Camión de la Junta Delegada del Tesoro Artístico de Madrid cargando
obras para su traslado, junto al Museo del Prado.El pasado miércoles,
Laura García Higueras recordaba en ElDiario.es las 5.000 obras de Cultura
incautadas por el franquismo y abría el camino para reclamarlas. En el listado
se incluían objetos como vajillas, vasijas, cuadros, mantones, abanicos, joyas,
prendas de ropa y ornamentos litúrgicos cuya devolución podrá ser solicitada
por aquellas personas que encuentren bienes de su titularidad. El actual ministro
de Cultura, Ernest Urtasun, anunciaba la
publicación del inventario de los bienes incautados durante la Guerra Civil y
la dictadura franquista. En la investigación, realizada en los dieciséis museos
estatales, se han identificado 5.126 objetos entre los que se incluyen
vajillas, vasijas, mantones, cuadros, joyas, prendas de ropa, abanicos y
ornamentos litúrgico. Las personas que localicen un bien de su titularidad
podrán presentar su registro en el Ministerio y se procederá al estudio “caso
por caso” para proceder a su devolución. “Con la publicación de este inventario
—expresaba Urtasun— nos convertimos en el primer
ministerio en dar cumplimento al mandato marcado por la Ley de Memoria
Democrática”. Y ensalzaba el “trabajo heroico y pionero” que se realizó durante
la Segunda República para “proteger el patrimonio artístico y cultural”. La
mayoría de las piezas proviene de incautaciones realizadas por la Junta del
Tesoro Artístico creada por su Gobierno para salvaguardar temporalmente los
bienes artísticos de los daños de la guerra. “Queremos ofrecer un espacio
privilegiado a la ciudadanía para seguir conociendo la verdad de nuestra
historia”, añadió, “y retornar todos aquellos bienes que puedan ser
identificados por sus legítimos dueños”. Cuentan con un informe realizado por
la Abogacía General del Estado, que es el que establece los criterios para
proceder a estas devoluciones. Entre los objetos recogidos se encuentran un
relieve del Museo Nacional de Escultura y una acuarela de Joaquín Sorolla. La
investigación ha sido realizada por la Dirección General de Patrimonio Cultural
y Bellas Artes en las colecciones de los museos estatales gestionados por el
ministerio de Cultura.
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Alumnos de la Escuela de Bellas Artes fijando los carteles originales,
ejecutados por ellos mismos, en defensa del tesoro artístico.Las nueve instituciones
que han identificado bienes procedentes de incautaciones realizadas durante la
Guerra Civil e inmediata posguerra están: el Museo del Traje-Centro de
Investigación Etnológico, el Museo Arqueológico Nacional, el Nacional del
Romanticismo, el Museo Nacional de Artes Decorativas, el Nacional de
Antropología, el Nacional de Artes Decorativas, el Nacional de Antropología, el
Museo de América, el Museo Sorolla, el Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias
González Martí y el Museo Nacional de Escultura. Además, se ha identificado una
pintura conservada en la sede del ministerio de Cultura con el mismo origen. Y
piezas de la colección Weissberger en el Museo de Artes Decorativas, incautadas
a este coleccionista y marchante de arte por el Tribunal de Responsabilidades
Políticas. Pese a que las obras fueron devueltas una vez fue absuelto de los
cargos, aún se conservan piezas que fueron depositadas en la pinacoteca. El
portal en el que ha sido publicado el inventario y que ya puede consultarse, incluye
el listado de bienes y fichas de la mayoría de las piezas en las que se
continúa trabajando para completar la información en las próximas semanas.
