sea en el Golfo Pérsico o en sus abdominales—, si no hay una guerra en
marcha, él se la inventa; empieza a hacer declaraciones bélicas a la espera de
que sus allegados vayan montando los cañones y buscando los objetivos. Fue
precisamente en la Guerra de Irak donde consiguió su momento más alto hasta la
fecha, plantando los pies encima de la mesa junto al presidente de los Estados
Unidos e impartiendo ruedas de prensa con acento tejano y un chicle en la boca.
Entonces no se sabía si hablaba inglés de Getafe o castellano del Oso Yogui, y
en Georgetown todavía no lo saben.
“Ordenaba William
Randolph Hearst a sus fotógrafos ‘Ustedes pongan las fotos, que ya pondré yo la
guerra’, y Jose Mari podría ordenar lo mismo a varios directores de prensa de
ésos que, igual que Hearst, piensan que las noticias son lo que va en medio de
los anuncios en los periódicos. El magnate estadounidense sirvió, al menos,
para que Orson Welles debutara con Ciudadano Kane, uno de los grandes
monumentos del cine, aunque con Jose Mari tendríamos que conformarnos con algo
a mitad de camino entre Abuelo made in Spain y El regreso de la momia.
“La ocurrencia genial del
Chat Mire Usté ha sido resucitar el lema de la iniciativa ciudadana contra ETA,
¡Basta ya!, para utilizarlo a modo de pedrada preventiva contra una posible
amnistía a favor de los líderes independentistas catalanes que ni siquiera está
en marcha. Ya sabemos que las amnistías en este país sólo son válidas para
defraudadores fiscales en masa, torturadores franquistas o ministros implicados
en los GAL, mientras que los indultos a terroristas y el acercamiento de presos
etarras fueron firmados por el propio Jose Mari en los tiempos en que hablaba
catalán en la intimidad y euskera en sueños. Por otro lado, la equiparación de
Puigdemont con un terrorista internacional resulta bastante arriesgada, salvo
que se descubra que su peinado está poniendo en peligro otra vez la capa de
ozono.
“En 1987, Jose Mari se
disfrazó del Cid Campeador, con espada, capa, casco y cota de malla, para un
reportaje fotográfico de El País Semanal que intentaba arruinar su imagen para
siempre y acabó por transformarlo en el adalid de la derecha durante décadas. Con
el bigote frondoso que gastaba entonces Jose Mari, más que al Cid se parecía a
Superlópez. Muchos años después, Abascal intentó una foto parecida y le salió
otro meme: dos poses marciales para dos líderes vírgenes en cuestiones
castrenses que ni siquiera hicieron la mili.
“Con todo, la
transustanciación entre el héroe castellano y el antihéroe madrileño era más
fiel a la verdad que a la leyenda, puesto que el Cid fue un mercenario que
peleaba al servicio de moros o cristianos según le diera el aire. Tampoco era
muy buena idea traer a España a la boca cuando aún faltaban varios siglos para
que España echara a andar. Al Cid que realmente se parece Jose Mari es al Cid
Cabreador, aquella infame película protagonizada por Ángel Cristo mientras
descansaba del circo y les daba un respiro a los leones. Para circo el que le
van a montar a Feijóo en Madrid con un acto contra la amnistía antes de que
España se rompa un poco más, como siempre”.
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