domingo, 27 de septiembre de 2020

Situación catastrófica: la música agoniza. Y… viernes negro para el Rey.

Profesionales de los espectáculos protestaron el pasado jueves, 17 de septiembre, en 28 ciudades españolas, sumándose así a la convocatoria para denunciar la situación de su sector por el parón del coronavirus y para demandar ayudas al Gobierno. Miles de profesionales tomaron las calles, arrastrando otras tantas cajas de materiales utilizadas en los eventos para llamar la atención sobre el estado de “alerta roja” del sector. Según datos facilitados por Europa Press, en torno a 25.000 personas participaron en esta protesta masiva, en 25 ciudades españolas: Alicante, Albacete, Badajoz, Barcelona, Bilbao, Córdoba, Girona, Granada, Ibiza, Las Palmas de Gran Canaria, Lleida, Logroño, Lugo, Madrid, Málaga, Murcia, Oviedo, Palma, Pamplona, Santiago de Compostela, Sevilla, Tarragona, Valencia, Valladolid, Vitoria y Zaragoza. En todas ellas se mantiene una distancia mínima por motivos sanitarios, que los asistentes cumplen en todo momento. Los manifestantes tienen cajas similares a la de equipamiento que pueden verse en los escenarios de conciertos. Y las portan consigo hasta llegar al punto de protesta. Para concluir con los actos, se lee un manifiesto —a través de una voz anónima en el que insta a las Administraciones Públicas a que “adquieran un compromiso firme para abordar la problemática del sector de una manera transversal”. Y se reclama una mesa de trabajo en la que están implicados los Ministerios de Cultura y Deporte, Turismo, Industria, Trabajo, Hacienda y Asuntos Económicos. Entre las reclamaciones del manifiesto, una “reactivación inmediata” de las agendas culturales y de eventos de las administraciones públicas, “bajo el estricto cumplimiento” de todos los protocolos de seguridad sanitaria. También incluyen propuestas para trabajadores autónomos, por cuenta ajena, empresas y el sector de manera global. 

Manifestación convocada por la asociación ‘Alerta Roja Eventos’ en Madrid.

Iván Espada, el portavoz de "Alerta Roja" (forma parte del movimiento internacional '#redalert' '#wemakeevents', en el que actualmente hay siete países adheridos), recuerda que el problema al que se enfrenta el sector está relacionado también con la celebración de conciertos. Y advierte que se encuentran “al borde del colapso”. “No se ha alcanzado la visibilidad y concienciación necesaria para afrontar los problemas y todavía no sabemos cómo se aplican las nuevas ayudas anunciadas. Pero ahora, la víspera del evento, vienen las autoridades y te lo cancelan alegando precaución, a pesar del plan de seguridad con medidas estrictas. Eso nos hunde”. Pese a que todavía no manejan cifras de desempleo en el sector, sí avanza que el volumen de trabajo ejecutado en esas fechas es de un 10%, en relación a años anteriores. Asimismo, recuerda que las pérdidas de este sector en directo ascienden a 660 millones de euros. Todos mantienen la misma imagen, lema y dirección, y el próximo día 30 de los corrientes se unirán en el Global Day, con todos los profesionales de todo el mundo.


El sector de la música agoniza ante la falta de medidas para sobrevivir a la crisis del coronavirus.

