La rampa de la Infanta y el drama de su imputación.
La infanta
Cristina declaró ayer por el caso Nóos ante el juez José Castro después de haber
renunciado a recurrir su imputación por los delitos de fraude fiscal y blanqueo
de capitales. Es la tercera vez en los dos últimos años en que los juzgados de
Palma de Mallorca y sus alrededores se ven desbordados por la afluencia de
prensa y de público. Las dos primeras, en febrero de 2012 y 2013, por la
declaración en la misma causa de Iñaki
Urdangarín, marido de la infanta Cristina y Diego Torres, su exsocio en el
Instituto Nóos. Entonces se cerraron al tráfico dos de las calles anexas a los
juzgados y uno o dos carriles de Vía Alemania, y se anunciaron y llevaron a
cabo concentraciones y protestas contra los personajes imputados. Algunos de
los vecinos de los edificios colindantes a los juzgados hicieron negocio del
acontecimiento judicial, alquilando por unas horas sus balcones a los medios de
comunicación. Un año más tarde, numerosos periodistas, cámaras y fotógrafos se
concentraron en los mismos escenarios cubriendo durante unos segundos la
comparecencia de la Infanta.
Los periodistas se situaron junto a la puerta trasera por
donde se accede al juzgado los días festivos y muy cerca de la rampa de entrada,
al igual que ya ocurrió cuando declaró Urdangarín. Un poco antes de la cita, la Assemblea Republicana
de Mallorca convocaba una concentración ante los Juzgados de Palma. Miguel
Roca, abogado de la infanta Cristina, ya había asegurado al principio de esta
semana que los abucheos del sábado ante los juzgados de Palma “no harán que se
ponga nerviosa de cara a su declaración como imputada por el caso Nóos.
Vamos a hacer la declaración que corresponde”. Roca no había querido
pronunciarse sobre si la hija del Rey bajaría la rampa de acceso al edificio
andando –como había hecho su marido, Iñaki Urdangarín– o en coche, como
recomendaba un informe de la Policía Nacional por seguridad. Ignacio Cosidó,
secretario de la Policía Nacional ,
había reiterado su consejo de que La
Infanta no recorriera el paseíllo de la rampa a pie, como
había hecho su marido, sino en coche y el juez decano lo había autorizado.
Finalmente, la infanta bajó la conocida “cuesta de la vergüenza” sin bajar de
su coche. La afluencia de periodistas –casi 400 medios de todo el mundo
pidieron ser acreditados para cubrir la llegada y salida de la infanta
Cristina– desbordó las previsiones del juzgado y de las fuerzas de seguridad,
hasta el punto de que se vieron obligados a restringir a la mitad (194) el
número de los que pudieron situarse en el espacio reservado a la prensa.
Cristina de Borbón declaró al fin, ante el juez Castro, como imputada en
el ‘caso Nóos’ por los presuntos delitos de fraude fiscal y blanqueo de
capitales.
La infanta Cristina, en su coche, acompañada por
sus escoltas.
En la primera declaración del duque de Palma, se
acreditaron unos 200 periodistas de 60 medios de comunicación, procedentes,
entre ellos, de México, Chile, Portugal, Francia, Alemania y Reino Unido. Ayer
hubo casi 400
periodistas, dando cobertura a la declaración de la infanta
Cristina que asistía como imputada. Dos centenares más de informadores que en
la primera comparecencia de Urdangarín, en febrero de 2012. Entre quienes acudieron
a la cita judicial se encontraban numerosas emisoras de radio y televisiones
europeas –francesas, portuguesas, suizas, chinas, alemanas–, así como CNN, Al Jazzera y la
televisión iraní, además de agencias internacionales del
corazón. Ninguna de ellas tuvo acceso al interior del juzgado, que estaba
cerrado al público por ser sábado. Tenían habilitado un espacio para ellos en el aparcamiento, junto a la puerta de
acceso al inmueble por la que entraría la Infanta.
El despliegue de seguridad tuvo un alto costo de
unos 20.000 euros, según estimaron a Europa Press fuentes conocedoras del
dispositivo, tanto
por parte de la
Policía Nacional como de la Guardia Civil y la Policía Municipal. Las mismas fuentes consultadas
precisaron que la
Policía Nacional era la encargada de controlar los aledaños
del Juzgado antes y durante la declaración. Para ello fueron desplegados desde
Valencia dos Grupos de la
Unidad de Intervención Policial (UIP) formados cada uno por 50
agentes de antidisturbios.