Igualmente, se ha procedido a la digitalización de los libros de inventario de
la Junta del Tesoro Artístico y la documentación de la Junta Delegada republicana
de Madrid y del Servicio de Recuperación Artística, la institución franquista
encargada de la devolución de las incautaciones al finalizar la guerra. El
gobierno de la Segunda República creó la Junta del Tesoro Artístico (JTA)
durante los primeros días de la sublevación militar. Una institución dedicada a
proteger los bienes culturales de los saqueos y bombardeos para almacenarlos en
depósitos seguros. A medida que las tropas franquistas fueron ocupando
territorios, crearon el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional
(SDPAN) que, al finalizar la contienda, se debía encargar de la devolución de
las obras a sus propietarios. Los bienes que no fueron devueltos acabaron
depositados en distintas instituciones y museos. La investigación realizada
permite trazar el recorrido de las piezas desde su incautación hasta la
actualidad.
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Josep Renau (Valencia, 1907 - Berlín Este, 1982)Josep Renau (Valencia,
1907 - Berlín Este, 1982) fue uno de los máximos artífices de la salvación del
tesoro artístico español de los bombardeos franquistas. “Fue una actuación
vanguardista y pionera para el resto de Europa en la Segunda Guerra Mundial”,
afirma Isabel Argerich, responsable hasta su jubilación de la fototeca del
Instituto de Patrimonio Histórico Español y comisaria, junto a Judith Ara, de
la exposición Arte protegido del Museo del Prado. A pesar del sonado éxito de
la evacuación del patrimonio español, “en 40 años no se hizo prácticamente nada
para poner en valor la figura y la obra de Renau, sólo de manera puntual y
anecdótica para cubrir el expediente”, denuncia Javier Parra, secretario
general del Partido Comunista del País Valenciano y discípulo político y
artístico del genial autor. El
testimonio de Renau, publicado en 1980 por el Ayuntamiento de Valencia, y la
desaparecida editorial Fernando Torres, fue reeditada en una reproducción
facsímil por el consistorio. Arte en peligro, 1936-39 narra “los esfuerzos para
la conservación y defensa del patrimonio artístico” durante la Guerra Civil,
explica la edil Glòria Tello. Si bien hay muchas leyendas épicas, la crónica de
Josep Renau no lo es. Antes de los primeros bombardeos de la aviación
franquista sobre Madrid —del 14 al 25 de noviembre de 1936— las obras de primer
orden del Museo del Prado ya habían sido retiradas y protegidas. Renau,
director general de Bellas Artes del Gobierno de Francisco Largo Caballero,
inició los trabajos de evacuación junto con sus colaboradores. Todos —a pesar
de su extraordinaria labor— acabaron exiliados: Josep Renau, Antonio Deltoro y
Roberto Fernández Balbuena, en México; José Lino Vaamonde, en Venezuela, y
Timoteo Pérez Rubio en Brasil. Se dio ‘prelación’, según relata Josep Renau, ‘a
las obras de primera categoría, con preferencia a las de autores nacionales.
“Luego se efectuó la selección de los tapices, objetos históricos y libros
según el mismo criterio, hasta poner a salvo todos los objetos de nuestro
tesoro artístico histórico de valor fundamental”, agrega. La protección de las obras fue precisa y
minuciosa: “Se utilizaban exclusivamente papeles impermeables, travesaños
especiales en las cajas para evitar los alabeos de los paneles, estudiando en
cada caso particular la conveniencia de conservar o retirar los marcos que, a
veces, producen estos alabeos o, contrariamente, los evitan, según su
construcción, su estado de conservación o sus dimensiones”. Además, la
envoltura exterior estaba “totalmente impermeabilizada contra los riesgos de
humedad, lluvia, nieve”. Las 22 expediciones recorrieron el trayecto entre
Madrid y Valencia con las obras maestras del Museo del Prado, incluidas 381
pinturas y 181 dibujos de Goya. “No hay que olvidar que estos transportes
tuvieron que efectuarse en plena guerra y bajo la constante amenaza de los
aviones: fue preciso aprovechar las noches más oscuras, parar los motores y
apagar los faros a la más mínima alerta. Se comprenderá mejor la ardua tarea
que se impusieron un grupo de artistas, profesores, técnicos, oficiales y
simples soldados para coadyuvar al salvamento del Tesoro Artístico de España”.
