jueves, 6 de noviembre de 2025

La película 7.291 de Woody Allen.

 

Isabel Díaz Ayuso y el cineasta Woody Allen.

David Torres reconoce, en Público, que la obra de Woody Allen, desde que ha cambiado el cine por la geografía, no levanta cabeza. “Va por ahí filmando sus neurosis, por Roma, por Barcelona, por Donosti, tropezando con tópicos y manierismos: un cocinero que despacha siempre el mismo plato, lo sazona con ingredientes extranjeros y cada vez le sale peor...

 “Allen participó este verano por videoconferencia en un festival de cine en Moscú, donde alabó el cine soviético y coqueteó con la idea de filmar su próxima película en la capital rusa. No nos imaginamos a Woody Allen viendo ‘El acorazado Potemkin’ sin hacer al menos tres chistes sobre la célebre secuencia de la escalinata (‘No sé quién diablos será el bebé que conduce ese cochecito, pero si sobrevive, debería agenciarse un Fórmula 1’). Una de sus comedias más divertidas (La última noche de Boris Grushenko) era una sátira disparatada sobre la literatura rusa, pero hoy, por desgracia, resulta imposible reemplazar a Diane Keaton y cambiar a Tolstoi por el polonio. Zelenski le amonestó por esta iniciativa que podía derivar en un monumento a Putin, sin caer en la cuenta de que él mismo (un payaso que hace de presidente y un presidente que hace el payaso) podía terminar de protagonista sin que Allen tuviera que esforzarse mucho.

“Al final, Ayuso se ha adelantado y le ha ofrecido al cineasta un millón y medio de euros para que ruede su próximo proyecto en Madrid, aunque bajo ciertas condiciones. El nombre de la capital de España tiene que ir incluido en el título (igual que en Vicky, Cristina, Barcelona); un mínimo del 15% de las localizaciones tendrán que rodarse en exteriores, en lugares reconocibles y característicos de la capital; y habrá al menos una escena fuera del entorno urbano en otro emplazamiento típico de la Comunidad. Podría ser la primera película de Allen ambientada exclusivamente entre vallas, socavones y perforadoras, con un capataz de obras obsesionado por los taladros que encuentra los restos de Cervantes en una de las múltiples y absurdas excavaciones que amenazan con hundir la ciudad, se los lleva al alcalde, que está distraído planeando un toldo gigantesco que cubra el parque del Retiro, y los huesos de Cervantes acaban en un cocido.

“Posibles títulos para la película: ‘Isabel, Miguel Ángel, Madrid, cervezas al por mayor’. O bien: ‘Esperanza, Ignacio, Cristina, Isabel, Madrid por los suelos’. O bien: ‘Atún, Madrid, Almeida, faz penosa’. O bien: ‘Metro, Madrid, sardinas en lata’. Hay muchas posibilidades, aunque de momento el largometraje lleva el título provisional de ‘WASP 2026¡, que no habrá que confundir con ‘7.291 de Madrid al cielo’, una película de terror que seguimos viviendo en riguroso directo, aunque Ayuso y la Justicia no dejen de tomársela a cachondeo. Un millón y medio de euros es más bien calderilla para un proyecto cinematográfico, pero tampoco íbamos a gastarlo en remendar los boquetes de la Universidad Complutense, que está que se cae a cachos.

“No es que a la presidenta le interese gran cosa el cine -la cultura ya ni te cuento-, sino atraer más turistas a la capital, una de las pocas cosas que en Madrid más bien sobran. Una pena que Allen ande de capa caída, porque para llevarse limpia la pasta le bastaría producir un documental sobre Ayuso, sus múltiples ocurrencias y su titiritero de guardia, algo al estilo de Grizzly Man, de Herzog, que va de un pobre hombre que se va a Alaska a cuidar osos y acaba devorado por uno. Aquí, entre atascos identitarios, obras interminables, concebidos no nacidos, emigrantes del aborto y calles llenas de mierda, nos comen vivos el oso y el madroño. Pero qué risas, colega”.

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