Arde el “Campamento de la Dignidad”, en El Aaiún.
En el “Campamento de la Dignidad”, instalado a un paso de El Aaiun (Sáhara Occidental), se albergaban unas 20.000 personas en 7.500 jaimas árabes. Ondeaban las banderas negras a la entrada de las tiendas nómadas, en luto por Nayem El Garhi, un adolescente de 14 años, muerto a manos de la Policía marroquí el pasado 24 de octubre. Y alzaban su voz desde hacía un mes para reclamar los mismos derechos que los habitantes del Sáhara Occidental de origen marroquí: un trabajo, una vivienda y un acceso adecuado al sistema sanitario. Habían venído de “El Aaiún”, la capital administrativa del Sáhara Occidental, y de otras ciudades saharauis, pero también de España. “Yo era cocinero en Playa del Inglés, en Gran Canaria –asegura Jafe, un joven saharaui que, hace once años, había viajado en patera a la isla, obligado por la Policía marroquíe–; pero dejé allí mi trabajo para apoyar aquí a mi gente, a mi pueblo”. Nafe se lamenta de que, a pesar de la “gran riqueza” de recursos naturales de la zona, en el Sahara Occidental “hay desempleo, marginación y el intento de erradicar la identidad saharaui”. Él, como el resto de los que eligieron el campamento, reivindicaban “nuestros derechos” y expresaban “nuestro sufrimiento”. Y confiaban en “resistir” hasta que “se resuelvan nuestros problemas y vivamos dignamente en nuestra tierra”.
Mapa del Sáhara Occidental.
“Sobre el manto de jaimas –escribió para “Público” Eduardo Marín, desde el campamento de Gdem Izik–, el sol cae a plomo y la gente intenta sofocar el calor como puede. Una fila compuesta sobre todo por mujeres hace cola ante un pozo seco. ‘No hay agua, tenemos sed’ se queja Louha, una joven saharaui que ha venido de Canarias a El Aaiún. De repente, llega un camión-cisterna y se desata la alegría. Desde lo alto de la única casa construida, la de los pastores, se observa el mar de jaimas. Al fondo, los camiones del Ejército y el muro construido por las autoridades marroquíes. También se pueden ver varios todoterrenos recoger la basura del campamento. Son los propios saharauis los que se ocupan de la limpieza y no las autoridades marroquíes, como aseguran fuentes de gobernación de El Aaiún. En el comité de organización del campamento, un comunicado en árabe. Traduce Antonio Velázquez, un mexicano que forma parte del comité y del colectivo “Resistencia Saharaui”, quien, hasta hace unos meses, sólo era un músico que vivía en Barcelona: ‘Marruecos usa la estrategia política para atraer a colonos del norte de Marruecos y Mauritania, ofreciéndoles a estos últimos la nacionalidad para la integración en el régimen marroquí’… La idea surgió de un grupo de amigos. ‘No aguantábamos más. Esperábamos este acogimiento por parte de los saharauis pero también creíamos que iba a haber más represión marroquí, como torturas o que destrozaran el campamento a lo bestia, y no ha sido así –cuenta Abdelwahab–. Estamos rodeados, pero nos sentimos libres, aunque siempre dormimos con un ojo abierto’. En el campamento nunca se descansa del todo por lo que pueda pasar, aunque hay un equipo que se encarga de la seguridad.
Fuentes de la gobernación local afirmaban que habían ofrecido 1.400 parcelas de terreno, 100 puestos de trabajo y pequeñas pensiones a viudas y a otros colectivos saharauis con necesidades sociales que se habían comprometido a no formar parte del campamento. Aseguraban que estas ayudas se ampliarían a otros segmentos de la población. Pero, el comité de organización del campamento sostenía que la mayoría de los que recibían estas ayudas eran marroquíes residentes en El Aaiún. Los saharuis del “Campamento de la Dignidad” afirmaban que no iban a negociar mientras se mantuviera el bloqueo de comida, agua, medicamentos, material… Y advertían que no se dejasen engañar por las “falsas promesas marroquíes”. Louha se inspiraba en la muerte de Nayem El Garhi para reforzar el espíritu de lucha. Y declaraba: “No nos vamos a amedrentar. Nos quedaremos aquí. Si él se murió, moriremos todos aquí, con él”. En el Sáhara, los nativos convivían con decenas de miles de colonos marroquíes que, desde los años noventa, Marruecos había trasladado al territorio, ofreciéndoles los mejores puestos de trabajo y todo tipo de prebendas. Hasta que, hartos de sufrir esta situación, un grupo de jóvenes había acampado cerca de El Aaiún para exigir trabajo, vivienda y educación. Y lo que había empezado como una protesta económica, se había convertido en la mayor manifestación de descontento popular desde la salida de España del territorio hacía 35 años.