“La crisis económica del coronavirus está afectando prácticamente a todos los sectores. El verano ha estado marcado por la situación de la hostelería o el turismo, pero el descalabro económico es todavía más agudo si cabe en profesiones precarias y escasas de regulación. Es el caso de los músicos en general y, en particular, el de las actuaciones en vivo. Durante estos meses veraniegos, se han tenido que cancelar o aplazar conciertos, se ha visto reducido el espacio de los recintos y se siguen demandando ayudas al Gobierno para intentar sobrevivir con incertidumbre en mitad de una situación adversa de la que ni siquiera se atisba el final”. Así lo explicaba José Antonio Luna en Eldiario.es de hace diez días. Artistas, productores y asociaciones reclaman ayudas para hacer frente a un sector que la crisis de la COVID-19 ha situado al borde del colapso. “Se estima que somos en torno a 700.000 personas que, en este momento, están en su mayoría paradas. Y la parte de los artistas es la más visible, pero no es la única”, explica Ana Alonso, de Alerta Roja, un movimiento donde se incluyen asociaciones, empresas y profesionales a título individual que el pasado día 17 convocaba una serie de movilizaciones con la intención de dar visibilidad a la situación que están viviendo todos los profesionales que forman parte del sector del espectáculo y con todos los profesionales que lo componen. “Hubo una llamada por parte del Ministerio de Cultura con la idea de sentarse y hablar, pero las asociaciones se sienten completamente abandonadas y engañadas”.  De hecho, Alerta Roja decidió no acudir a una reunión programada por el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, porque creyeron que era más prudente contar con la presencia de otros ministerios considerados necesarios para poner una solución, como son los de Turismo, Hacienda o Trabajo. 


 Movimiento 'Alerta Roja' en el Palacio Real de Madrid.

Con el lema "Aleta Roja. Hacemos Eventos”, el mundo de la cultura, sus creadores, técnicos, profesionales y toda su industria, se movilizó el pasado día 17, arrastrando otras tantas cajas de materiales utilizadas en los eventos para llamar la atención sobre el estado de “alerta roja” del sector. Miles de profesionales de los espectáculos tomaron las calles para denunciar el estado alarmante del sector por el parón del coronavirus y demandar ayudas al Gobierno. En las redes y en las ciudades, actores, directores, cantantes, humoristas, músicos, escritores y un amplio espectro de profesionales relacionados con el mundo de la cultura, se presentaron. Figuras como Alejandro Sanz, Clara Montes, Toni Zenet, Carmen Linares, Diana Navarro, Valderrama, Daniel Holguín, Joaquín Cortés, Jesús Cimarro, Pilar Boyero, Lolita, y un larguísimo etcétera se manifestaron por todo el país.  El impulsor de la iniciativa fue M.U.T.E. (Movilización Unida de Trabajadore/as del Espectáculo), un movimiento “espontáneo”, como ellos mismos lo definen, nacido con el propósito expreso de pedir al Gobierno central “una toma de medidas urgentes para regularizar y dignificar a los trabajadores del sector cultural”. Y animaron a todo el mundo a aportar su granito de arena al movimiento. Además, “Alerta Roja” reclamó una serie de medidas para el sector, como el establecimiento de ayudas directas a autónomos y empresas del sector que acrediten una disminución del volumen de ingresos superior al 50% en relación con el ejercicio anterior, y la aplicación del IVA reducido en los sectores vinculados a la Industria Cultural, del Espectáculo y Turismo de Congresos, Reuniones y Eventos, como medida dinamizadora de la actividad. También solicitó medidas concretas para autónomos y empresas. Las previsiones de Kin Martínez, presidente de la Federación de la Música de España (Esmúsica) que engloba a las nueve asociaciones más importantes del sector, y mánager de artistas como Xoel López o Vetusta Morla, no son del todo optimistas: “El sector productivo de la cultura está en peligro de extinción. Y si perdemos la cadena de valor, al no tener formación pública y reglada, la recuperación no es que vaya a ser difícil, es que no la va a haber”.


El ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes.