El desplazamiento de este centenar de policías comenzó el jueves pasado. El
traslado y
el pago de dietas durante los días que permanezcan desplegados
supone una gran parte del coste total del dispositivo. Por parte de la Policía Nacional estable
en Palma se desplegaron efectivos del grupo formado por 25 efectivos de la Unidad de Prevención y
Respuesta (UPR), así como agentes de la Brigada Provincial
de Seguridad Ciudadana, miembros de la Unidad Canina y de la Unidad de Subsuelo. Se desplegaron agentes en las azoteas de los edificios próximos, se
inspeccionó el subsuelo, se
sellaron las alcantarillas del entorno de los juzgados y un helicóptero sobrevoló la zona. La Guardia Civil fue la
encargada de velar por la seguridad de la Infanta en sus desplazamientos en la isla desde
el aeropuerto, el lugar en el que se hospedó o en su llegada y salida del
Juzgado. Sobre la Policía
recayó la labor de llevar a cabo los cortes de tráfico necesarios. El dato total de efectivos de las
fuerzas de seguridad previstos ascendió a cerca de 200. Las fuentes consultadas
explicaron que, en este caso, el dispositivo fue mucho más contundente que el
desplegado en anteriores ocasiones con el duque de Palma, Iñaki Urdangarín.
Jesús María Silva, uno de los abogados de la
infanta Cristina, aseguraba el pasado miércoles que la hija menor del Rey tenía ganas de declarar en los juzgados de Palma para
“liberarse un poco de este trámite”. “Se encuentra bien… Está serena”, añadía
el letrado a las puertas de su despacho de Barcelona. Silva no quiso, por el contrario, contestar sobre
cuestiones estratégicas de la defensa, ni si durante el interrogatorio
respondería a todas las partes. Silva y Roca Junyent se reunieron estos días con la Infanta para preparar su
defensa, y estaban convencidos de que la declaración ante el juez José Castro
serviría para demostrar su inocencia. Sobre la posibilidad de bajar la rampa de
los juzgados andando o en
coche, Silva dijo que “son
cuestiones de seguridad que ella no va a decidir”. Recordó que la Infanta siempre había
actuado motivada
por “su fe en el matrimonio y amor a su marido”,
en el
que “confía, ha confiado y seguirá confiando contra viento y marea”. Y añadió
que “a la infanta se la ha imputado por ser quién es” porque, de lo contrario, el juez no
habría escrito la imputación en 225 folios sino “en 15 ó 20” , como se hace normalmente.
“Si alguien considera que es necesario escribir un tratado de derecho procesal
para imputar a alguien, será porque considera que el caso lo merece”. En declaraciones
a los periodistas a las puertas del bufete de abogados, Silva sentenció
hace varias semanas que la
Infanta “está enamorada de su marido” y argumentó: “Cuando
una persona está enamorada de otra, confía, ha confiado y seguirá confiando
contra viento y marea en esa persona: Amor, matrimonio y desconfianza son
absolutamente incompatibles”. Preguntado sobre si con ello afirmaba que su marido, Iñaki
Urdangarín, la había engañado, respondido: “Yo le digo quién
confía. A partir de ahí, cada uno responde en conciencia de sus actos. Lo que no se puede pretender es que el
legislador diga: 'Mujeres, cuando vuestros maridos os den algo a firmar,
primero llamad a un notario y tres abogados'; o viceversa: 'Maridos, cuando
vuestras mujeres os presenten algo, desconfiad y esperad a firmar”.
El juez Castro y el fiscal Pedro Horrach bajan la rampa de
los juzgados de Palma.
