(Y II) El decálogo de los marginados.
Can Gazà
En abril de 1993, Jaume Santandreu proponía en Mallorca su “Decálogo de los marginados”. Desde entonces, la atención a los mismos ha cambiado, presentando su lado positivo. No obstante, reconoce que queda mucho camino por hacer. Los sectores sociales vulnerables han ido creciendo en los últimos meses y las personas en riesgo de marginación son cada vez más numerosos. El Decálogo decía así, sin haber perdido con el tiempo ni un ápice de su actualidad:
1.- Toda persona, por el simple hecho de nacer sin permiso de antemano ni juicio, tiene derecho a lo indispensable para sobrevivir: un lecho, un plato caliente, una compañía, un trabajo, medios para adquirir y conservar la salud, empezando por la posibilidad de salir del abismo donde ha ido a parar.
2.- Este derecho no puede condicionarse a ninguna otra actitud que no sea el respeto a los mismos derechos de los demás. Nadie puede decir: no te doy cama si no dejas de beber. En todo caso, temporalmente, se le podría decir: si no dejas dormir a los demás, deberás ir a tomar un poco el aire.
3.- Las mejoras, como el desengancharse de la droga, se han de perseguir con un coraje y una tozudez casi infinitas, pero deben empujar desde las libertades y motivaciones conscientes, nunca desde las coacciones y los chantajes. Ni para hacer el bien, el fin justifica los medios. Lo de ‘después te lo agradecerán’ sólo sirve para justificar nuestro modelo de sociedad.
4.- Amar es exigir, pero siempre desde la relación como personas y desde el sentido más elemental del respeto y la justicia. Sin embargo, nunca hay que dar la batalla por perdida. En todo caso, siempre se puede subir un escalón en la calidad del vivir. Así, es más humano dormir en una cama que dormir en la calle. Es más humano ser sincero que tener que mentir, tomar todas las precauciones que vivir dentro de una alcantarilla, como las ratas.
5.- No hay más dogma que la realidad desnuda y cruda. La más terrible de las equivocaciones es partir desde nosotros en lugar de desde ellos. Nuestras bellas teorías no pueden implantarse en lugar de sus necesidades históricas y situaciones, por muy increíbles que nos puedan parecer.
6.- La ciencia, la técnica y, aún más, la sabiduría tienen una palabra definitiva en el mundo de la marginación. Entendemos por ‘sabiduría’ encontrar el camino de regreso, partiendo de sus llagas, conocidas, aceptadas y amadas. Pensando siempre que, en su lugar, nosotros seríamos mucho peores.
7.- Sólo cuando reconocemos que los drogados somos nosotros, que todos estamos atados y somos dependientes e impotentes por dejar nuestras propias drogas (el dinero, el poder, la religión, el fanatismo, las ganas de figurar o, simplemente, el vino, el tabaco o el qué dirán); sólo cuando luchamos por romper nuestro dogal, podemos hacer algo para romper las cadenas de los demás. Prevenir no es mostrar un gusano que se mete por la nariz, sino mostrarnos libres ante el sistema.
8.- Antes de hablar de reinsertar los marginados, hay que reconocer hasta el estigma sangriento de sentirnos xenófobos, racistas y marginadores que nunca han sido insertados. Nunca les hemos estimado por lo que son, personas desgraciadas, sino por lo que quisiéramos que fueran.
9.- Cada uno es dueño de su propio cuerpo. Sin meterse con los demás, todo el mundo tiene derecho a vivir y a morir como quiera o como pueda. Por otro lado, todos tenemos derecho a amar hasta el punto de aconsejar, de mostrar el camino que nos parece mejor siempre que intentemos meternos en su piel y no desde la nuestra.
10.- Una sociedad como la mallorquina que cierra los ojos frente a los ochenta y tres mil parados [son cifras del año 1993. En noviembre de 2012, en Baleares, la tasa de paro es del 19,47%], frente cinco mil drogadictos residuales rebotados de cualquier parte, [también son datos de hace diecisiete años] y frente a miles de portadores del sida, es una sociedad condenada a morir de una sobredosis de miseria. Los hoyos de basura no se recogen poniendo sábanas blancas para taparlos, sino metiéndose uno dentro para fregar los mismos. De todas formas, las alcantarillas, tarde o temprano, revientan.
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