Pese a que, en un principio, el Gobierno no pretendía anunciar medidas específicas para la cultura (“primero la vida y, después, el cine”, decía Rodríguez Uribes), finalmente cedió a las presiones y, en marzo, aprobó unas ayudas de 75 millones de euros, de los cuales 38 fueron destinados a las artes escénicas y la música. Posteriormente también se aumentó la dotación presupuestaria de ayudas a la música hasta superar los 16,5 millones de euros, que siguen siendo consideradas insuficientes para un sector que, según el último Anuario de Estadísticas Culturales del Gobierno, aporta a España un 3,2% del PIB. “Si España va a recibir de Europa 140 mil millones de euros para el fondo de recuperación, lo lógico sería que la cultura de este país tenga el 3,2% de esa cantidad”, apunta el representante de Es Música, que pone como ejemplo el plan rescate de 2.000 millones de euros del Gobierno francés aprobado para la cultura después de que ya concediera otros 5.900. Sin embargo, en España no se percibe un marco jurídico unificado que permita la tranquilidad del promotor, “incluso cumpliendo una serie de medidas de seguridad, ya que, prácticamente, hasta el día que celebran el evento, no saben si van a contar con la autorización o no de la comunidad autónoma”, explica Belén Álvarez, abogada encargada de representar a la Asociación de festivales de Música (FMA). Es un problema porque, como añade la portavoz de Alerta roja, “los promotores están asustados y, si ellos no arriesgan apostando por un evento toda la cadena productiva que va detrás, no trabaja”. Juan Aguirre y Eva Amaral han aplazado su gira principal y actuaciones multitudinarias hasta 2021 para realizar una serie de conciertos acústicos en recintos con aforo limitado. Pablo Muzquiz, vicepresidente del Sindicato Profesional de Músicos, destaca uno de esos sectores: el de las verbenas. “La situación es realmente catastrófica. Todo se ha quedado parado porque los ayuntamientos han suspendido sus fiestas populares. Esta gente, que durante cuatro meses se pega una paliza tremenda, ahora se ha quedado a cero porque solo viven del verano y este ya se ha acabado”. 

Joaquín (Kin) Martínez Silva, director de EsMúsica.

Existe otro problema añadido: las restricciones del aforo. “Si se puede viajar en tren, pegado a otros durante cuatro horas, ¿por qué no se puede ir a un club de jazz? En el metro de Madrid puedes ir apiñado, pero no puedes ir a un concierto con las medidas sanitarias adecuadas”, critica Muzquiz. En la misma línea se sitúa Juan Aguirre, que destaca cómo en todo momento se ha respetado el protocolo de Sanidad en las más de 20 actuaciones que llevan en su gira acústica. “Invitaría a nuestros representantes públicos, empezando por el ministro de Cultura y su equipo, a que recibieran información fiel de cómo se organiza un concierto en un espacio como el del festival de Alcalá de Henares, donde caben 13.000 personas y hay 800 separadas”, añade. Por su parte, el ministerio de Cultura señala que los aforos “son competencias autonómicas”. El pasado mes de mayo, el Gobierno puso en marcha una serie de medidas para apoyar a la música, como líneas de créditos o acceso extraordinario a la prestación por desempleo, pero de ellas se quedaron fuera una gran parte de profesionales. “Me consta que mucho menos de la mitad se pudieron beneficiar de esas medidas. Al no estar regulados con un convenio colectivo específico del sector, como el famoso Estatuto del artista, cuando se producen normativas genéricas se deja a mucha gente fuera”, observa Kin Martínez. Lo más urgente, según la portavoz de Alerta Roja, “es que, desde marzo, hay gente que no está cobrando ni un solo euro, lo que significa que hay familias pasándolo mal y sin miras a una recuperación a corto plazo”. Y el presidente de EsMúsica propone: “Tenemos que trabajar en el futuro, para que no nos pille una situación de precariedad como en la que estamos ahora mismo. Pero para eso necesitamos doctrinas unificadas. No tiene sentido que tengamos 17 normativas diferentes. Así es imposible plantear las giras y un desarrollo normal de la actividad”, propone el presidente de Es Música además de muchas otras soluciones recogidas en el informe elaborado por la federación desde marzo y que, desde entonces, buscan ser escuchadas.

Ismael Serrano: “La cultura está menos subvencionada que el automóvil”.

El cantautor Ismael Serrano, en un debate sobre el problema que existe en España con el reconocimiento del músico, dice algo que no ocurre en otros países: “En Francia son políticas de estado asumidas por todo el espectro político, y la cultura es algo a proteger, por la derecha y por la izquierda. Aquí no. Y eso hace que no sea tenida en cuenta cuando llega una crisis de estas características y que se planteen dicotomías falaces como la de ‘cómo vamos a gastar en cultura si hay que gastarlo en Sanidad’”. Como medidas urgentes, el cantautor pide que se solucionen con el estatuto del artista los problemas laborales a los que se enfrentan los trabajadores y reclama ayudas. “Sostener la cultura con medios aforos no se puede. Y cada vez que dices algo, te llueven las críticas porque cargamos con un sambenito que no es justo. La cultura está menos subvencionada que el automóvil”, responde haciendo referencia a aquellos que esgrimen que los artistas viven de las subvenciones.

