Alfon y su detención de 56 días.
Alfon en su estancia en prisión
Alfon en Vallecas, entre su madre, Elena Ortega, y Shangay Lily. PÚBLICO
Tras 56 días detenido desde la pasada huelga general del 14-N, Alfonso Fernández – ‘Alfon', para sus amigos– ya está en casa, en Vallecas. El largo y duro encierro ha convertido a este chaval de 21 años, imputado en un primer momento de “alarma social”, en un símbolo de la izquierda. Pero quienes le conocen y apoyan saben que es un chico corriente que ha vivido una odisea. En una entrevista en exclusiva, realizada por Shangay Lily en Público.es, nos recuerda aquel 14-N en que la Policía le pidió la documentación y le detuvo. “Eran tres policías de paisano que nos estaban identificando y uno de ellos sacó, de repente, algo de no sé dónde y nos dijo: ‘¿Qué es esto?’. Yo, en un principio miré y vi que era una bolsa negra de plástico. Le dije que no era mía. Pero aquel policía con acento gallego insistía. Le repetí que no sabía de qué me hablaba. Y comenzó a sacar de la bolsa unos espráys de pintura y a preguntarme que qué iba a hacer yo con eso... Yo le repetía que no era mío, que sería suyo o de otro pero que, desde luego, mío no. Junto a nosotros había bastante gente que iba a los piquetes y unos que estaban al lado, al escuchar a la policía preguntarnos, salieron corriendo. Pero los policías ni les miraban. Seguían con lo de la bolsa y yo contestaba que no sabía nada de ella. Uno de ellos nos dijo que éramos unos malditos comunistas, unos parásitos que no sabíamos nada y que no habíamos trabajado en nuestra vida. Empezaron a aparecer coches y un montón de policías de paisano y entonces nos comunicaron que Daira y yo estábamos detenidos”.
Tras esposarlos, les subieron a un coche y los llevaron a la comisaría de Moratalaz. “Nos subieron al edificio y entregaron la bolsa a un tipo con unos guantes, todo muy espectacular y muy peliculero. Y nos bajaron a los calabozos. A las 16 o 17 horas de la detención, empezó la película de verdad. Un encapuchado me hizo entrar en una salita, a su izquierda, en la que había otros, igualmente con una capucha. Y me dijeron que colaborase con el asunto, que si no, me iba a comer un marrón muy grande por ‘hijo de puta’ y que ellos se iban a alegrar. Yo les dije que se estaban equivocando de persona y que yo no iba a declarar sin presencia de magistrado. Eso a ellos les soliviantó. Querían que dijera que la bolsa era mía. Pero yo les repetía que no y que, sin mi abogado, no iba a declarar nada. Entonces me sacaron las llaves de mi casa y la de mi compañera y me dijeron que iban a hacer un registro en ambas viviendas”.
A Alfon asegura que, en la última huelga, le identificaron 18 veces. “Porque aquí te puedes encontrar con una patrulla cada tres o cinco minutos..., y estoy acostumbrado, como cualquier joven, a ver identificaciones policiales o cacheos”. Sin embargo, a su abogado no le dejaron entrevistarse con él hasta el día siguiente. Alfon confiesa que “hubo toda una guerra psicológica. Y te hacen sentirte como ellos quieren que te sientas. Me repetían que lo que le estaba pasando a Daira era por mi culpa. Que era un maricón, un cabrón, que no la quería…Al día siguiente me dijeron que estaban esperando un informe policial y que, hasta que no llegase ese informe, la juez no podía decidir si me daba libertad. Y, a los 56 días, todavía no había llegado, pero la jueza decidió que no podían retener por más tiempo a una persona a expensas de que la policía estuviese reteniendo ese informe. De ahí me llevaron a Soto del Real”.
En el módulo de menores, en donde estuvo al principio Alfon asegura que estaba más o menos bien. Hasta empezó un curso de agricultura ecológica y otro de filosofía... Pero, de pronto, le cambiaron de módulo. Y, de estar en un módulo con 97 chavales de su edad, pasó a otro con 144 hombres de una media de edad de la de su padre. Entró allí desorientado, como volviendo a empezar, otra vez todo. “Me dijeron que no podía estar en aquella celda porque era FIES (siglas de Ficheros de Internos de Especial Seguimiento bajo el régimen más duro, aplicado a terroristas y a narcotraficantes) y tenía que estar en la planta de arriba. Y pasé unos días malos en el nuevo módulo porque no encajaba con nadie. Para mí fue un mazazo. Y me empecé a hacer a la idea de que no iba tener correspondencia, que me iban a cortar las llamadas de repente, que me iba a estar cambiando constantemente. Me hacían comentarios sobre qué hacía un niño como yo jugando con explosivos. Pero, cuando, al fin, salí y me enteré de todo el apoyo recibido, me alegré mucho y se me puso la carne de gallina”.
Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, expresó su respeto por la decisión judicial de dejar en libertad a Alfonso Fernández, pero recordó que, cuando fue detenido, portaba un “artefacto explosivo”. Cifuentes llegó a mostrar, en su cuenta de Twitter, una fotografía en la que se veía el material que dijo haber sido “incautado por la Policía a Alfon, al ser interceptado cerca del portal de su casa: un par de espráys de pintura, varios petardos y dos botellas pequeñas con gasolina”. Su arresto, dijo, “poco tuvo que ver con la huelga”, ya que no se le arrestó por pertenecer a un piquete, sino “por portar una bolsa con una artefacto explosivo, tal y como determinaron los Tedax” (especialistas de la Policía en esta materia). Y recordó que contaba con “amplios antecedentes delictivos”. Pero la juez determinó que compareciera en el juzgado los días 8 y 22 de cada mes. A la salida de Soto, le esperaban su madre, Elena Ortega, y su hermana Paz, que fueron acompañadas por miembros de la Plataforma por la Libertad de Alfon que habían fletado un autobús a mediodía de este miércoles para llegar hasta la cárcel.
Mañana: (y II) Libertad para Alfon.
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