21 de febrero. El golpe.
Recuerdo estos días los acontecimientos del 23-F de 1981. Y pese a los fallos de memoria que, de vez en cuando, sufro, no puedo olvidarme de lo acontecido aquella tarde-noche en las Cortes. Una serie de periodistas que vivieron con pelos y señales las álgidas horas y con los que me entrevisté posteriormente, me recuerdan aquel intento de golpe de Estado. Fue una noche muy larga entre galeradas de pánico, noticias de vértigo y rumores de sables.
Uno de los primeros periódicos que reaccionaron fue "El País", dirigido en aquellos momentos por Juan Luis Cebrián, quien sacó una edición extraordinaria de su periódico en la que contaba lo que estaba pasando en aquellas horas. Cuando confirmó que habían ocupado TVE y que Miláns del Bosch había decretado el Estado de excepción en Valencia, Cebrián comprendió que aquello iba en serio y supuso que también llegarían al periódico. "Hablé con la Zarzuela, con Sabino Fernández Campo, con Fernando Gutiérrez, con Balsemaro, entonces primer ministro portugués, y con otras personalidades, hasta que vimos el alcance que aquello podía tener".
Su primera obsesión fue la de sacar la edición extra, antes de que los golpistas llegaran. "Si triunfaba el golpe –me recordó Cebrián, quien explicaba la explosión de El País, en gran medida, gracias a ese golpe de Estado fallido–, daba igual que la sacáramos o no, porque ya estábamos sentenciados. Y si no triunfaba, era nuestra obligación. Así que publicamos de mala manera una edición de treinta mil ejemplares con dieciséis páginas, porque queríamos que saliera a toda costa antes de que los golpistas llegaran y nos la secuestraran. Salió a las diez de la noche y se agotó en una hora. En los días siguientes, tiramos hasta medio millón por día".
Pedro J. Ramírez, director entonces de "Diario 16", se disponía a salir para acudir a una reunión que tenía con Juan Luis Cebrián. Intentaban construir una posición conjunta frente a la demanda de ETA militar que pedía a ambos directores que publicaran una serie de documentos como condición para dejar en libertad a los cónsules por ella secuestrados. "En el momento en que yo me disponía a salir para esta reunión –me recordó Pedro, J. Ramírez– me llegó el télex que anunciaba lo ocurrido. Los primeros instantes fueron de desconcierto. Luego, hubo unos minutos de seria angustia, cuando RNE y TVE dejaron de emitir. No es que nos preguntáramos que haríamos si vinieran los militares, sino qué hacemos ahora que vienen. No era una suposición gratuita, porque, como hemos sabido después, un pelotón del regimiento de Saboya de Leganés llegó a estar montado en sus camiones para tomar "Diario 16".
Paradójicamente, para Ricardo Utrilla, ex director de Publicaciones de "Cambio 16" y ex presidente de Efe, aquella noche no resultó nada aburrida. "Llegué a la redacción por la tarde y me contaron lo sucedido. Al principio nadie aceptaba que se tratara de un golpe de Estado, excepto un argentino que de eso entendía bastante. Pero, cuando vimos que iban en serio, dijimos ‘que nos cojan, al menos, confesados’, y nos fuimos con el abogado de la casa a tomar unos berberechos al vapor con una botella de Riveiro bien fría. Estuvimos en el bar hasta las nueve, siguiendo los acontecimientos por la radio. De ahí fuimos a las Cortes para intentar entrar. Pero todo estaba acordonado. Un clan de extrema derecha gritaba: ‘Tejero, mátalos’. Otro grupo de izquierdas los abucheaba. La policía cargó pero no hubo ninguna resistencia por parte de los ultras que desaparecieron, con lo cual nos dimos cuenta de que no había mucho fervor bélico patriótico. Al final, me marché a casa donde seguí los acontecimientos por la radio y la televisión. Cuando salió el Rey, sentí un gran alivio y comprendí que todo estaba controlado".
Fue una vivencia periodística apasionante, angustiosa en algunos momentos, en la medida en que fue transcurriendo la secuencia de los acontecimientos. Hasta que el Rey salió en la televisión. Sólo entonces de la angustia se pasó al relativo sosiego.
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