Una mayoría de jueces, incluso
los conservadores, apoyan al instructor del ‘caso Nóos’. La Asociación Profesional
de la Magistratura
(APM) denunció los “ataques personales” contra José Castro y se posicionó junto
al juez José Castro. Su crítica llega después de las denuncias de otras
asociaciones del sector como Jueces para la Democracia y Francisco
de Vitoria, tras el último escrito presentado por el fiscal Pedro Horrach en el
que éste aseguraba que el magistrado se apoyó en “teorías conspiratorias” para
imputar a la hija del Rey de un delito fiscal y otro de blanqueo. Sin mencionar
explícitamente al juez Castro, la APM
pidió “respeto personal” para los jueces que sufren “ataques”. Y la Asociación Francisco
de Vitoria denunció “la grosera campaña de desprestigio” contra el juez Castro,
calificando de “expresiones impertinentes y ofensivas” y “acusaciones muy
graves” las vertidas por el fiscal Horrach en su escrito contra la instrucción
del magistrado. Jueces para la
Democracia , por su parte, denunció las presiones de todo tipo
y seguimientos personales padecidos por el juez y afirmó que estas
circunstancias son especialmente negativas para la actuación de una justicia
independiente. “El juez instructor –señala– ha sufrido presiones de todo tipo,
seguimientos personales y también el desprestigio continuado de diversos medios
de comunicación”. Y destaca que “a pesar de ello, Castro ha llevado a cabo un
esfuerzo profesional considerable para impulsar una causa muy compleja, en la
que se investigan supuestos delitos de blanqueo de capitales, delito fiscal,
tráfico de influencias y delitos societarios”.
Los tres técnicos de Hacienda,
bajando la cuesta que conduce al acceso a los juzgados.
Los inspectores que libraron a
la infanta Cristina
de un delito fiscal admitieron hace dos semanas al juez Castro que dieron por
buenas tres facturas “simuladas”. El magistrado censuró a los
técnicos y a la abogada del Estado por aplicar con ella “un trato diferente” El
juez del juzgado número 3 de Palma preguntó a los técnicos de la Delegación de la Agencia Tributaria
de Cataluña si era normal que un expediente como el de Cristina de Borbón “tarde tantos meses en resolverse”.
Los funcionarios se defendieron alegando que el tiempo empleado en este asunto
se encuentra “dentro
de los márgenes habituales” y que no se han empleado más a
fondo por tratarse de la hija del Rey. Pero la batería de preguntas se fue
complicando al requerir Castro una explicación convincente de por qué la
investigación tributaria de Cristina de Borbón la inició el abogado jefe de
Hacienda cuando le correspondía a los propios técnicos de la Delegación de Cataluña.
Los inspectores se excusaron en que la plaza del funcionario al que le
correspondía asumir esta investigación “estaba vacante” y que sólo por eso
el expediente lo asumió directamente la Dirección de los Servicios Jurídicos de la Agencia Tributaria.
La explicación no convenció al juez, según explica Esteban Urreiztieta,
periodista de El Mundo, que recogía esta información al detalle.
“¿Ustedes
suelen admitir facturas falsas como deducibles con el resto de contribuyentes?”,
preguntó a los autores de los informes tributarios sobre Cristina de Borbón y
su sociedad Aizoon. “¿Si no se hubiera tratado de la Infanta Cristina hubieran aceptado como gasto
estos tres recibos de 69.900 euros que no responden a servicio alguno?”,
insistió el magistrado. “Cada caso es diferente y la deductibilidad de una factura
es relativa”, le replicaron. Los inspectores de Hacienda admitieron que las
tres facturas eran irregulares y simuladas, negándose a tildarlas de “falsas”.
No obstante, la discusión no radicó en si las facturas eran falsas o simuladas
sino en si eran deducibles. “No hemos recibido ninguna instrucción ni ninguna presión para
actuar de esta manera”, se esforzaron en dejar claro los inspectores, añadiendo
que, a su juicio, la infanta Cristina debe ser exculpada por completo del
fraude fiscal de su sociedad porque quien la gestionaba no era ella sino su marido.
Pese a que ya ha sido acreditada la participación directa de la hija del Rey en
numerosas operaciones fraudulentas de Aizoon, firmando de su puño y letra
documentos clave como el autoalquiler
ficticio del palacete de Pedralbes o la compraventa simulada de
acciones de la promotora Mixta África, los funcionarios
añadieron que hay que trasladar el fraude fiscal de Aizoon al Impuesto sobre la Renta del duque de Palma.
Criterio que fue rebatido por el juez Castro quien, en presencia de varios
testigos, confesó estar “cansado” de constatar cómo la Agencia Tributaria
“trata de
manera diferente” a la hija del Rey en este asunto. De
ahí su persistencia en su batería de preguntas por dejar claro que Hacienda y
la propia Abogacía del Estado está variando sus criterios habituales para
favorecer a Cristina de Borbón.
La infanta de España y duquesa de Palma, a su
llegada a los juzgados.