El Rey, Juan Carlos, en el Aaiun, en 1975.
El 20 de agosto de 1974, España anunciaba que organizaría un referéndum para que los saharauis decidieran sobre su futuro. El 2 de noviembre de 1975, el príncipe Juan Carlos, jefe de Estado en funciones, viajaba a El Aaiún. Y allí mismo declaraba: “España cumplirá sus compromisos y respetará el derecho de los saharauis a ser libres”. El mismo mes y año, Hassan II de Marruecos convocaba la Marcha Verde para forzar la anexión marroquí del territorio. El 6 de noviembre, 350.000 marroquíes llegaban a las puertas del Sáhara. Siete días más tarde, en plena agonía de Franco, España cedía a Marruecos la administración de la parte norte de su antigua provincia y a Mauritania, la parte sur, en virtud de los Acuerdos de Madrid, considerados ilegales a la luz de la doctrina de la ONU. El convenio incluía unos anexos secretos con importantes contrapartidas pesqueras para España. El 26 de febrero de 1976, el último soldado español salía de la que había sido la provincia número 58 de España. En el exiguo plazo de un año, España había cedido la reclamación de la nacionalidad española, que hasta entonces tenía y controlaba. El anuncio se hizo en el BOE, al que los saharauis no tenían acceso. En 1982, el PSOE ganaba las elecciones, pero el nuevo presidente, Felipe González, olvidó el apoyo explícito a la “lucha del pueblo saharaui”. En 1991, el plan de paz de la ONU para el Sáhara proporcionaba a los gobiernos españoles una coartada: su apoyo al plan le serviría para desentenderse del Sáhara e invocar su “neutralidad”. En 2003, el Gobierno de Aznar hizo gestiones en la ONU para suavizar los términos con los que el Consejo de Seguridad diera su apoyo al Plan Baker II, que Marruecos rechazaba. Cinco años más tarde, José Luis Rodríguez Zapatero relegaba los derechos humanos y eludía pronunciarse, en rueda de prensa, sobre la conveniencia de que la misión de la ONU en el Sáhara vigilara los derechos humanos en nuestra ex colonia. Hoy, 36 años después de la primera estancia del entonces príncipe Juan Carlos I, Jefe de Estado en Funciones, la consulta aún sigue sin celebrarse.
En cuanto España salió del Sáhara, Marruecos se apoderó de él e incluso llegó a atacar con napalm a los saharauis que huían por el desierto. Desde entonces, una parte de este pueblo sigue refugiado en los campamentos de Tinduf, mientras que otros saharauis viven en la zona ocupada por Marruecos que carece de título legal, soberanía y administración sobre el territorio. O en Gdeim Izik, el “Campamento de la Dignidad”, en donde las fuerzas militares marroquíes continuaban acantonadas alrededor y en estado de alerta máxima. Los controles de la policía y gendarmería de guerra prohibían y rechazaban la entrada de los medios de prensa extranjeros que intentaban cubrir los acontecimientos que allí iban a suceder. Con la excepción de algunos periodistas que sí lograron infiltrarse. Las exigencias básicas que reclamaba el comité negociador del Campamento para llegar a un acuerdo eran: Retirada de los batallones del ejército y gendarmería de guerra, apertura de los controles para la libre entrada de los medios de prensa bloqueados en la ciudad de El Aaiun, acabar con el rechazo a las delegaciones extranjeras que deseaban acceder para conocer su situación, finalizar la estratagema para manipular a la opinión pública, haciendo creer que algunos saharauis habían abandonado el Campamento después de que se lograran acuerdos en convenio con algunos Chiuj (jefes tribales), lo que no era en absoluto cierto…
Madrugada del pasado 8 de noviembre, en el campamento de protesta de Gdaim Izik.
