“No sé si les suena la película”
David Torres explica,
bajo este título en Público, cómo, en las películas de catástrofes, nunca falta
el personaje que, por maldad, estupidez, desconocimiento o todo junto, consigue
que la catástrofe sea veinte o treinta veces más gorda de lo que hubiera sido
sin su intervención. “Es todo un clásico el político que se sacó la carrera en
una tómbola, gracias al dinero de papá; que se ríe de los científicos porque
llevan bata y porque él tiene un primo -al que no ve desde que iba en
pantalones cortos- que llegó a ser el hombre del tiempo en un canal de
madrugada. No avisa del maremoto o del tifón o del volcán en erupción hasta que
ya es demasiado tarde; la movida le ha pillado pescando truchas, almorzando
arroz a banda o tonteando con una señora, a veces practicando las tres
actividades a la vez, ya que estos políticos son gente muy ocupada y no suele
atender al teléfono así les llame el Papa Francisco. No sé si les suena la
película.
“También está el servidor
público que se debe ante todo a la economía, que no puede permitir que los
negocios cierren un lunes por la tarde, que la hostelería se vaya a pique, que
la gente no coja el coche y empiece a quemar el tubo de escape: imagínate las
pérdidas en restaurantes, supermercados, discotecas y gasolineras; casi mejor
que venga un huracán y arrase la región por unos cuantos años, que por lo menos
harán negocio los sepultureros, los periodistas carroñeros y los
parapsicólogos. Por ejemplo, en Tiburón, de Steven Spielberg, hay un alcalde
que decide mantener las playas abiertas pese a que le han advertido que un
escualo enorme está merendando bañistas crudos, pero su prioridad es salvar la
temporada veraniega, aunque sea al precio de doce o trece cadáveres. No sé si
les suena la película.
“Cualquiera con dos dedos
de frente, incluso con un dedo, calificaría al alcalde de Tiburón
(repulsivamente interpretado por Murray Hamilton) como un demente, un imbécil
irresponsable y un homicida sin escrúpulos. Sin embargo, muchos años después,
Boris Johnson, en su papel de alcalde de Londres, aseguraba que Murray Hamilton
era el auténtico héroe de la película, lo que da una idea, primero, del gusto
cinematográfico de Boris Johnson, y luego del de sus votantes. La lección es
que, en la secuela de Tiburón, realizada y ambientada varios años después de la
primera, Murray Hamilton sigue felizmente al mando de ese pueblecito tan
proclive a la depredación submarina. Seguro “que lo eligieron por mayoría. No
sé si les suena la película.
“Si los cineastas de
Hollywood, en lugar de rodar esas películas catastróficas en Florida o en
California, las rodaran en España, no tendrían que echar mano de guiones
truculentos ni novelas apocalípticas: les bastaría con leer el periódico o
mejor, asomarse a la ventana. Ni siquiera necesitarían inventarse un munícipe
psicópata, obtuso y medio idiota: con poner a un gobernante del PP al frente,
los desastres naturales y artificiales van a multiplicarse exponencialmente, ya
sea a base de incendios, accidentes ferroviarios, lluvias torrenciales o
pandemias en residencias de ancianos. Teóricamente, un gobernante del PP
debería dar más miedo que un terremoto o un tiburón asesino, pero a la gente le
gusta el estilo Murray Hamilton. Que no cierren los bares y que siga la fiesta.
No sé si les suena la película”.
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