La labor de catalogación, incluyendo la “consignación de las más mínimas
incidencias de cada obra en un fichero especial”, no fue menos ardua. “Cerca de
dos mil lienzos de primera categoría, sin contar los libros preciosos y tapices
célebres, pasaron por estos trámites antes de acceder a lugar seguro”, apunta
Renau.
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Gabriel García Márquez buscó trabajo y nunca lo encontró, por lo menos
en aquellos días en París.Por otra parte, no pocos
de los escritores sudamericanos pasaron parte de su vida en Francia o en España
antes de darse a conocer con sus obras literarias. Gabriel García Márquez buscó
trabajo en París y nunca lo encontró por lo menos en aquellos días. “Las
dificultades materiales eran cada peores en aquellos días. No podía trabajar
porque necesitaba una carta de trabajo y no conocía a nadie que pudiera dármelo
además de no hablaba francés. A veces conseguía botellas vacías y las cambiaba,
y con esto defendía mi vida. Estuve tres años viviendo de milagros cotidianos.
Esto me produjo unas amarguras tremendas. Yo estaba en un grupo de
latinoamericanos en la misma situación. Habíamos descubierto que si uno
compraba un bistec el carnicero regalaba un hueso y se hacía un caldo. A veces
uno pedía prestado el hueso para hacer su caldo y lo devolvía. En aquella época
yo vivía en un hotel que se llamaba Hotel de Flandre. Los administradores se
llamaban M. y Mme. Lacroix. Cuando me quedé sin un centavo, les hablé y les
dije que no podía pagarles y me dejaron quedarme en la buhardilla. Pensaba que
esa situación iba a durar uno o dos meses, pero me quedé un año y no tuve nunca
con qué pagarles. Por aquí también pasó Mario Vargas Llosa que se hospedó en el
Hotel Wetter y cuando entré en ese hotel me encontré con que los
administradores eran los mismos señores Lacroix. Y lo formidable es que Mario
se encontró en una situación idéntica en 1960 y le dijeron lo mismo, que
subiera a la buhardilla, y él también se quedó mucho tiempo sin poder pagar.
Gracias a eso yo escribí ‘El coronel no tiene quien le escriba’ y Mario
escribió ‘La ciudad y los perros’. París no ha cambiado, soy yo quien ha
cambiado”. Ellos, junto a Julio Cortázar
y Carlos Fuentes, fueron los exponentes centrales del
boom latinoamericano.
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“Si me preguntas por qué escribo…” (Eduardo Galeano)Eduardo Germán María
Hughes Galeano, periodista y escritor uruguayo, nacido en Montevideo en septiembre
de 1940 y muerto en el mismo lugar en abril del 2015, es considerado como uno de los escritores más
influyentes de la izquierda latinoamericana. Sus libros más conocidos son “Las
venas abiertas de América Latina” y “Memoria del fuego”, traducidos a veinte
idiomas. “Si me preguntas por qué escribo —confiesa—
te diría que nací tartamudo, vengo de una familia económicamente pobre, fui
hijo único, siempre la pasé solo porque era la burla de los chiquillos de la
cuadra. En mi soledad me la pasé leyendo los libros viejos de papá, que él ya
había olvidado por falta de tiempo, tenía que alimentar una familia. Estos libros viejos, despedazados, me
salvaron la vida, me enseñaron a volar, a conocer otros mundos. Así que crecí
leyendo y soñando. Mi padre me decía: ‘hijo mío, eres tartamudo, deja de leer
tonterías, tienes que estudiar, aunque sea un oficio porque más no podrás, si
sigues así esta sociedad te va a destrozar’. Pero, seguí leyendo, porque leer
me enseñó que no soy menos que todos, ni mejor ni peor, solo soy diferente. De
pronto con 8 añitos me di cuenta de la vida, un auto con un alcohólico al
volante mataba a mi único amigo. Conocí la vida, una hoja en blanco en la que
puedes escribir lo que sea. Pero hay reglones que no dependen de ti, sino de
otros. Y me volví a encerrar en mis libros. Un día, aún con 8 añitos, escribí
parte de mis sentimientos y se los enseñé a mi padre, quien los vio y dijo: ‘muy
bien, pero tonterías pocas eh’. Así que empecé a escribir para mí y me dejó de
importar si alguien lo iba a leer o si iba gustar. Además, me di cuenta de una
cosa, ¡que leyendo o escribiendo no era tartamudo, no era el niño ‘retrasado’
de mi colonia! ¡Era genial, porque ya no me trababa, ya no me quedaba
paralizado! Así que decidí seguir a mis libros, y también a la escuela como
quería mi padre. Leer, dibujar y escribir fue mi salvación. Descubrí que la
felicidad no es ser rico o famoso, sino aprender a amar, lo que te hace sentir
en la piel tus sueños, y te enseña a sonreír cuando tu alma ya no tiene fuerza.