El pasado lunes, un mensaje de un saharaui era lanzado a las 8 horas, 47 minutos, al mundo para que fuera difundido. Decía así: “COMIENZA LA MASACRE: MARRUECOS ESTÁ ENTRANDO EN GDEIM IZIK: Hace un par de minutos, el helicóptero que sobrevuela el campamento de Gdeim Izik, desde el momento de su instalación, ha comenzado a advertir por un megáfono que Marruecos iba a entrar al campamento. En ese momento, más de 80 camiones de antisisturbios han comenzado a entrar por la zona Este del campamento. Paralelamente, el helicóptero ha comenzado a lanzar bombas de gas lacrimógeno hacia la población saharaui que se encuentra en todo el campamento. Los hombres y jóvenes saharauis han comenzado a resistir la ofensiva defendiéndose con piedras. Las mujeres y los niños están ya siendo desalojadas en Land Rover. Las fuerzas de intervención rápida y los militares ya han comenzado a disparar contra la población que está huyendo, contra las mujeres que intentan resguardarse del gas, mientras que la gente corre hacia los coches y se limpia el gas que les impide respirar y ver. Quienes están soportando la ofensiva, de forma más directa, son los cientos de saharauis que se agolpan frente al ocupante para intentar impedir su entrada y para proteger a la población más vulnerable que se encuentra a sus espaldas. No sabemos si la ofensiva marroquí ha irrumpido por algún otro punto del campamento. Lo que sí sabemos es que Marruecos ya ha comenzado el GENOCIDIO y más de 20 mil personas se encuentran víctimas de él. La ciudad de El Aaiún ya se encuentra en pie. Cientos de saharauis están saliendo a las calles para mostrar su protesta. Los militares marroquíes ya han cerrado todos los controles de acceso al Campamento”…
Policías antidisturbios marroquíes vigilan una calle en el Aaiún.
Las fuerzas de seguridad venían alertando de un ataque inminente por parte de la Policía marroquie. Este había llegado el lunes, cuando apenas el sol se había alzado sobre el horizonte. El estruendo de los helicópteros había despertado a muchos saharauis, a los que se conminó a salir de las jaimas, mientras cientos de antidisturbios y gendarmes rodeaban el lugar. Marruecos, por su parte, impedía a los periodistas occidentales viajar al Sáhara y negaba el mismo lunes la muerte de civiles, incluso del único fallecimiento ya confirmado: el de un hombre de 35 años al que un coche policial atropellara en la céntrica Avenida Esmara de El Aaiún. Para Rabat, las únicas víctimas habían sido cinco de los suyos: dos gendarmes, un miembro de las fuerzas auxiliares y un bombero, que murieron durante el asalto al campamento, mientras que el quinto, también agente de las fuerzas auxiliares, fue apuñalado después en El Aaiún, según MAP, agencia oficial marroquí. El wali (gobernador civil) de El Aaiún, Mohamed Guelmous, justificaba el uso de “botellas incendiarias” por las fuerzas de seguridad, asegurando que los agentes sólo pretendían arrestar “pacíficamente a elementos fuera de la ley”. Bucharaya Betún, delegado del Frente Polisario en España, contabilizaba en un primer momento “entre siete y 12 saharauis” que pagaron con su vida. Varias decenas de personas fueron también heridas y 65 acabaron en los calabozos marroquíes. Activistas de “Resistencia Saharaui” explicaban que “colonos marroquíes, incitados por la policía”, penetraron en las casas de los saharauis para saquearlas y agredir a sus moradores. Pero Marruecos dejaba claro que no quería testigos. Doce periodistas (nueve de ellos españoles) no habían pudido volar de Casablanca a El Aaiún.
Esto no es un desalojo sino una masacre ante la pasividad de España y de la ONU.
Según denuncia el colectivo Sáhara Thawra (organización que agrupa a varios colectivos que luchan por la defensa de los derechos humanos en el Sáhara), hubo esa mañana unos 300 desaparecidos. Muchos de ellos fueron detenidos por el Ejército marroquí y trasladados a una base militar al norte de El Aaiún. Otros, ingresaron en hospitales. Durante la noche, la Policía marroquí entró en numerosas viviendas saharauis, quemando televisores, alfombras y hasta las cabras. Otros responsables marroquíes dieron a entender que unos “delincuentes” habían sido reclutados por el Frente Polisario. Las fuerzas del orden, según el gobernador, “intentaron detener pacíficamente a esos elementos fuera de la ley, pero se toparon con una reacción violenta”. En la misma línea, Istiqlal, el partido en el poder en Marruecos, denunció “el intento de algunas personas por explotar un movimiento social que tiene lugar en el contexto de la libertad, la pluralidad y el aperturismo” y advirtió que no consentiría “el chantaje y la manipulación política” de estos movimientos sociales.