Sala Milwaikee

Alejandro Luque contaba el pasado domingo en Eldiario.es que, en sus 23 años de andadura, la sala Milwaukee de El Puerto de Santa María (Cádiz) ha visto a músicos tan variopintos como Betty Missiego, La Unión, Mikel Erentxun, Chano Domínguez o la Vargas Blues Band. “Y hubieran sido muchos más si el pasado 14 de agosto no se hubiera visto obligada a cerrar sus puertas hasta nuevo aviso. La orden llegaba de la Junta de Andalucía, que prohibía cualquier manifestación de ocio nocturno a causa de la pandemia de la COVID-19, incluidas las salas de conciertos. Era el final de una larga agonía que empezó el pasado mes de marzo y siguió con el lento desconfinamiento. ‘Hemos estado haciendo conciertos con un aforo reducido a un 40 por ciento —lamenta Carlos, el gerente de la sala—: 60 sillas separadas un metro y medio, siguiendo las directrices a rajatabla, con mascarillas y gel de manos… y hemos durado dos semanas’. La Milwaukee lleva cancelados 25 de los conciertos que tenía programados para este año, algunos con onerosos billetes de avión ya pagados, y sus responsables dan el año por perdido. “Estamos haciendo reservas con condiciones para 2021”, dice Carlos con dudas. ‘Pero lo cierto es que el sector entero está llorando. Hay miles de músicos y técnicos que se han quedado sin trabajo y carecen de ayuda alguna. Me llaman a diario para ofrecerme conciertos de lo que sea, de diez personas, de ocho. Estamos todos agonizando’. Por otro lado, el entrevistado quiere matizar que la protesta del 17 de septiembre ‘no es porque se hayan cancelado las giras. Había una situación de emergencia sanitaria y la hemos encajado con resignación. El problema es que para el Ministerio de Cultura no existimos. Se han elaborado protocolos para seguir con los rodajes, por ejemplo, pero no para festivales y eventos, un sector autosostenible que hasta ahora no ha necesitado ayudas públicas. A lo mejor por eso no nos echan cuenta’, protesta. Y aunque el foco se está poniendo en el actual Ministerio de Cultura, donde ‘ni conocen el sector ni tienen interés en conocerlo’, hay más interés en tantear soluciones en los de Trabajo o Hacienda. ‘El tema es que como industria nunca hemos figurado. No hay una visión de conjunto de este desastre, como cuando se cierra una fábrica de Seat y sí se visualiza que 5.000 trabajadores vayan a la calle. Pero los de la música somos mucho más. Y somos creadores y difusores de cultura: tras el impacto económico, habrá que evaluar el daño que se está haciendo a la cultura de este país”. 

El artista plástico Grayson Perry presenta su último hallazgo creativo en la galería Victoria Miro.

“La pandemia escribe Juan Losa en Público bajo el título ‘¿Ha muerto el artista?’— ha puesto de relieve el potencial de la industria cultural, quizá porque su materia prima se crece cuando más lo necesitamos. De hecho, no resulta descabellado asegurar que nunca como en el confinamiento se ha visto, escuchado y leído tanta creación. Y entonces ¿por qué malviven nuestros creadores? ¿Por qué nuestros artistas se dan de bruces una y otra vez con una realidad que les empuja al pluriempleo y a la falta de derechos? Frente a los suculentos beneficios de las grandes corporaciones dedicadas al entretenimiento, nos topamos con toda una estirpe de autores en franco declive que, aferrados a una vocación que apenas les proporciona sustento, se siguen autodenominando músicos, pintores, guionistas o escritores. La supuesta panacea de las plataformas de streaming, tan en boga durante el confinamiento, muestra su cara más perversa conforme se analizan sus cifras. Veamos, por ejemplo, las plataformas de música, un escaparate del que nadie quiere apearse, máxime si nos atenemos a que entre 2013 y 2018 el mercado digital en nuestro país ha pasado de generar el 40% al 71% de los ingresos de la industria de la música, según el anuario de la SGAE a partir de datos de Promusicae, convirtiéndose en ‘el elemento más importante de la economía vinculada a la música grabada’…Según Pedro Buil, profesor colaborador de la UOC especialista en industria cultural, ‘todas estas plataformas han hecho resurgir a nivel macroeconómico a una industria que estaba herida de muerte, así lo indican las cifras que manejan, pero es inevitable preguntarse también a quién está beneficiando este buen momento’. Sobra decir que a los músicos no”.

