viernes, 20 de junio de 2025

“Manos sabias”.

 

“Mis hijos me dejaron en una residencia … y me quitaron todo. Así que decidí construirlo todo otra vez, pero sin ellos.”

Vinieron un domingo, con sonrisas falsas y cajas vacías. Me dijeron que me llevarían “a descansar”. Me bajaron frente a un hogar de ancianos… y nunca más regresaron. Ya lo habían hecho todo: vaciaron mi cuenta, vendieron mi carro, y me dejaron ahí como si fuera un mueble viejo. Me dolió más que la traición… el silencio. Meses enteros sin llamadas. Ni cumpleaños. Ni un “¿cómo estás?”. Solo soledad y techo compartido con otros como yo: olvidados.

Pero en esa tristeza encontré algo que nadie esperaba: talento. Uno hacía muebles con las manos, otro era contador jubilado, otro sabía coser, uno pintaba como un genio. Y yo… yo todavía tenía cabeza para hacer negocios. Les propuse una idea: montar una pequeña marca de productos hechos por nosotros, los “viejos”. Ellos se rieron al principio. Pero luego, con lo poco que teníamos, empezamos: cojines, cuadros, agendas. Le pusimos de nombre “Manos Sabias”.

Vendíamos por internet, los nietos de algunos nos ayudaban con redes, y poco a poco los pedidos crecieron. Salimos en una nota de televisión. Luego en revistas. En dos años, montamos una fundación, creamos empleo para más de 120 adultos mayores en hogares como el mío. Hoy tenemos una planta, una tienda física, y distribuimos en todo el país. Cada producto que vendemos dice lo mismo: “hecho por alguien que el mundo olvidó, pero que aún tenía mucho por dar”.

Hace poco, mis hijos vinieron a buscarme. Perdieron todo lo que robaron. Me pidieron ayuda. Les ofrecí algo mejor: trabajo. Les dije: “Aquí no se hereda nada… todo se construye”. Solo uno aceptó. El otro se fue con la cabeza baja. Yo ya no tengo rencor. Porque lo que me dejaron como abandono… yo lo transformé en propósito. Hoy soy más que un padre. Soy el fundador de una familia que nadie ve… pero que vale oro.

“No todos los que te dan la espalda te derrotan… a veces, solo te empujan hacia tu verdadero destino.”

(Don Álvaro Castaño)

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