Es la primera vez que la hija de
un rey se enfrenta a esta situación y el entrenamiento de su defensa con sus
abogados se centró en enseñarle a hacer algo a lo que no está acostumbrada: dar
explicaciones y “sacarla de la burbuja” en la que ha vivido. La infanta
adquirió “plena conciencia” de la importancia que tenía –para ella y para la Corona – ofrecer un relato
coherente de su inocencia ante el juez y ante la sociedad española. Los
abogados de Molins & Silva intentaron que la Infanta despejase las
dudas sobre su participación en la sociedad patrimonial Aizoon, que compartía a
medias con su marido. Los servicios de Comunicación de Zarzuela no eran los
únicos que velaban por la información que generaba la infanta Cristina en su declaración ante el juez Castro. “A ellos –escribía El
Buscón en Vozpópuli– se unirá la artillería del gabinete de prensa
perteneciente al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y al Tribunal
Supremo (TS). Según ha podido saber este Buscón, desde el órgano de gobierno de
los jueces, que preside el conservador Carlos Lesmes, se han dado
instrucciones para que la directora de Comunicación del CGPJ, Cristina Ónega,
y su auxiliar, José Asenjo, se desplacen hasta
Palma de Mallorca para controlar in situ el germen de la noticia.
La llegada de Ónega a la dirección de Comunicación del CGPJ se produjo el
pasado mes, tras abandonar TVE después de 14 años y donde venía ejerciendo
como Jefa de
Nacional en los Servicios Informativos de la cadena desde julio de 2012.
Según fuentes del ente público, no terminó de encajar en el equipo del director
de Informativos, Julio Somoano. El
padre de Ónega es el veterano comunicador, Fernando Ónega, jefe de
prensa del expresidente del Gobierno Adolfo Suárez y ex director de
informativos en la cadena Ser, Cope y Onda Cero; ex director de Relaciones
Externas de TVE (1980-1981); ex presentador de Antena 3 Noticias y colaborador
en tertulias de televisión y periódicos como La Vanguardia y El
Progreso de Lugo. La relación de Fernado Ónega con el Rey es estrecha, ya que
ambos compartieron muchos momentos de la presidencia de Suárez, de quien ha
escrito una biografía íntima titulada Puedo prometer y prometo (fórmula
que él mismo acuñó al elaborar un discurso del líder de UCD). En ese libro,
Ónega relata
conversaciones privadas con Don Juan Carlos. Una de ellas la
utiliza para señalar al monarca como el verdadero artífice de la legalización del Partido
Comunista (el papel de Suárez fue sólo el de ejecutor)”.
El interrogatorio de la Infanta se hizo sin ayuda
de Internet ni de ningún tipo de dispositivo electrónico para evitar que se la
grabase. A la entrada del juzgado, el juez ordenó que los abogados y personal
con permiso previo dejasen en la entrada teléfonos, iPads, ordenadores personales,
portátiles o grabadoras. E implantó un “apagón digital” durante el
interrogatorio. El instructor justificó sus medidas con el argumento de que se
pretendía evitar
la filtración del contenido de las palabras de la hija del Rey mientras se
producía su declaración. Una vez comenzado el interrogatorio, los abogados
sólo pudieron mostrar a la
Infanta pruebas por escrito y sólo en casos
extraordinarios en los que era necesaria una prueba electrónica, se permitió
activar el ordenador del juzgado previa autorización del magistrado. Los
abogados de la Infanta
se mantuvieron en una misma estrategia desde que comenzó el sumario, asegurando
que nunca supo qué actividades realizaba su marido. Con ello pretendieron
alegar desconocimiento y defender que doña Cristina tampoco había tomado parte
en la gestión económica de Aizoon. Desplegaron el interrogatorio ensayado una y
otra vez en los días previos a la cita con el juez, con preguntas y respuestas
para evitar el menor desliz dialéctico. La estrategia del bufete basó en el desconocimiento
de ambos conceptos por parte de la
Infanta –el de la retribución que percibía como miembro de
Consejos de Administración y el de los pagos que obtuvo como asesor de compañías mercantiles
privadas– que refuerza la tesis del desconocimiento y la desconexión del dinero
ilícito. Como socia al 50 % de la empresa familiar, los más de 600.000 euros
que la fiscalía le exige proceden del cálculo de dividir por dos los 1,3
millones de fondos de Baleares y de la Comunidad Valenciana
ganados por Urdangarín con las maniobras del Instituo Noos entre 2003 y 2007.