Cultura, un salto al vacío.

Como decimos, la gente sigue consumiendo cultura. No es una industria cuya materia prima haya quedado obsoleta, la gente sigue necesitando de cultura sobre todo cuando vienen mal dadas y se buscan otros mundos en este. “La oferta no ha disminuido (más bien al contrario), lo que ha pasado es que se ha abaratado la producción hasta tal punto de que son muchos los autores que asumen los costes y tratan de monetizar parte de lo invertido subiendo sus creaciones a la red. El ecosistema al que se enfrentan estas obras prioriza lo cuantitativo, lo que implica que tendrán que lidiar con una ingente cantidad de contenido. ‘Además —incide Buil— no hacen un pago directamente proporcional al peso que debería tener un artista determinado por el número de reproducciones, sino que las grandes compañías ejercen presión sobre Spotify para que sus artistas tengan mejores condiciones’. Así las cosas, sin el apoyo (o mejor dicho; sin el lobby de una mayor) ya puedes tener talento... La aritmética aquí no tiene muchas vueltas. Si el precio de la mano de obra se devalúa, la oferta se multiplica y el reparto de los beneficios está en manos de unos pocos muy pocos, las migajas sobrantes conforman la dieta extrema de la gran mayoría de autores. Con la economía patas arriba y un escenario precovid que ya era el sálvase quien pueda, vivir de la cultura en nuestro país se ha convertido en algo cercano al privilegio. La actividad creativa, con su elevado grado de intermitencia y flexibilidad, implica vivir en una economía de guerra durante años. ¿Puede uno vivir de la vocación? La respuesta es sintomática, y nos habla de un modelo que privilegia a unos pocos, que serán los que finalmente produzcan la cultura que consumimos. La radiografía más reciente de la AISGE (Artistas e Intérpretes Sociedad de Gestión), fechada en 2016, desvelaba que sólo el 8% de los actores y actrices de este país ganaba más de 12.000 euros al año, mientras que el resto no llegaba ni a mileurista. El sector del arte, por su parte, no es más halagüeño. Según un estudio de la Fundación Antonio de Nebrija, en 2017 solo el 15% de los artistas españoles podían permitirse el lujo de vivir de sus obras. ¿Quién sobrevive a algo así? Muy fácil, aquellos artistas cuyas rentas familiares o patrimoniales les permiten desempeñar sus labores creativas”.


Felipe VI

Joaquín Urías, describe desde CTXT al “rey que no amaba a la monarquía”. Comienza recordando que, con su soberbia, sus inclinaciones derechistas y sus ataques al Gobierno, Felipe VI está haciendo más que nadie para acabar con la institución que representa. “Jurídicamente, el rey es un no-poder. No tiene voluntad propia, más allá de la gestión de su casa y su patrimonio. Políticamente, su única función es dejarse hacer. En nuestra norma suprema tiene un estatus de símbolo; parecido al de la bandera. Su papel público no es muy diferente al de una imagen de madera que se paseara para invocar a la lluvia o agradecer el final de un terremoto. Eso es lo que dice la Constitución. Sin embargo, sociológicamente, el rey es la conexión con los poderes fácticos que controlaban el país a finales del franquismo. Al rey se le mete en la Constitución como garantía de continuidad que tranquiliza a los poderes económicos tanto como a la Iglesia o el Ejército. En el proceso constituyente, esos poderes lucharon por otorgarle unas facultades de mediación que le hubieran permitido tener control sobre el Gobierno y el Parlamento. Afortunadamente, se impuso la razón y en el texto final de la Constitución aparece desprovisto absolutamente de cualquier facultad de decisión. Pero, la carga simbólica como representante de la constitución material del país nunca la pierde”…

