martes, 15 de abril de 2025

Querellas campechanas.

 

El rey emérito Juan Carlos I, saluda al entonces presidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla, en una imagen de archivo.

Bajo este título, David Torres escribió el pasado viernes en Público un artículo que así empezaba: “El rey Juan Carlos se ha embarcado en una deriva judicial de imprevisibles consecuencias. Primero se querelló contra Revilla, el Rey de las Anchoas en Lata, y ahora se querella contra Corinna Larsen, la Amiga Entrañable, dos personajes lo bastante populares como para merecer, ya que no títulos nobiliarios, al menos sobrenombres homéricos y rimbombantes. No se sabe muy bien cómo puede acabar esto, porque lo mismo el emérito le coge el gusto al papeleo y se querella luego contra Bárbara Rey, contra el elefante de Botsuana y contra el oso Mitrofán, tres mamíferos que, cada uno a su modo, se interpusieron en su camino tiempo atrás. Cualquier día le cae otra querella al Rey del Cachopo.

Así continuaba: “Por lo visto, tanto Revilla como Corinna han atentado contra el honor real, esa excepcional figura jurídica con la que los españoles hemos levantado dramas, tragedias, epopeyas, medio Siglo de Oro y hasta un párrafo de la Constitución sobre el que se sostiene el resto del mamotreto, igual que otro elefante cabeza abajo haciendo equilibrios sobre la trompa. En España, el honor es un tema muy serio, tan espinoso que se requiere la ayuda de jueces y leguleyos para aclararlo, y tan antiguo que se remonta, por lo menos, al Poema del Cid, si es que no se remonta a Atapuerca. Aunque Lope y Calderón escribieron varias obras de teatro al respecto, fue Muñoz Seca quien actualizó definitivamente el problema del honor en La venganza de don Mendo, un astracán estrenado en 1918 con más de un siglo de antelación.

Y así terminaba: “En efecto, varios expertos han señalado que, para ser consecuentes, la demanda contra Corinna debería haber sido redactada en octosílabos mientras que a la de Revilla le irían mucho mejor los tercetos encadenados. Alardear de honor en un tribunal no parece una estrategia muy hábil a estas alturas, cuando la figura del emérito permanece indisolublemente unida a múltiples escándalos de adulterios en serie, delitos fiscales, cuentas opacas, comisiones y maletines de billetes introducidos en Barajas a través de sus asesores. Por ejemplo, durante su primer asalto en los juzgados salió a la luz —además de varios detalles repugnantes de espionaje, acoso y difamación—, que Corinna se negaba a devolverle 65 millones de euros porque, según ella, eran un regalo, mientras que, según él, simplemente le pidió por favor que se los guardara. Ni Muñoz Seca habría podido superar los alegatos”.

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