viernes, 4 de enero de 2013

Año nuevo, viejas condenas.




Despedí el año viejo en una ciudad en la que magistrados, fiscales y jueces persiguen a delincuentes de cuello blanco y a un personal de alto rango, en donde varios presidentes de máximas instituciones que ocuparan altos cargos e instituciones, han sido procesados y condenados como comunes delincuentes y en donde el mismo redactor de los discursos del honorable presidente hizo de su capa un sayo, siendo igualmente declarado culpable por la Justicia.

Ex alcaldes, ex consejeros, ex delegados del Gobierno, ex altos cargos públicos y ex funcionarios cayeron como frutos maduros de una galopante corrupción, la mayoría de ellos durante la última legislatura en la que incluso parientes de la monarquía sufrieron igual suerte. Desde allí, presencié la despedida del propio Rey de este nuevo año, aferrado como nunca a su propio trono, pese a sus meteduras de pata salvadas con peticiones de perdón ante las cámaras, reconocimiento de su error y promesas de que “aquello” nunca más iba a ocurrir, tras haber condenado la actitud de su propio yerno, igualmente procesado. Un rey con palacio y acomodo en dicha ciudad, más acostumbrado a recibir agasajos y regalos de sus “súbitos” que a ofrecerlos al pueblo.

Salí de casa con la esperanza de olvidarme un poco de todo ese barullo. Y me desplacé a esta lejana región en donde pensaba que, al menos, desde donde me encontraba, entre Europa y África, podría disfrutar de un nuevo panorama socio-político. Pero, tras tantos casos de vida corrupta, me encontré con el mismo escenario: un centenar de políticos imputados en casos de corrupción que aprendieron a aprovecharse del sistema para seguir creciendo, contaminándolo todo.

Sucedía en la ciudad en donde las clásicas putas habían sido expulsadas del tradicional “barrio chino” y sus viviendas, derribadas y reconstruidas, se convirtieron en un nuevo distrito en donde procuradores, abogados y fiscales se instalaron en la  nueva sede de la Justicia. Y muchos de los nuevos locales y viviendas tuvieron que poner  el cartel de “se alquila”, permaneciendo la mayoría cerrados y sin habitar, mientras que la prostitución callejera, desplazada ahora por toda la ciudad como artículo de lujo, pasaba a ocupar páginas enteras de periódicos, ninguno de los cuales renunciaron a ella. En una región en la que uno de los últimos gobernadores civiles, incluidos en el proceso de corrupción, inauguró su cargo con gestos grandilocuentes. Cerró las calles adyacentes de la sede del Gobierno; rellenó los asientos con la mayoría de invitados políticos, que pudieron seguir la ceremonia de la jura de su cargo gracias a una pantalla gigante instada en plena calle; rellenó y cercó las calles con policías a su cargo que velaron cuidadosamente el acto… Pero su actividad no tuvo apenas continuidad al ser igualmente censurado  por sus anteriores actuaciones en el seno del partido del poder.

Alguno de los políticos de la región, orgullosos de haber pertenecido anteriormente a la Guardia Civil, fueron igualmente procesados y castigados. Y un alcalde de un municipio lucía una medalla de dicho organismo al que perteneció antes de abandonarlo por la política. Cojeaba el sujeto, según explicaba, como consecuencia de un disparo recibido. Disparo realizado, según las malas lenguas, directamente con sus propias manos cuando, recién terminado el examen para ingresar en el Cuerpo, prefirió recibirlo voluntariamente que aceptar su primer destino, en el País Vasco, en el que temía un disparo menos afortunado de Eta. Al menos  así, con la aureola levantada de haber sido herido por los etarras, pasaría por ser víctima de este organismo sin necesidad de desplazarse de su tierra. Algo parecido ocurrió hace siete años al marido de una concejala del PP en el Ayuntamiento de Umbrete. Joaquín Merino, cojo, pero no por un atentado terrorista, se presentó en una silla de ruedas en la primera fila, justo al lado de la joven Irene Villa, en una manifestación convocado por Asociación de Víctimas del Terrorismo de Sevilla, aparentando ser víctima de Eta. Aquí, nuestro hombre consiguió el primer puesto en la alcaldía del PP gracias a una herida provocada por él mismo.

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