Año nuevo, viejas condenas.
Despedí
el año viejo en una ciudad en la que magistrados, fiscales y jueces persiguen a
delincuentes de cuello blanco y a un personal de alto rango, en donde varios
presidentes de máximas instituciones que ocuparan altos cargos e instituciones,
han sido procesados y condenados como comunes delincuentes y en donde el mismo
redactor de los discursos del honorable presidente hizo de su capa un sayo,
siendo igualmente declarado culpable por la Justicia.
Ex
alcaldes, ex consejeros, ex delegados del Gobierno, ex altos cargos públicos y
ex funcionarios cayeron como frutos maduros de una galopante corrupción,
la mayoría de ellos durante la última legislatura en la que incluso parientes
de la monarquía sufrieron igual suerte. Desde allí, presencié la despedida del
propio Rey de este nuevo año, aferrado como nunca a su propio trono, pese a sus
meteduras de pata salvadas con peticiones de perdón ante las cámaras,
reconocimiento de su error y promesas de que “aquello” nunca más iba a ocurrir,
tras haber condenado la actitud de su propio yerno, igualmente procesado. Un
rey con palacio y acomodo en dicha ciudad, más acostumbrado a recibir agasajos
y regalos de sus “súbitos” que a ofrecerlos al pueblo.
Salí de casa con la esperanza de
olvidarme un poco de todo ese barullo. Y me desplacé a esta lejana región en
donde pensaba que, al menos, desde donde me encontraba, entre Europa y África,
podría disfrutar de un nuevo panorama socio-político. Pero, tras tantos casos
de vida corrupta, me encontré con el mismo escenario: un centenar de políticos
imputados en casos de corrupción que aprendieron a aprovecharse del sistema
para seguir creciendo, contaminándolo todo.
Sucedía en la ciudad en donde las
clásicas putas habían sido expulsadas del tradicional “barrio chino” y sus
viviendas, derribadas y reconstruidas, se convirtieron en un nuevo distrito en
donde procuradores, abogados y fiscales se instalaron en la nueva sede de la Justicia. Y muchos de los
nuevos locales y viviendas tuvieron que poner
el cartel de “se alquila”, permaneciendo la mayoría cerrados y sin
habitar, mientras que la prostitución callejera, desplazada ahora por toda la
ciudad como artículo de lujo, pasaba a ocupar páginas enteras de periódicos,
ninguno de los cuales renunciaron a ella. En una región en la que uno de los
últimos gobernadores civiles, incluidos en el proceso de corrupción, inauguró
su cargo con gestos grandilocuentes. Cerró las calles adyacentes de la sede del
Gobierno; rellenó los asientos con la mayoría de invitados políticos, que
pudieron seguir la ceremonia de la jura de su cargo gracias a una pantalla
gigante instada en plena calle; rellenó y cercó las calles con policías a su
cargo que velaron cuidadosamente el acto… Pero su actividad no tuvo apenas
continuidad al ser igualmente censurado
por sus anteriores actuaciones en el seno del partido del poder.
Alguno de los políticos de la
región, orgullosos de haber pertenecido anteriormente a la Guardia Civil,
fueron igualmente procesados y castigados. Y un alcalde de un municipio lucía
una medalla de dicho organismo al que perteneció antes de abandonarlo por la
política. Cojeaba el sujeto, según explicaba, como consecuencia de un disparo
recibido. Disparo realizado, según las malas lenguas, directamente con sus propias
manos cuando, recién terminado el examen para ingresar en el Cuerpo, prefirió
recibirlo voluntariamente que aceptar su primer destino, en el País Vasco, en
el que temía un disparo menos afortunado de Eta. Al menos así, con la aureola levantada de haber sido
herido por los etarras, pasaría por ser víctima de este organismo sin necesidad
de desplazarse de su tierra. Algo parecido ocurrió hace siete años al marido de
una concejala del PP en el Ayuntamiento de Umbrete. Joaquín
Merino, cojo, pero no por un atentado terrorista, se presentó en una silla de
ruedas en la primera fila, justo al lado de la joven Irene Villa, en una
manifestación convocado por Asociación de Víctimas del Terrorismo de Sevilla,
aparentando ser víctima de Eta. Aquí, nuestro hombre consiguió el primer puesto
en la alcaldía del PP gracias a una herida provocada por él mismo.
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