Pero, el Ministerio Fiscal ha hecho saber que únicamente pedirá una
responsabilidad civil para la infanta Cristina que, en su caso,
supondría el pago de menos de 600.000 euros. Al parecer, la Infanta sólo temía las
preguntas del abogado del socio de Urdangarín, Manuel González Peeters, quien
disponía de los e-mails de las conversaciones entre el Duque de Palma y su
cliente como arma para probar que la
Infanta conoció y participó en las actividades de Aizoon.
Y mientras la Infanta contesta a los jueces, la Asamblea Republicana
de Mallorca se manifiesta en las inmediaciones de los juzgados
La hija menor de los Reyes, Cristina de Borbón,
llega en coche hasta la puerta de los
juzgados de Palma, evitando descender a pie la 'rampa de la vergüenza'. Lleva
una camisa blanca, un traje de chaqueta negro y sujeta un teléfono móvil en su
mano derecha. Desciende del vehículo y
recorre unos metros a pie hasta la puerta del edificio judicial mientras
sonríe. La céntrica avenida Alemania de la capital palmesana está literalmente
tomada por las Fuerzas de Seguridad. La hija menor del Rey dirige media sonrisa
a los cientos de periodistas que la aguardaban. “¡Cristina, bombón! ¿Por qué no
noos haces un talón?”, corean unos 300 manifestantes. “Buenos días”, dice la Infanta a los periodistas
que le preguntan cómo se encuentra. “Bien, bien”, responde ella antes de entrar
en la sede judicial. Al fondo, se oyen los abucheos procedentes de los manifestantes que exhiben banderas
republicanas y lanzan gritos de apoyo al juez Castro. Además de partidarios de la Asamblea Republicana
de Mallorca, que ha convocado la concentración, también hay miembros de la
asociación catalanista ARRAN y un reducido grupo de activistas de Ibiza
contrarios a las prospecciones petroleras que se proyectan en aguas próximas a
Baleares. Bajo el lema “Fuera la corona española”, los congregados ocupan los
cuatro carriles de la céntrica Vía Alemania de la capital balear, justo frente
a la puerta principal de los Juzgados. En la concentración se pueden ver
pancartas de apoyo al juez Castro y otras contra la Monarquía española y a
favor de la
República. Otros protestan contra las prospecciones
petrolíferas y el ERE de Coca-Cola, que prevé cerrar la planta de producción de
Palma de Mallorca. Muchos de los concentrados portan pancartas y banderas
republicanas o senyeras catalanas. Se escuchan
proclamas como “Casal popular, Marivent”, “Independencia”, “Fuera Monarquía” o
“Juan Carlos, Sofía, la hucha está vacía".
La estrategia de la acusación de Virginia López
Negrete, abogada de “Manos Limpias”,
pasa por probar que la
Infanta no sólo conoció el origen ilícito de los fondos desde
su origen sino que, además, participó en su ocultación. Pretendió plantear
preguntas en torno a la vida de la sociedad y de la participación de la Infanta : “Si existía
separación de bienes, ¿qué necesidad tenía la Infanta de crear una
sociedad con su marido? ¿Por qué toma el 50% en lugar de un porcentaje menor?”.
Su interrogatorio buscaba establecer que la Infanta fue utilizada como pantalla frente a
Hacienda y las posibles inspecciones con su participación activa. Pero esta y otras
preguntas de “Manos Limpias” que se quedaron en el tintero, al negarse la
infanta Cristina a responder. El perito de la acusación argumenta que la Infanta firmó durante
nueve años las cuentas de la sociedad, lo cual la convierte en corresponsable,
aunque ignorara el origen fraudulento del dinero y sostiene que “como en el
derecho penal, el desconocimiento del derecho no exime de su cumplimiento”.
Elementos jurídicos de la imputación, según el
esquema elaborado por El País.
Inmediatamente después de
presentar su escrito de imputación, el juez Castro comenzó a preparar las
preguntas que plantearía a la
Infanta. Su cuestionario gira en
torno a dos grandes ejes: determinar el grado de conocimiento que doña Cristina
de Borbón tenía sobre las irregularidades atribuidas a Iñaki Urdangarín y
determinar su participación en la estructura societaria de Aizoon. Entre
las cuestiones del magistrado, figura la de si se ausentó o no de las conversaciones
que Torres y Urdangarín mantuvieron cuando compartían “momento lúdicos”. ¿Por
qué no utilizó su paritario potencial participativo en Aizoon S.L. para instar
la presentación de rectificaciones de liquidaciones anteriores supuestamente
defraudatorias? La Infanta
abandonó el 20 de marzo de 2006 su cargo de vocal de la Asociación Instituto
Nóos de Investigación Aplicada ante las primeras denuncias de irregularidades.