Campamento, después de su destrucción, invadidos por decenas de antidisturbios.
El ataque había comenzado a las 6.45 de la madrugada. Hubo enfrentamientos y gritos en todas partes, silbidos de bala e impactos inconfundibles de bombas de humo y de pelotas de goma. Las fuerzas de orden marroquíes, compuestas por efectivos de la Gendarmería Real y Fuerzas Auxiliares, prendieron fuego a las jaimas y detuvieron a los saharahis que quedaban en el campamento de protesta. Unas horas más tardes, bloquearon la ciudad, a pocos kilómetros del campamento. Un miembro de una asociación saharaui de derechos humanos comentó que la situación en El Aaiún era “peligrosa”. No se podía salir a la calle. Habían mandado a los trabajadores de vuelta a casa. Una lluvia de piedras fue lanzada contra las armas de fuego. En el campamento, gases lacrimógenos, porras, piedras, jaimas incendiadas. En aquella población, formada principalmente por “niños, ancianos, mujeres y discapacitados”, todo había quedado quemado y destrozado.
La reacción indignada de Aminetu Haidar no se hizo esperar. “Son los colonos marroquíes, azuzados por las fuerzas de orden público las que nos atacan –denuncia–. Ellas actúan por encargo. Los colonos entran en las casas de los saharauis, les golpean, saquean sus tiendas y queman sus coches… Marruecos les utiliza paras amedrentarnos… Hay mucho miedo… Marruecos quiere provocar una guerra civil entre colonos y saharauis”. Amineu calificaba el ambiente que se vivía en el campamento de “caos y confusión”, operación que no hubiese sucedido si “una fuerza de cascos azules (pertenecientes a la ONU)” estuviesen en el terreno”. Haidar exhorta a que la clase política española “reconozca” el derecho de autodeterminación del Sahara Occidental y alerta que la comunidad internacional sigue con “los ojos cerrados” respecto a la situación de su pueblo. Y empieza por decírselo al Gobierno español, “que se empeña en ser espectador en el conflicto, como si no tuviera una responsabilidad especial”.
Ahmed Bujari, representante del Polisario ante la ONU.
La ministra de Exteriores, de gira en Sudamérica, se limita a pedir “contención” a las dos partes para evitar que el asunto empeore y, según afirman miembros del PSOE, “España está haciendo lo que debe en el Sáhara”. Pero ni España, ni la Unión Europea, ni Naciones Unidas condenan en un principio los hechos. Amhed Bujari, representante del Frente Polisario ante la ONU, lamenta esa moderación del Gobierno español por “echar agua al fuego provocado por Marruecos” tras el asalto militar y policial al campamento de protesta de El Aaiún. “La postura del Gobierno español –declara en RNE– ha estado muy rezagada, incluso respecto a la francesa, que es aliado de Marruecos. Nos hubiera gustado que España hubiera realzado el tono, la voz, para, por lo menos, venir en defensa de esta población”. Bernard Kouchner, ministro galo de Asuntos Exteriores declara que lo que hizo Marruecos en Sáhara fue “muy grave, pero yo no he oído ningún término, ningún calificativo por parte de la diplomacia española… El asalto y la brutalidad con que las fuerzas marroquíes se han exhibido contra una población civil ha dañado muchísimo la credibilidad y el prestigio internacional del país y ha realzado, en cierta manera, la larga lucha y resistencia del pueblo saharaui por algo justo”.
Ramón Jáuregui, ministro español de la Presidencia, justifica la imposibilidad de forzar a Marruecos a franquear el acceso a periodistas y parlamentarios españoles y asegura que España “nunca” tuvo conocimiento de que Marruecos iba a desmantelar por la fuerza el campamento de Gdaim Izik. Jáuregui aclara en los pasillos del Congreso: “He querido decir que, en la actualidad, es Marruecos el quien determina, por su capacidad de administrar este territorio, quién entra o no entra [en el Sáhara]”. Y añade que el Gobierno “ha conseguido” que los hechos de El Aaiún “sean debidamente investigados”. Jáuregui contesta así a una pregunta del diputado del PNV, Aitor Esteban, quien le había pedido que confirmara si el ministro de Exteriores marroquí, Taieb Fassi-Fihri, había anunciado la semana pasada a su homóloga española, Trinidad Jiménez, el desmantelamiento del campamento saharaui. “Esa noticia es falsa –responde Jáuregui en la sesión de control del pleno del Congreso– El Gobierno nunca tuvo conocimiento, ninguna información, a ese respecto y, con eso, doy por zanjada esa cuestión”. Jáuregui, quien en ningún momento condena el ataque de Marruecos, sí destaca que el Gobierno español “ha conseguido de Marruecos que los hechos de El Aaiún sean debidamente investigados”.