Urías recuerda que, “en octubre de 2017, el rey Felipe tuvo la intervención más desafortunada de todo su reinado. Presionado por esos poderes fácticos impuso su voluntad a la del Gobierno de Rajoy y forzó un discurso belicoso en el que se presentaba sólo como el monarca de quienes no votan al independentismo. “No se sabe si ese día decidió que ya se había quitado la careta o, tras aquello, las presiones de ‘los suyos’ han ido en aumento, pero lo cierto es que, desde entonces, los actos del rey parecen guiados por una voluntad irredenta de acabar con la monarquía. La pésima gestión de los escándalos de corrupción del rey honorario, ahora huido en el golfo Pérsico, se ha combinado con los continuos desplantes al Gobierno progresista de una Casa Real que se siente cómoda en manos de la ultraderecha. Hace poco, con ocasión del homenaje a las víctimas de la covid, no tuvo reparos en atacar al Gobierno por su homenaje civil y apostar con descaro por la ceremonia organizada por el sector más radical de la Iglesia católica. Estos días el entorno del rey vuelve a cargar contra una decisión del Gobierno: no se ha cortado en transmitir a la opinión pública el deseo del monarca de asistir a una entrega de despachos judiciales en Cataluña a la que el Gobierno había decidido que no fuera. Constitucionalmente, el rey no tiene más voluntad que la del gobierno democráticamente elegido en cada momento. Es el gobierno, que encarna la voluntad popular, quien tiene la facultad de dirigir políticamente a la sociedad. Solamente el gobierno salido de las urnas puede valorar la oportunidad o no de la presencia del rey en uno u otro acto. Para garantizarlo, la Constitución establece en su artículo 56 la nulidad de cualquier acto del rey que no cuente con el refrendo gubernamental. Felipe VI parece que no está contento con este sometimiento a los poderes democráticos electos. Maniobra con descaro en apoyo de las tesis más conservadoras minando deliberadamente la autoridad del Gobierno. En una actuación inédita en cualquier monarquía parlamentaria, el propio monarca ha azuzado a la judicatura y la derecha política contra el Gobierno. Reivindica con ellos que su papel está en Cataluña, apoyando a un poder judicial cada vez menos imparcial en su lucha contra el independentismo. Así, nuevamente, quiere imponer su posición política conservadora sobre las decisiones del Gobierno progresista. Es absurdo pensar que nadie haya advertido al monarca de los peligros para su institución que conlleva este desafío. Al confrontar al Gobierno, Felipe VI no sólo se echa en manos de la España más reaccionaria, sino que rompe brutalmente con el papel constitucional del rey. Si lo hace es porque está convencido de que ya se ha roto la baraja. La única explicación lógica es que actúa pensando ya en una ruptura constitucional en la que la izquierda plantee la solución republicana. Parece creer que le conviene más recabar nuevamente los apoyos del Ejército, la Iglesia, los jueces y la ultraderecha agresiva para imponer de nuevo la corona en un escenario de conflicto. Así que se salta las reglas del juego. Pero se equivoca. La monarquía parlamentaria es un sistema democráticamente aceptable, pero sólo si quien la ejerce se somete a los poderes democráticamente elegidos. Con su soberbia, sus inclinaciones derechistas y sus ataques al Gobierno, Felipe VI está haciendo más que nadie para acabar con la monarquía. Tal vez sea un irresponsable o tal vez simplemente añore el exilio”.

Este año se evitó esta foto, lo que provoca ls protestas de la derecha.