El parlamento balear llegó a registrar una pregunta parlamentaria que evidencia
esas denuncias y sospechas. Sin embargo, doña Cristina no abandonó la empresa
que compartía al 50% con su marido ni rectificó unas cuentas que habrían
registrado ingresos presuntamente fraudulentos. ¿A qué obedecía que Aizoon S.L.
transfiriera, el 27 de diciembre de 2006, a la cuenta abierta en La Caixa y de la que era
cotitular con su marido, 125.000 + 25.000 euros y que ese mismo día se
traspasara el dinero a la cuenta de que era titular su marido? ¿Acaso pagó la Infanta alguna factura de
su propio peculio?… La primera pregunta formulada por el juez Castro fue:
“Conoce usted los hechos por lo que está ahí?”. Otras que posiblemente le hizo:
¿Es Aizonn una sociedad pantalla con disfraz mercantil? ¿Por qué no repartió
nunca dividendos? ¿Por qué Aizoon S.L “aparentemente”
alquiló como oficina una parte de la vivienda familiar de los Urdangarín-Borbón
en Barcelona? ¿Por qué figuraban los empleados del servicio de la vivienda como
trabajadores de Aizoon? ¿Pagó la infanta Cristina dinero negro a los empleados
de su vivienda? ¿Estaban algunos de ellos, inmigrantes, en situación irregular?
¿Por qué se imputaron a Aizoon las facturas correspondientes a obras y
decoración de la vivienda? ¿Son admisibles como gastos de Aizoon las
“atenciones privadas”? ¿Perseguía de alguna manera la presencia de la infanta
en el accionariado de Aizoon la ocultación de su actividad a ojos de la Agencia Tributaria ?
¿Por qué la correspondencia de la tarjeta VISA que Cristina de Borbón ostentaba
en Aizoon dejó de llegar a su nombre y se desvió su envío hacia otra de las
sedes de la empresa, ajena al domicilio familiar del matrimonio? ¿Puede
ser el desconocimiento de la legislación mercantil y tributaria un argumento de
defensa en favor de la infanta Cristina? La acusación popular dice que la mayoría de veces contestó
con evasivas, amparándose en el “no sabe, no contesta” y hacía todo lo que le
pedía Urdangarín, en el que confiaba plenamente. La Infanta renunció a
responder tanto a las acusaciones populares como a los abogados defensores de
las otras partes.
La Casa del Rey, cuyo secretario general vivió este proceso como “un
martirio”, entiende que la infanta ha salido del juzgado “liberada de una gran
presión tras contestar a todas las preguntas”, esperanzada ante una próxima
desimputación. Nosotros no lo tenemos tan claro.
“La segunda imputación de la Infanta –escribe Antonio
García Pablos en El País, bajo el título ‘El coste de la imputación de la Infanta ’–, que previsible
y lógicamente confirmará la
Audiencia de Palma (por eso carece de sentido recurrirla), no
es ninguna catástrofe nacional sino síntoma del buen funcionamiento del Estado
de derecho, de la división de poderes, de la independencia judicial y de la
igualdad de los ciudadanos ante la ley. A buen seguro, que Federico II de
Prusia, como hiciera entonces con el juez de Berlín que dio la razón al molinero
frente al propio rey, habría elogiado hoy al magistrado Castro por su
testimonio, en absoluta soledad y sin nadie que le ampare, de independencia y
pundonor. Preocupa, por el contrario, el comportamiento procesal de otros
operadores jurídicos que oponiéndose a la imputación de la Infanta , lejos de evitar
esta, muy probablemente y en la percepción social, han perjudicado a la propia
Infanta que sin duda no necesitaba ni pidió tales apoyos. Ante todo, el
proceder del ministerio fiscal recurriendo la primera imputación: oponiéndose, ad
cautelam, a la segunda antes de que el juez solicitase su informe y la
acordara; y criticando con lamentables insinuaciones al instructor por la
ulterior imputación a pesar de no haberla impugnado deja en muy mal lugar a la
fiscalía, pues nadie comprendería que en un caso como este y dada la estructura
jerárquica del ministerio público el fiscal del caso actuaba sin el
conocimiento y respaldo de sus superiores. Jueces díscolos o rebeldes puede
haberlos; fiscales, no. (…) Una voluntaria
comparecencia judicial de la infanta, antes de ser imputada, declarando a
iniciativa propia, hubiera podido ser entonces convincente. Hoy ya no. Porque
hoy el instructor, motivado por la
Audiencia de Palma, ha realizado una investigación exhaustiva
y demoledora para fundamentar la imputación (inocencia o culpabilidad no están
por ahora en juego en este momento del proceso). Por esta razón, creo yo, los
abogados de la Infanta
emprenden un inevitable, tardío pero inteligente, cambio de estrategia de defensa
aconsejándola que comparezca a declarar. El próximo sábado se enfrentarán dos
actitudes y estrategias procesales antagónicas. El juez instructor, que conoce
como nadie los detalles y particulares de la causa, interrogará probablemente a
la imputada una y otra vez sobre hechos concretos y puntuales. La imputada, por
su parte, apelará —también una y otra vez— a la confianza depositada en su
esposo y a la intervención de terceras personas (asesores, secretarios,
etcétera), porque su defensa ofrece un cauce argumental estrecho, angosto y su
delicada situación personal y humana atenazan, sin duda, su ánimo, haciendo
poco probable que resista a un largo, minucioso y tenso interrogatorio
judicial, aunque solo responda a las preguntas del juez y de su propio abogado
defensor”.