Era solo un chiquillo que soñaba. Nunca entendí por qué mi padre lloraba cuando
me veía en silencio, nunca me dijo una grosería cuando me veía escudriñando las
nubes por horas, nunca me dio una nalgada, nunca me trató mal, solo lloraba. A
mí padre no lo puedo culpar de nada, ni cuando llegué a los 19, 20 años y me di
cuenta que no solo era tartamudo y zurdo, sino que también era adoptado y como
regalito con un diagnóstico de autismo. Nunca lo supe hasta que fui adulto,
entonces entendí a mi padre, quería lo mejor para mí, pero no sabía cómo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhYdgYKZI1Wimhq5AlEmnY6VI7ssOoldEYl7lI5yK8AZAtEOvTq64Hkb4UkTXzxsIZJH2cJuqfE4U6VXObbDPPXsPtvG01IMW17FWSZQ4bIZOmX7iyQhs4qHyozx6I-tBtoZTu8vr-BLMA9dHyska-WN22MJE-QN6wOjpD4C-b4bqChxTCa3EwCAe7NqGk/w400-h266/1.%206.%20Eduardo%20Galeano,%20uruguayo%20de%20nacimiento%20ylaitnoamericano%20por%20opci%C3%B3n%20y%20cullura..jpg)
Eduardo Galeano, uruguayo de nacimiento y latinoamericano por opción y
cultura.“Iba a una escuela donde
yo era el bufón de la clase y la mayoría de maestros se burlaban de mi
condición. Había una maestra de matemáticas que me hacía responder cuánto eran
2 más 2, y yo respondía, ‘cua, cua, cuatro’, y ella decía: ‘¿Verdad que parece
un pato?’, y todos reían. Imagínense como era mi escuela. A los 12 años, llegó
el día más triste y más feliz de mi vida, cuando la maestra de literatura dijo:
‘¡Redacción, tema libre!’. Yo escribí un cuento con la mayoría de la gente
normal: ‘¡Mi mamá me mima’. Era de 5 páginas, porque mi mente iba más rápido
que mis palabras. Pero, la maestra me puso un cero. Le pregunté: ‘¿Por qué un
cero?’. Me miró y dijo delante de toda la clase: ‘Mira, hijo, mejor te vayas
buscando un trabajo porque eres un inútil, tú no sirves para nada’. Y añadió: ‘no
sueñes’ ¡Se imaginan decirle a un niño de 12 años que no puede soñar! Aquel día me fui llorando a casa. Nunca lo
olvidaré, cerré la puerta de mi cuarto y dije: ‘¿Alguien cree en mí?’ Vamos a
ver: Mi padre nunca me vio un niño fuerte. En la escuela pensaban que era un
ser inferior, sufrí acoso escolar, palizas por ser tartamudo, y entendí que los
violentos eran unos cobardes cagados de miedo... Pero, ¿qué creen?, cada golpe
me hizo más fuerte, seguí mi sueño, no pudieron conmigo, así que ese día,
llorando, me di cuenta que sí había una persona que creía en mí. ¿Saben quién
era? Yo, y era suficiente. Y, secando
mis lágrimas, me dije: ‘Mi padre me ama, mi madre me parió, la escuela sabe más
o menos quien soy, pero el único que sabe lo que llevo dentro y el único que
conoce mis sueños, ¡soy yo! Fui tras ellos, y nadie iba a cortarlos. Hice lo
que me hace feliz: escribir, escribir mucho, y curar corazones, llevo años
ejerciendo la cardiología, me construí un nombre en la medicina, y ¿qué creen?,
ya no tartamudeo. Aunque aquí entre amigos, les confieso que de vez en cuando
lo hago un po, po, poco. He seguido mis sueños y ahora encuentro placer en un
