7 de agosto. El tiempo transexualizado del verano
Las noches pasadas no sufrí, como en los últimos días, un exceso de calor, sino, al contrario, tuve que arroparme con una manta. Más que fresco, hacía un frío incipiente de otoño. Llovió ligeramente y estuvo todo el día nublado. Yo le llamo “el tiempo transexualizado del verano” porque es un tiempo sorprendente, como si cambiara repentinamente de sexo. Suele ocurrir todos los años por estas u otras fechas (en el 2001 sucedió el 16 de junio, justo en la virgen del Carmen), sólo por unas horas o unos días, lo cual da cierto malhumor a la gente que se ha desplazado de vacaciones y que se ve obligada repentinamente a abrigarse y o a resguardarse de la lluvia, sin ropa apropiada para el caso. A mí, en cambio, y pese a mi signo astrológico de Leo, me divierten estos cambios insospechados de temperatura tanto por lo inesperado e insólito de unos días fríos que sacan a uno del contexto veraniego, como por lo agradable que resulta volver a sentir la lluvia sobre el rostro cuando el calor debería achicharrarnos.
Po lo general, no me disgusta lo contradictorio, lo inexplicable (que sin duda tiene una explicación científica), lo absurdo, lo extravagante, dentro de su pomposidad manifiesta, y lo estrafalario, por lo que supone de raro y carente de experiencia. Me encanta improvisar, crear algo nuevo, descubrir nuevas fronteras porque creo que es lo que más dimensión da a mi vida. Es una prueba de que sigo vivo y de que no me he aclimatado al tedio ni a la costumbre que mata toda iniciativa.
Tal vez por eso miro con buenos ojos este tiempo de perros, de pocos amigos, de contradicción e intriga, cuando perros y gatos, amigos y enemigos, intrigas y contradicciones, son parte de mi vida. Al margen del tedioso acontecer de cada día, unos días nublados, una lluvia o un temporal en medio de la claridad y sopor del estío, te rompen todo el esquema de lo establecido. Sin embargo, para mí suele ser el signo refrescante de que no todo sigue igual en esta vida.
Po lo general, no me disgusta lo contradictorio, lo inexplicable (que sin duda tiene una explicación científica), lo absurdo, lo extravagante, dentro de su pomposidad manifiesta, y lo estrafalario, por lo que supone de raro y carente de experiencia. Me encanta improvisar, crear algo nuevo, descubrir nuevas fronteras porque creo que es lo que más dimensión da a mi vida. Es una prueba de que sigo vivo y de que no me he aclimatado al tedio ni a la costumbre que mata toda iniciativa.
Tal vez por eso miro con buenos ojos este tiempo de perros, de pocos amigos, de contradicción e intriga, cuando perros y gatos, amigos y enemigos, intrigas y contradicciones, son parte de mi vida. Al margen del tedioso acontecer de cada día, unos días nublados, una lluvia o un temporal en medio de la claridad y sopor del estío, te rompen todo el esquema de lo establecido. Sin embargo, para mí suele ser el signo refrescante de que no todo sigue igual en esta vida.
1 comentario:
A mi también me encantan estos ratos de lluvia. Sobretodo si los veo desde la ventana de mi casa. Resulta también un descanso en tantos días de calor, aunque a los que se han ido a la playa no les hará ninguna gracia.
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