Willy Meyer.
Para Carlos Bardem, actor y simpatizante con la causa, cualquier problema con Marruecos es una patata caliente. “Todos los partidos políticos –dijo– actúan igual: cuando están en la oposición, hablan del Sáhara hermano y luego, en el Gobierno, se olvidan del asunto”. Izquierda Unida reprocha al Gobierno su responsabilidad ante la “catástrofe humanitaria” que está teniendo lugar estos últimos días en el Sáhara Occidental. Su coordinador federal, Cayo Lara, recuerda que corresponde al Ejecutivo “ejercer de potencia descolonizadora” ante la “invasión” marroquí del territorio saharaui. Y exige una “respuesta inmediata” a los organismos internacionales. Willy Meyer, eurodiputado y responsable de política internacional de IU, expulsado el domingo pasado del Sáhara Occidental al no permitirle la Policía marroquí descender del avión que le había trasladado a El Aaiún, resta importancia al episodio. Fue sólo una “anécdota” ante la “impunidad” con la que actúa Marruecos sobre el derecho internacional. Meyer hace “cómplices absolutos” de las violaciones de los derechos humanos en el Sáhara a los estados de la UE. También a España. Y recrimina a la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, que “esté siempre sonriendo y mirando para otro lado ante la violencia de Marruecos. La flamante ministra debe poner cara seria y decirle al Gobierno de Rabat que hasta aquí hemos llegado”.
El Muro marroquí, formado por un conjunto de ocho muros defensivos, alcalza una longitud superior a los 2.720 kms.
En un discurso conmemorativo del 35 aniversario de la Marcha Verde, pronunciado hacía unos días, Mohamed VI había dejado claro cuáles eran los límites. “Nuestro país no tolerará ninguna violación, alteración o que se ponga en tela de juicio la marroquinidad de esas zonas” Mohamed VI tampoco acepta la política de “hechos consumados”. Pero, la única política de hechos consumados en el Sáhara Occidental es la de Marruecos, que, amparado por sus amigos, los EEUU y Francia, ha desoído todas las resoluciones de la ONU. La Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO) sigue sin lograr el objetivo. Marruecos se ha saltado todas las resoluciones del consejo de Seguridad de la ONU. Y su política de colonización marroquí es similar a la israelí en Cisjordania. Según informes de Amnistía Internacional, Marruecos ha construido una sucesión de muros defensivos en el antiguo Sáhara español con una longitud de más de 2.700 kilómetros, separando lo que consideraba “su territorio”. Se trata de una zona militar con búnkers, vallas y campos de minas, construida con el fin de proteger el territorio ocupado por Marruecos de las incursiones del Frente Polisario. Un territorio que incluye las minas de fosfatos y la costa. De los 75.000 habitantes saharahuis censados por España en 1975, más de la mitad optaron por dejar sus casas al firmarse los acuerdos de Madrid. El resto ha sido sometido a una ocupación militar y cultural. Los graves incidentes del El Aaiún, tras el asalto policial al campamento de Agdaym Izik, demuestran el fracaso de esa política de asimilación forzosa y la escasa efectividad del muro, al contar con un enemigo dentro del mismo.
Concentración a favor del pueblo saharaui en la embajada de Marruecos, en Madrid.
El mismo día en que en el “Campamento de la Dignidad” quedaba reducido a cenizas, surgían en España las reacciones en contra. En Barcelona, se concentra una manifestación frente al consulado de Marruecos para denunciar estos hechos. “Marruecos ha llevado a cabo una masacre humanitaria”, afirmaba Oualad Moussa, delegado del Frente Polisario en Cataluña. Moussa destaca que estos sucesos se producen justo al reanudarse las negociaciones sobre el futuro del Sahara Occidental auspiciadas por la ONU y asegura que la situación “empeora por momentos” debido a que el gobierno marroquí no tiene intención de negociar. Durante la manifestación se corearon eslóganes como “Sahara libertad”, “Marruecos asesinos” o “Marruecos culpable, España responsable”. Frente a la embajada de Marruecos en Madrid también se concentraron varios cientos de manifestantes, entre ellos, el líder de Izquierda Unida (IU), Cayo Lara, quien pide una “respuesta seria” de la UE, que el Consejo de Seguridad de la ONU “adopte medidas” y que el Gobierno de Zapatero “se implique”. Y añade: “No hemos escuchado ninguna condena del Gobierno español. Es alucinante”.