mundo que nunca quiso darme un empujón, a no ser para el barranco. Hoy al mundo
que me despreció le digo: Gracias a ustedes soy lo que soy. Y sigo escribiendo
porque la vida es esa”. Eduardo Galeano visitó España en el verano del 2008. Su
principal encomienda era, según sus propias palabras, “encaminar a la
criatura”. Es decir, ayudar a la difusión de su más reciente libro, Espejos.
Una historia casi universal (Siglo XXI Editores), una sinfonía de relatos que
habla de la vida y de la muerte, del amor y del desamor; en definitiva, de los
grandes contrastes de la historia de la humanidad.
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Galeano y Onetti.Nacido
igualmente en Montevideo, en julio de 1909 (31 años antes que
Galeano) y muerto en Madrid, en mayo de 1994, Juan Carlos Onetti Borges fue
considerado uno de los narradores más importantes de su país y de la literatura
hispanoamericana. Precursor de la novela moderna y la literatura
existencialista, obtuvo el prestigioso Premio Miguel de Cervantes en 1980 y el
Gran Premio Nacional de Literatura de Uruguay, en 1985. La escritora uruguaya
Cristina Peri Rossi considera que Onetti es “uno de los pocos existencialistas
en lengua castellana” y Mario Vargas Llosa lo llamó “uno de los grandes
escritores modernos, y no sólo de América Latina”. No obtuvo el reconocimiento
que merecía como uno de los autores más originales y personales, que introdujo
sobre todo la modernidad en el mundo de la literatura narrativa. [...] “Su
mundo era más bien pesimista, cargado de negatividad; eso hizo que no llegase a
un público muy vasto”. Por su parte, Rodrigo Fresán se refirió a ‘La vida
breve’ como a una de las más grandes novelas latinoamericanas y señaló que es
posible que, subliminalmente, Onetti no resultase atractivo a mentes simples
porque toda su literatura giraba alrededor de la épica de la derrota. “A pesar
de que en sus primeras ediciones la novela no tuvo mucho éxito, no tardó en ser
reconocida como una de las novelas más innovadoras de su tiempo, y aún hoy en
día es considerada como una de las obras más importantes de la lengua española.
No tenía ni veinte años y Onetti andaba jugando a la gallina ciega en las
noches del mundo. Estaba siempre en cama, por pereza, por tristeza, rodeado de
pirámides de puchos, tras una muralla de botellas vacías. Y se sentía en la
obligación de emitir frases inteligentísimas. Miraba al techo y no abría la
boca más que para bostezar, fumar y beber, lenta sueñera, pitadas lentas,
tragos lentos, y quizás mascullaba algún fruto de sus prolongadas meditaciones
sobre la situación nacional e internacional: ‘La cosa se jodió —decía— el día
que los milicos y las mujeres aprendieron a leer. Sentado a su orilla, yo
esperaba que él me dijera que aquellos cuentitos míos eran indudablemente
geniales, pero Él callaba y, a lo sumo, gruñía o me estimulaba así: ‘Mirá,
pibe. Si Beethoven hubiera nacido en Tacuarembó, hubiera llegado a ser director
de la banda del pueblo’”.