El monarca y su Fortuna (I) El rey ya no quiere el Fortuna y pide a Patrimonio que lo venda.
El Fortuna, yate real que se encuentra habitualmente
en el puerto de Palma de Mallorca –obsequio especial de los más importantes
empresarios de las Baleares para uso y disfrute del rey Juan Carlos–, ha sido
devuelto al Patrimonio Nacional para que éste lleve a cabo su desafección. Ante
el escándalo del disfrute personal del Fortuna, en estos años de crisis y de
recortes, el monarca decidió seguir el consejo de no utilizarlo más, donándolo
al Estado, que podrá disponer de él para quedárselo o venderlo. Y será el
Consejo de Ministros el que decida el futuro del yate. La última vez que la familia real se hizo a la mar en el Fortuna fue el
13 de agosto del año pasado. Fondearon en el norte de la isla, cerca del
cabo Formentor, y, por la tarde, el yate regresó a puerto en el que permanece,
desde entonces. El regalo, donado en el 2000, costó la friolera cifra de 3.000
millones de pesetas (18 millones de euros), pagadas voluntariamente por los
turiferarios del rey. Fue un regalo del propio Govern Balear, en manos de Jaume
Matas 1996 a
1999, y de la
Fundación Turística y Cultura de las Islas Baleares, formada
por una treintena de patronos, los máximos responsables de Sol Meliá, Barceló,
Globalia, Grupo Serra, la Caixa
y la Caja de
Ahorros de Baleares Sa Nostra, y presididos por Carmen Matutes, hija del ex
senador, Abel Matutes. Un regalo que
salió muy caro, aunque, por supuesto, desgravaba. Cada uno de los 20
empresarios desembolsó 100 millones de las antiguas pesetas y el Gobierno
Balear aportó otros 460 millones. Para el resto hubo que pelear aquí y allá a
la caza de donativos…
El Fortuna es de aluminio y cuenta con cinco
camarotes dobles, más los destinados a la tripulación. Pasó a ser el más
veloz en su categoría (65 nudos de velocidad gracias a un sofisticado sistema
de propulsión). Los expertos llegaron a definir el prototipo como un barco construido como un avión, ya que
también se emplearon materiales ultraligeros para conseguir la máxima potencia
y se equiparon unos sistemas informáticos de navegación de última generación.
En su interior, madera de sicomoro y remates en cuero para unos acabados que
trataban de combinar la comodidad de su función de recreo con el protocolo
exigido para poder recibir a personalidades. La cubierta principal se reparte entre un salón noble, un comedor, una
cocina y un puente de mando, mientras que en el piso inferior se ubican
cuatro camarotes y los aposentos de los ocho tripulantes necesarios para poner
en marcha la embarcación. Fue el tercer Fortuna –el primero, utilizado
por la Familia Real
a partir de 1976, se había construido en Barcelona y fue vendido en 1972 y el
segundo fue desguazado en 1990. En cualquier caso, los tres fueron regalados y
confirmaron la pasión que tuvo el jefe del Estado por el mar y los deportes
náuticos. Una afición heredada de la vocación marinera de su padre, Juan de
Borbón, y compartida después con el príncipe.
El Fortuna siempre estuvo en el punto de mira de
los intrépidos paparazzi, afanados en captar fotos exclusivas de sus ocupantes.
Las salidas a la isla de Cabrera, con
buena parte de la familia real a bordo, se repetían verano tras verano,
así como las travesías del rey, bien con testimonio gráfico o de carácter más
privado. Pero, ya en 2010, los achaques del rey y las separaciones y percances
familiares dieron al traste con aquel regalo, ofrecido a quien mejor promoción
podía dar de las islas. Su utilización fue cada vez más escasa en los últimos
años, debido, entre otras razones, a su elevado coste y a la edad del monarca,
que ya no está para estos trotes. No obstante, Juan Carlos de Borbón, ha podido disfrutar durante una larga década de
este “regalo” de los empresarios mallorquines.
El Rey renunció al lujoso Fortuna después de que
Patrimonio le anunciara que no dispone de los 1,8 millones que cuesta
mantenerlo anualmente. La última decisión de proceder a la venta o incluso al
desguace del yate, ante la imposibilidad de hacer frente al coste de su
mantenimiento entre sueldos de la tripulación, reparaciones, amarres y demás
–sólo llenar los tanques de combustible, costaban 26.000 euros–, fue tomada con
cierto pesar. Según fuentes cercanas a Patrimonio, el rey se resistió al
principio a la venta o incluso al desguace del yate, reaccionando con un
“notable enfado”. Pero, al final, el
gesto del rey de renunciar a este lujo se ha presentado como muestra de
solidaridad con las dificultades que sufren tantos españoles, aunque hay quien
lo entiende como un acto de oportunismo puro, un intento de ganar imagen sin
coste o renuncia alguna. Habría sido esta determinación, en opinión de las
fuentes, lo que habría aconsejado al Monarca adelantarse a los acontecimientos
“dando orden a Patrimonio Nacional para que inicie los trámites para la
desafección del barco como bien de dicho organismo”, según la nota remitida por
las Agencias de prensa.
Mañana, continuación: (II) ¿Renunció el rey a su
Fortuna o le presionaron para hacerlo?
1 comentario:
Hi there! This is my first comment here so I just wanted to give
a quick shout out and say I genuinely enjoy
reading through your blog posts. Can you recommend any other blogs/websites/forums that go over the same subjects?
Thank you so much!
Feel free to visit my web site :: buy hgh energizer
Publicar un comentario