( Y III) La decadencia de la familia real.
Iñaki Urdangarin junto a su sobrino Felipe Juan Froilán de Marichalar en el 'Fortuna'.
Durante 38
años, la monarquía de Juan Carlos tuvo, aparentemente, gran aceptación, siendo
relevante su grado de estimación, sobre todo después del 23-F. Hasta hace muy
poco, todo eran loas para el rey que utilizaba el Fortuna para navegar durante
el verano. Los sondeos y las opiniones de los expertos concluían que el monarca
gozaba de buena salud y la tónica general era positiva desde que, en 1984, se
plantearon las primeras preguntas sobre el rey en las encuestas del CIS (Centro
de Investigaciones Sociológicas). Una gran mayoría de españoles juzgaba
positivo su papel como moderador, consideraba que la Corona era la institución
mejor valorada y preferían la monarquía conocida a la república desconocida.
Cuando don Juan Carlos cumplió 70 años, en el 2008, un sondeo del CIS reflejaba
que el 77% de los españoles creía que había contribuido mucho o bastante a la
estabilidad de la democracia. El 81% decía que se había ganado la simpatía de
los españoles y el 59,5% que, sin él, no hubiera sido posible la transición. Un
lustro después, el panorama era bien distinto. Teniendo en cuenta que, en 1994,
la institución monárquica superaba los 7 puntos, diecisiete años más tarde, se
apreciaba un progresivo descenso en popularidad, llegando al suspenso. Desde
octubre de 2011, La Corona
tuvo su primer suspenso y descendió a 4,8 puntos.
El descenso, leve pero
pronunciado, había comenzado en 2004, coincidiendo con la boda del heredero con
Letizia Ortiz. Desde entonces, la monarquía ya no tiene la hegemonía del pódium
de valoración. Lo compartió con las Fuerzas Armadas o el Defensor del Pueblo. Dos
años más tarde, era la tercera institución mejor valorada, tras las Fuerzas de
Seguridad (5,7) y el Ejército (5,4), obteniendo un 5,1. En el 2008, las tres
subieron en valoración, pero la monarquía seguía siendo la última. Y, en el
último sondeo, en 2011, quedaba casi a ras del suelo, con un 3.6, por debajo de
los medios de comunicación y de las Fuerzas Armadas. En adelante, el CIS no volvió
a preguntar a los ciudadanos sobre el rey, en un año especialmente aciago
debido al caso Urdangarín o a la cacería de elefantes en Botsuana.
Durante años, la participación del rey y de sus hijos en las regatas supuso una
buena operación natural de marketing en una zona. La familia real creció, y,
cada año, Marivent se convertía en la zona más privilegiada y reforzada de la
isla. Al Gobierno balear le preocupaba
que don Juan Carlos pensara en mudarse a otro lugar de España y temía que se
decidiese por localizar nuevas residencias. Se rehabilitó el edificio principal
y dos pequeñas construcciones anejas, Son Ventet y Casa dels Posaders. Y, en 1997,
varios empresarios de las Baleares anunciaron que deseban regalar un barco al
rey. Al frente de esta iniciativa figuraban Gabriel Barceló, Carmen Matutes y
Gabriel Escarrer, así como el delegado en Baleares de La Caixa , José Francisco
Conrado de Villalonga. El grupo inicial convocó a otras personas del mundo de
la empresa y las finanzas, consiguiendo un total de 20 socios que aportaron 100
millones de pesetas cada uno, o sea, dos mil millones de pesetas para hacer
realidad la embarcación. El rey recibió al grupo en audiencia y, tras la foto
oficial, la Casa Real
comunicó que el obsequio le parecía correcto, siempre que nadie pretendiera un
protagonismo excesivo.
Los trabajos del futuro Fortuna fueron llevados durante año y medio en el más riguroso secreto. Carmen Matutes, hija del ex ministro de Exteriores con Aznar y empresario balear, Abel Matutes, afirmó con claridad que se trataba de un modo de pedirle al Rey que continuara disfrutando las vacaciones en las Pitiusas. Todos eran conscientes de que la familia real suponía una garantía de ingresos. El Fortuna se amortizaría con la continuidad del rey en Baleares, una publicidad no convencional capaz de atraer turistas y consumidores a las inmobiliarias, a los hoteles, a los restaurantes y al comercio.
En abril de 2000, la familia real
bautizó su yate nuevo. Los promotores del turismo en la isla se felicitaron
porque todo siguiera como siempre. Hasta que, hace unos días, el monarca
decidió desprenderse de ese regalo, demasiado caro para mantenerlos en plena
crisis económica. “Nada es eterno –concluye Aurora Moya en el reportaje “Fortuna
III, el caro ‘negocio’ de veinte empresarios y un obsequio de 3.000 millones
para el Rey”, publicado en ElPlural.com–. Trece años después, la decisión del
rey de desprenderse de su barco de recreo ‘siguiendo la lógica de la
austeridad’, impuesta como consecuencia de la crisis económica, da al traste
con aquellos felices años de portadas a todo color y anécdotas con mandatarios
de todo el mundo… El destino del Fortuna es también el cierre de una época
dorada en que Mallorca era una isla de cuento y sus empresarios hacían regalos
millonarios con el objetivo de un final feliz. No ha sido así. El rey apenas
navega ya y algunos de los empresarios de esta historia, incluso algunos
miembros de la familia real, se ven envueltos en escándalos y procesos
judiciales. ¿Quién lo iba a decir? Nada volverá a ser como antes”.
Esta es la relación de los empresarios y personajes que decidieron regalarle un nuevo yate al rey. (Fuente: revista El Siglo 5/6/2000)
Jaume Matas presidente y José María González Ortea
representando a
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Miguel Vicens Ferrer (Asociación Fomento del Turismo de
Mallorca y Fomento de Turismo de Ibiza).
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José Francisco Conrado Villalonga (representando a
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Pedro J. Batle Mayol (representando a
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Gabriel Escarrer (Inmotel Inversiones).
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José Linares Colom (Iberostar, Hoteles y Apartamentos).
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Enrique Piñel López (Banca March).
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Juan José Hidalgo (Air Europa).
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José Luis Carrillo Benítez (Hoteles Globales).
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Gabriel Barceló (Hoteles Dux).
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Antonio Fontanet Obrador (Productos Fontaneda).
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Carmen Matutes (Agrupación Hotelera Doliga).
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Isabel García Lorca (Viajes Soltour).
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Miguel Roselló Ramón (Roxa S.A.).
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Gonzalo Pascual Arias (Spanair).
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Miguel Ramis Martorell (Grupotel).
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Pedro A. Serra Bauzá (Hora Nova S. A.)
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José Antonio Fernández Alarcón Roca (Riu Hoteles).
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Pedro Ballester Simonet (en nombre propio).
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