El pasado día 25, viernes negro para el rey, la polémica decisión del Gobierno de cancelar la visita del jefe del Estado a Barcelona en donde debía presenciar la entrega de los despachos a la nueva hornada de jueces españoles abrió una crisis institucional de incierto desenlace entre varios poderes del Estado. Sánchez decidió impedir a Felipe VI asistir a la ceremonia de entrega de despachos de los jueces en Cataluña para “evitar la fotografía” del Jefe del Estado con Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ. Al parecer, el hecho de que Felipe VI se fotografiase este año al lado de Lesmes era para la Moncloa una imagen que evitar. Y evidencia la voluntad de Sánchez de deslegitimar a Lesmes, impidiendo una foto al lado del Rey cuando los socialistas buscan su sustitución del Consejo General del Poder Judicial. Y el propio Rey Felipe VI comunica telefónicamente a Lesmes dejándole caer que le “hubiese gustado” acompañarle en el acto de entrega de despachos a los nuevos jueces. El ministro de Consumo, Alberto Garzón, critica de “insostenible” la posición de la monarquía, a la que acusa de incumplir el principio de neutralidad que marca la Constitución y de maniobrar “contra el Gobierno democráticamente elegido”. “La posición de una monarquía hereditaria que maniobra contra el Gobierno democráticamente elegido, incumpliendo de ese modo la Constitución que impone su neutralidad, mientras es aplaudida por la extrema derecha, es sencillamente insostenible”, escribe en su cuenta de Twitter. El líder de IU tampoco deja de opinar en referencia a la polémica ausencia del rey Felipe VI en el acto de entrega de despachos a los nuevos jueces que se celebraba en Barcelona. Horas más tarde, el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, también opina sobre este asunto en su cuenta de Twitter: “Respeto institucional significa neutralidad política de la jefatura del Estado, renovación de los órganos judiciales en tiempo y forma, actuaciones de la fuerza pública proporcionales”. Y el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, critica la llamada del rey Felipe VI a Lesmes y cuestiona la legitimidad democrática de la monarquía. “El Rey (no le ha votado nadie) llama a Lesmes (mandato caducado hace dos años) para quejarse juntos del gobierno de coalición (fruto de la mayoría parlamentaria tras elecciones generales)” señala Echenique en su cuenta de Twitter. El mismo viernes, el PP estalla contra el ministro de Consumo. El partido de Pablo Casado considera que esas palabras deberían conllevar su dimisión o cese inmediato. El presidente de la formación tilda de “intolerables” las palabras de los miembros del Gobierno. “Los ataques del Gobierno al Rey son intolerables. Si Sánchez no desautoriza inmediatamente a su vicepresidente y ministros será responsable de la más grave crisis institucional de nuestra historia reciente. Y actuaremos con firmeza contra esta subversión del orden constitucional”, señala en cuenta de Twitter. El periodista Antón Losada fue claro con la situación: “Que la Casa Real diga que fue una llamada de cortesía es inaceptable y cobarde. Solo un imbécil o alguien con muy mala intención puede ignorar el ruido que iba a armar”.


Fotomontajes, imágenes y fotos sorprendentes.


Ayuso y sus paridas.

Ella ya se encarga de todo.

Pues ya estamos en plena distopía.

Pandemia mundial que aprovecha una líder descerebrada para imponer “Confinamientos de Clase” y establecer represión policial en barrios pobres. Eso sí, en connivencia con el Gobierno del Estado, que le baila el agua a semejante despropósito. (Skakeo FanZine)






En mayo, Ignacio Aguado, candidato de Cs a la presidencia de la Comunidad de Madrid, y Begoña Villacís, la candidata a la alcaldía de Madrid, inauguraban terrazas y en septiembre, gel en el Metro.