El cuerpo sin vida de Baby Hamadi Buyema, ciudadano saharaui de nacionalidad española, atropellado el pasado lunes por un furgón de policía marroquí. Efe
El martes pasado, mientras Rabat sólo reconocía nueve víctimas mortales, ocho policías y un civil que muriera atropellado, el Frente Polisario elevaba a doce los muertos saharauis y cifraba los heridos en 723 y en 159 los desaparecidos. Al día siguiente, los muertos sumaban 19, se hablaba de una “situación terror” en El Aayún y de una “guerra civil inminente”. El jueves, la Oficina del Ministerio de Territorios Ocupados de la República Árabe Saharaui Democrática contabilizaba más de 4.500 heridos y 2000 detenidos, aunque “algunos han sido liberados después de ser torturados”. Esta Oficina precisa que el Ejército, las Fuerzas Auxiliares y la Policía de Marruecos continúan “atacando” las viviendas de los saharauis, “deteniendo” a todo el que encuentran, “apaleando” a familias enteras y “secuestrando a los jóvenes”, sobre todo, en los barrios de Skeikima, Bucraa y Mattalla. Uno de los muertos es Baby Hamdi Buyema, un sharaui con nacionalidad española, según Lehmad, su propio hermano. En conversación telefónica desde Alicante, Lehmad explica a EFE que su hermano Baby fue “brutalmente” asesinado por policías del cuerpo especial GUS, creado para el Sáhara Occidental. Relata que Baby viajaba en un autobús procedente de la empresa de fosfatos Foss Bucraa, donde trabajaba como técnico eléctrico, cuando el vehículo fue interceptado por los policías. Él era el único ciudadano saharaui que se encontraba en el autobús, y fue obligado a bajar del vehículo y atropellado por uno de los furgones de la policía. Lehmad indica que su hermano obtuvo el documento nacional de identidad español este verano, en agosto, en una comisaría de Murcia.
Trinidad Jiménez, ministra de Asuntos Exteriores.
El ministro de Exteriores marroquí, Taieb Fassi Fihri, y su homóloga española, Trinidad Jiménez, tras el encuentro celebrado en Madrid, el pasado 3 de noviembre.
La actitud del Gobierno no es de recibo”, titula Manuel Rico en su blog “La trinchera digital”. “No es de recibo que el ministro de Exteriores venga a Madrid a insultar a la prensa y no sea desautorizado de forma contundente por la canciller española. Pero no por patrioterismo, sino porque es una burla que un represor de la libertad (en este caso de expresión) se dedique a dar lecciones a quienes sí respetan esa libertad. No es de recibo que cuatro días después de que Marruecos asaltase a sangre y fuego el campamento de Gdeim Izik, ningún representante del Gobierno o del PSOE haya condenado los hechos de forma rotunda. Y condenado no significa limitarse a “lamentar” lo ocurrido. No es de recibo, en fin, que un ministro suba a la tribuna del Congreso y se haga un lío con la soberanía del Sáhara. Porque eso es, precisamente, lo único que necesita tener claro un ministro español: que sobre la soberanía del Sáhara deben decidir los saharauis”.
La Policía Nacional contiene a los manifestantes durante la concentración, frente a la embajada de Marruecos en Madrid.
