viernes, 6 de junio de 2025

“Biden un robot, Trump Robocop”.

Así es el título de este artículo de David Torres, publicado en Público, en el que comienza recordando las ideas que Trump suelta al día. “Hace poco soltó una cuando menos inquietante en la que su antecesor en el cargo, Joe Biden, fue ejecutado en 2020 y sustituido por un robot. Lo escribió en uno de esos mensajes donde miente a tres mil pulsaciones por minuto, aunque hubiese sido fantástico ver cómo lo decía ante las cámaras con ese aplomo categórico que no deja el menor resquicio a la duda”…

“Sin embargo, hay evidencias flagrantes de que Trump es uno de los grandes genios de nuestra época. Lo dijo, sin ir más lejos, Iker Jiménez, un auténtico especialista en genios, conspiraciones mundiales, yetis, fantasmas, ovnis y chupacabras. Lo que ocurre es que Trump, al igual que Musk, tiene que disimular sus enormes conocimientos para no apabullar a sus fans, ya que el modelo de político que triunfa hoy día consiste en comportarse como un idiota, hablar como un idiota y parecer idiota perdido. En esto, como en tantas otras cosas, Trump es un auténtico maestro: ha conseguido que su cociente intelectual dé dos vueltas de campana.

“La verdad es que Trump no ha hecho más que certificar una sospecha que muchos albergábamos desde que vimos a Biden dando la nota, confundiendo nombres y liándola parda en recepciones y ruedas de prensa. Entre sus balbuceos y lapsus de memoria, parecía que hubiese un muerto viviente a los mandos de la Casa Blanca, pero, según Trump, ya estaba muerto antes de jurar el cargo y tuvieron que reemplazarlo por un robot. Teniendo en cuenta cómo hablaba, cómo se movía y las órdenes que firmaba, debía de tratarse de un robot de cocina. Tampoco es que hubiera mucha diferencia. Un robot con un dedo de frente habría tenido algo más de cuidado antes de prender fuego a la guerra en Ucrania y dar su beneplácito al genocidio en Gaza.

“En uno de los relatos de sus Diarios estelares, Stanislaw Lem cuenta la historia de un planeta donde todos los habitantes son robots que odian a los humanos, a los que denominan ‘viscosones’. Cuando Ijon Tichy aterriza en el planeta, disfrazado de robot, es descubierto enseguida y enviado a prisión: pronto descubre que su carcelero, su abogado y todos los robots que pretenden acabar con él son, en realidad, humanos disfrazados que llevan demasiado tiempo inmersos en la farsa como para revelar algún día la verdad. Lem escribió el relato como una sátira de la dictadura comunista, pero su eficacia va mucho más allá de su circunstancia histórica y por eso puede aplicarse también a la nuestra: un mundo donde la gente no muestra la menor empatía ante la desgracia ajena y donde el horizonte último de la felicidad humana consiste en acumular capital.

“En ese mundo, Trump es el líder supremo, un robot enloquecido que agarra a las mujeres del coño, pretende comprar Groenlandia al peso, denuncia el exterminio de granjeros blancos en Sudáfrica, pone de moda los aranceles multimillonarios y está llevando la economía estadounidense hacia la recesión. Es posible que Trump fuese asesinado hace ya tiempo y el botarate chillón que está al volante no sea más que un prototipo de Tesla al que Elon Musk ya no controla de ninguna manera, un Robocop encolerizado con los inmigrantes, obsesionado con su predecesor y totalmente fuera de control. El balazo que le pasó rozando ya nos estaba dando pistas. A ver si el verdadero peligro no era la Inteligencia Artificial, sino la necedad —ni artificial, ni natural— la necedad a secas”.

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