A media mañana del pasado martes, la Comunidad de Madrid convoca a la prensa para anunciar nuevas medidas de seguridad en el Metro de Madrid. El escenario elegido: la estación de Avenida de América. Ignacio Aguado, vicepresidente de la Comunidad de Madrid y Ángel Garrido, consejero de Transportes, aparecen juntos, directos a rociarse las manos con un dispensador de hidrogel colocado en estos días. “Se trata de echarse el gel a la entrada y a la salida del Metro”, explica el consejero de Transportes, quien asegura que, con los nuevos dispensadores, se llegaba a un “50% de los usuarios del metro”. Aguado, quizás consciente de que se esperan otras medidas, interviene para pedir que no se demonice el transporte público. “Los contagios no se producen en el transporte público, sino en reuniones familiares y sociales”, insiste intentando llevar el asunto por otros derroteros. Entre una situación y otra hay 4 meses de diferencia, 4106 kilómetros de distancia y una abismal diferencia sobre cómo gestionar una crisis sanitaria. “No es necio el que hace la necedad, sino el que, hecha, no la sabe encubrir”, que decía el escritor Baltasar Gracián. “Soy incapaz de entender estos niveles de idiotez —ironizado Rubén Sánchez en Twitter—. Por su parte, Antonio Maestre escribe en su web: “La única explicación es que los madrileños son muy gilipollas y por eso votan a sus mejores representantes”...


Creo fehacientemente que a Aguado y a Ángel Garrido se les ha ido la mano con esto del hidrogel en el metro. (Rodrigo LzMz)

La cantante Juliette Gréco, musa del barrio Latino de París después de la Segunda Guerra Mundial, murió el pasado miércoles en Ramatuela (Provenza), a los 93 años. Nacida en Montpellier en 1927, Gréco formó parte de la resistencia y sufrió prisión. Después de la Segunda Guerra Mundial se trasladó a París y, en el barrio de Saint Germain des Près, conoció la ebullición intelectual de la riba izquierda en los años 50. Fur en el bar Montana donde conoció a los existencialistas Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, en la Martiniquaise Rhumerie habló con el escritor Albert Camus, y en el bar Pont-Royal, con el filósofo Maurice Merleau-Ponty. Se adentró también en el cine, como en la película Orphée de Jean Cocteau.



El corredor keniano Abel Mutai estaba a pocos metros de la línea de meta, pero se confundió con la señalización y se detuvo, pensando que había terminado la carrera. Iván Fernández, un corredor español que en ese momento estaba justo detrás de él, al darse cuenta de lo que estaba pasando, comenzó a gritar al keniano que siguiera corriendo, pero Mutai no sabía español y no entendía. Al darse cuenta de lo que estaba pasando, Fernández empujó a Mutai a la victoria. Un periodista le preguntó a Ivan: “¿Por qué hiciste eso?” Ivan le respondió: “Mi sueño es que algún día podamos tener una especie de vida comunitaria en la que nos empujemos y nos ayudemos mutuamente a ganar”. El periodista insistió: “Pero ¿por qué dejaste que ganara el keniano?” Iván corrigió: “No lo dejé ganar, él iba a ganar. La carrera fue suya”. El periodista insistió, y, de nuevo preguntó: “Pero tú podrías haber ganado”. Iván lo miró y respondió: “Y ¿cuál sería mérito de mi victoria? ¿Cuál sería el honor de esa medalla? ¿Qué pensaría mi madre de eso?”. (Dean Krispin)

Rincones de Mallorca (Binissalem) Paco Bailón.


Holy Crab.

Llegó el otoño.

El humor en la prensa de esta semana: Forges, El Roto, Peridis, Eneko, Pat, Manel F., Vergara, J. R. Mora, Indigoras y Pachi, Ferrán, Samsón, Enrique…








Ayuso al timón.

Ayuso tiene un metro.

Ayuso versus virus.

La estrategia sui géneris de Ignacio Aguado

No vemos ni la punta del iceberg

Pongamos que hablo de Ignacio Aguado

Ayuso, al resumen.


Una comisión.

El cambiazo.
Madrid me mima.




La nueva normalidad escénica.

 La igualdad de oportunidades desgraciadamente aún es una asignatura pendiente. 

El humor de Pep Roig, desde Mallorca: Sainete, Así es, así os parece, Todos sabios, Pandemia de expertos en la materia, Derechizacionandosesísimo, No toca…







Los vídeos de esa semana:

Los músicos y artistas sufren precariedad laboral histórica y abandono normativo.

Día de la Resistencia Antifranquista. A 45 años de los últimos fusilamientos de Franco.





Les feuilles mortes, cantada por Juliette Creco, que murió con ellas.

Quizá una de sus canciones más celebradas fue La chanson des vieux amants, de Jacques Brel.






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