La sangre del Sáhara”, titula en su blog Ignacio Escolar, quien añade: “El Sáhara Occidental y sus muertos se han convertido en una más de esas miserias africanas sin solución; una tragedia de segunda división, y sin padrinos. Porque, si los saharauis no pueden contar con su antigua metrópoli –que siempre ha antepuesto sus intereses bilaterales–, ¿a quién pedir ayuda? Desde luego, no a Francia, tradicional aliado de Marruecos, que incluso bombardeó al Polisario con sus aviones. Tampoco a EEUU, que no quiere otro estado débil en una zona caliente donde Al Qaeda se expande. ¿La UE? Más de lo mismo, que esta dictadura es un socio preferente. ‘Nos hemos hecho con el Sáhara, pero no con el corazón de los saharauis’, dejó dicho Hassan II en una de sus últimas entrevistas. Su hijo, Mohamed VI, esta semana se ha ganado a plomo y fuego el odio eterno de los saharauis. Marruecos construyó un muro para desterrar al Polisario, y lo que no esperaba es una resistencia pacífica en su retaguardia. Puede que los saharauis sigan solos, y sin esperanza. Pero Marruecos deberá asumir que su victoria por la represión sólo puede llevar a la espiral de sangre de una nueva Gaza”
Mohamed VI, Rey de Marruecos
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“Lo que no se puede conseguir mediante la razón y la diplomacia –escribe Guillermo Pardo en el artículo “Marruecos atiza el fuego saharaui”– trata de conseguirse utilizando la violencia. No es nuevo. La historia está llena de ejemplos de gobernantes que por ambición, codicia o ambas cosas son capaces de cometer las mayores atrocidades –curiosamente, siempre en nombre de una patria cuyo concepto es tan decimonónico como inconcebible– y fomentar las guerras más absurdas. El camino que ha emprendido el rey de Marruecos parece ir por ahí. Sus discursos lo dejan entrever. Sus acciones, todavía más. Un Estado que no tolera la disidencia, el disentimiento y la expresión no violenta del sentir de sus ciudadanos, máxime cuando los saharauis no lo son ni quieren serlo pese o quizá debido al sometimiento marroquí, no es un Estado democrático. En el caso de Marruecos es un sultanato cuya arrogancia atiza el fuego saharaui”.
Cuatro días después de la destrucción del “Campamento de la Dignidad”, se celebró en Madrid una manifestación multitudinaria, convocada por la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara y la Plataforma cívica pro referéndum en el Sáhara. En la cabecera, tras la pancarta con el lema “Marruecos, fuera del Sáhara, 35años de ocupación. ¡Basta ya!”, dirigentes de IU, UGT y CCOO, PP y UPyD, personalidades de la cultura, ONGs y simpatizantes de la causa como Cayo Lara, González Pons, Rosa Díez, Cándido Méndez y Fernández Toxo, Pilar y Javier Bardem, Rosa María Sardá, Eduardo Noriega o Unax Ugalde. Los participantes avanzaron desde la calle Atocha la Puerta del Sol, entre gritos de “Zapatero traidor”, “Paz justa” o “Marruecos culpable y España responsable”, “Marruecos asesina, PSOE patrocina”, “Trinidad no tienes dignidad”, “Sois amigos de torturadores” y otros eslóganes. Méndez calificó de “lamentable el pragmatismo ramplón e injustificable” del Ejecutivo español, al tiempo que ha lamentado la “indiferencia” de la UE ante la defensa de los derechos humanos. Pilar Bardem denunció las riquezas que se extraen del suelo saharaui “echando a los pobres al desierto”. Su hijo, Javier, recordó que las relaciones diplomáticas y de intereses con Marruecos no pueden pasar por encima de los derechos fundamentales de las personas como el derecho a la vida y denunció las “torturas”. Exigió al Gobierno de España una actitud firme ante los abusos así como el cese de la venta de material bélico a Marruecos. Los manifestantes corearon lemas como “Sáhara libre ya” o “¿Dónde están los derechos humanos?”
Y los humoristas, ¿cómo vieron y dibujan las escenas de El Aaiún y de la vida que les rodea con sus diversos escenarios? Distinguimos el dibujo de J Morgan sobre la ministra de Exteriores, pero recordamos otros como el humor de J.R.Mora, el de M. Fontdevila sobre el Aaiún, el de los Hermanos Herrera sobre el Vaticano o el de Medina sobre las dos horas del ayuntamiento
Territorio Vergara nos muestra “Marruecos saquea el Aaiún”, “Rabat arrasa el campamento de la Dignidad”, “La madre del cordero”, “Recitificator” y “Acuerdo de mínimos”.
Manel Vergara dibuja “Esta situación”, “Amenazas”, “Algo, tipo así”, “Irritante” y “De fuera”.
Y Pep Roig nos plasma en cuatro garabatos: “Los amos, arriba”, “Prevención”, “Papartidismo”, “Así es, si así os parece” y “Torturador”.
Y para terminar, cuatro vídeos de actualidad.
1 comentario:
Que verguenza de PSOE. Cuando yo era niño apoyaban al frente Polisario. Ahora son amigos del sátrapa.
chiflos.
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