“Después de cuatro décadas en el trono –escribe
Matías Vallés en Al Azar (Diario de Mallorca)–, el Rey ya anda. Ahora está
aprendiendo a leer. La democracia se distingue de sistemas menos recomendables
en su propensión a incurrir en lo cómico antes que en lo trágico. De ahí que el
estupor frente al discurso del monarca en la Pascua Militar se
alivie con la carcajada ante quienes buscan excusas luminosas o gripales.
Mientras los asistentes desviaban piadosamente la mirada y la ansiedad tensaba
los músculos del Príncipe al borde de la contractura, los cortesanos de Madrid
analizaban un texto que su autor era incapaz de pronunciar, no cabe sátira más
cruel. El Jefe de Estado sufre martirio a manos de sus adictos. Sólo les
faltaba proclamar que ‘el Rey está vestido’, único atributo indubitable de su
rango (…). Si un monarca no puede
hablarle a su reino, que tampoco está autorizado a replicarle, se ha alcanzado
la perfecta incomunicación. Juan Carlos y Cristina de Borbón tiemblan cuando
han de articular una palabra más allá de ¡Hola! No hablamos desde la
mojigatería. Sería incluso peligroso que los Reyes creyeran en la monarquía,
Dios nos libre de los Papas demasiado devotos. El escalofrío brota porque el
Rey ha dejado de ser el interlocutor con la Corona , y Letizia está en un concierto. Desde
Roosevelt se juzga arbitrariamente a los estadistas por sus cien primeros días.
Al Jefe de Estado español le conviene que se olviden rápidamente sus cien
últimos días”.
La sesión judicial con la infanta Cristina,
sentada frente al retrato de su padre, el Rey Juan Carlos, colgado en la pared,
duró hasta las seis de la tarde. “Lo de este sábado –escribe Juan Tortosa bajo el título
‘Cristina rompe su silencio’, en Público– es un repugnante y denunciable trato
de favor: todos los resortes del Estado, el judicial, el policial, el
mediático, el político…llevan semanas dotando a la comparecencia ante el juez
de la ciudadana Borbón y Grecia de un carácter de excepcionalidad que no habría
debido tener nunca. Cristina Borbón de Urdangarín es una ciudadana de pleno
derecho que, tal como contempla nuestro ordenamiento jurídico, está obligada
como todo el mundo a acudir a declarar ante un juez cuando éste le requiere
para ello. El asunto tiene un interés que no voy a ser yo quien lo discuta pero
admítaseme que, de las exageradas dimensiones que ha acabado adquiriendo esta
historia, los principales responsables son quienes, durante demasiado tiempo,
han apostado por la estrategia del escaqueo en lugar de por plantar cara. Con
lo fácil que hubiera sido hace meses, digo yo, llegar, escuchar las preguntas
que tuvieran que hacerte, contestarlas… y a casita. Así tendría que haber sido,
¿no? Así, y no de otro modo, habría tenido que suceder en esa sociedad
normalizada a la que aspiramos y en la que no acabamos de convertirnos. ¿Por
qué no lo conseguimos? La hija del todavía rey de España lo hubiera tenido más
fácil si no se hubiera dejado proteger tanto. Alguien, si es que ella no ha
sido capaz de verlo, tenía que haberle dicho que tanto escudo protector la
vulnerabilizaba. Que tanta defensa la condenaba. Sea cual sea el veredicto, sea
cual sea el dinero que tenga que pagar, todo le habría resultado mucho más
llevadero si no se hubiera refugiado en el silencio (…) Yo no sé por qué se ha
callado Cristina. No entiendo por qué ha estado escondida. Hay silencios y
ausencias que estigmatizan por su elocuencia. Con lo fácil que le hubiera
resultado copiar a papá, salir a la palestra y soltar aquello de ‘lo siento, me
he equivocado, no volverá a ocurrir’… y miel sobre hojuelas. ¿O había miedo de
que esta vez ya no colara? Pues en eso llevan razón: esta vez no habría colado.
Pase lo que pase este sábado, diga lo que diga en el juzgado, creo que Cristina
Borbón de Urdangarín, 48 años, casada y madre de cuatro hijos, se sabe
condenada por el ciudadano medio. Creo que sabe que la gente suele ser más
comprensiva con los sinvergüenzas que dan la cara que con quienes, aún siendo
inocentes, esconden la cabeza debajo del ala. Es verdad que uno es prisionero
de lo que dice y dueño de lo que calla, pero la cosa cambia cuando quien calla
termina siendo dueño de lo que, presuntamente, entre silencio y silencio, se ha
estado llevando crudo
Entre los
fotomontajes de esta semana, cabe resaltar los prohibidos el martes pasado por
el Ayuntamiento de Salamanca sobre una exposición programada en el centro Julián Sánchez “el Charro”. ¿Motivo? El haber ocultado el artista el contenido de
las obras. La exposición se titulaba: “No apto para todos los públicos” y en ella aparecían imágenes de
Rajoy, Bárcenas o la Infanta Crisina
que el Ayuntamiento consideró “no aptas”. La decisión, comunicada al artista
Ausín Sáinz, considera las obras “inadecuadas para un público, eminentemente
familiar, que acude a este espacio de participación ciudadana donde se
programan diariamente ludotecas infantiles o numerosas actividades deportivas”.
Propuesta de Gallardón para la entrada de la Infanta a los juzgados.
Propuesta de Gallardón para la entrada de la Infanta a los juzgados.
Manuel J. Arjona. Nuestra señora del Santo Robo. De la ilustre Cofradía del
Indulto Seguro. Resto de obras: Otro peliculón de la infanta Cristina, La mano
que mueve al fiscal, Mi vida es ser un mamón y La policía recomienda que la Infanta baje en coche la
rampa de los juzgados.
El humor de Erlich:
Otros humoristas en la prensa de esta semana:
Peridis, Ferrán, J. R. Mora, Can, A. López, El Jueves…
Pep Roig, desde la misma isla, convertida este
final de semana en ombligo del mundo y ojo del huracán: Bombardeo
gubernamental, Desacuerdo simulado y en diferido, PPolítica ficción, Propaganda
electoral hasta en la sopa, Nueva orden de Rajoy, Todo es publicidad y Lo malo,
bueno para los que mandan.
Y para terminar, tres vídeos
El primero, sobre la infanta Cristina, quien asegura
que no participó en la gestión de Aizoon, la empresa que compartía con Urdangarín.
Ha reconocido al juez Castro que sabía que el rey le pidió al duque que dejara
Nóos. El abogado de la acusación popular afirma que el grado de conocimiento del rey
sobre lo sucedido ha estado “flotando en el ambiente” durante la declaración.
En el segundo, un coro de monjes, atrapados en el
voto de silencio, interpreta el 'Aleluya' de Haendel. En realidad, son unos
estudiantes de preparatoria haciéndose pasar por monjes con voto de silencio.
Pero definitivamente tuvieron una idea creativa que se ha convertido en un
show.
1 comentario:
Y todo ello lleva a una cruda pero muy cierta reflexión. El grado de degradación mental que ha mostrado nuestra infanta no es accidental, ha sido el resultado largamente trabajado de docenas de matrimonios entre primos más o menos lejanos durante siglos, mezclándose por tanto una y otra vez los mismos cromosomas para acabar dando como resultado el experimento genético natural que observamos en la actualidad, el conjunto de cuasideficientes mentales que nos reinan con el insigne Borbón a la cabeza. http://diario-de-un-ateo.blogspot.com/2012/04/monarquia-y-sanidad.html
Publicar un comentario