La monarquía bananera de Felipe VI.
“La bochornosa coronación de Felipe VI –cuenta
Rafael Carbona, en LQSOMOS– me ha recordado la fastuosa ceremonia de Bokassa,
el dictador que se proclamó emperador del inexistente Imperio Centroafricano.
Se dijo que Bokassa comía carne humana, pero nunca se pudo demostrar. No creo
que Felipe VI practique el canibalismo, pero al igual que su colega africano ha
accedido al poder sin un ápice de legitimidad democrática. La monarquía
española es una imposición de la dictadura franquista y Felipe VI ha iniciado
su reinado con una oleada represiva. Los esbirros de la UIP (Unidades de Intervención
Policial) se han comportado una vez más con el sadismo de los Tonton Macoute,
la organización paramilitar que sembró el terror en Haití durante el despótico
gobierno de la familia Duvalier. Durante la ceremonia, siete personas han sido
detenidas con un despliegue de brutalidad gratuita. En el colmo del cinismo,
los agentes que han aporreado y ultrajado a los ciudadanos, presentarán cargos
por ‘atentado contra la autoridad’. Saben que gozan de impunidad, gracias a la
complicidad de políticos y jueces, enredados en la misma trama de corrupción y
violencia. La belicosa Cristina Cifuentes, Delegada del Gobierno, y el piadoso
Jorge Fernández Díaz, Ministro del Interior, han institucionalizado la
represión, persiguiendo con fervor inquisitorial a ‘perro-flautas’ y ‘rojo-separatistas’.
Sería injusto atribuirles toda la responsabilidad de este clima de abusos e
ignominias. Otegi afirmó en 2003 que el rey Juan Carlos I era ‘el jefe de los
torturadores’, pues no en vano ocupaba la jefatura del Estado y las Fuerzas
Armadas. Condenado por el Tribunal Supremo a un año de prisión por ‘injurias a la Corona ’, el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos entendió que se había vulnerado la libertad de
expresión de Otegi y condenó al Estado español a pagar una multa de 20.000
euros en concepto de daños morales. Pienso que se puede aplicar el mismo
razonamiento con Felipe VI, pues como jefe de Estado es el máximo responsable
de sus instituciones y el responsable último de la represión. No se le puede
eximir de culpa, pues a fin de cuentas los matones de la UIP han puesto todo su empeño
en defender sus intereses dinásticos. En una verdadera democracia, no es un
delito agitar una bandera republicana o pedir que se acceda a la jefatura del
Estado por medio de los votos y no por derecho de sangre. (…)
“El reinado de Felipe VI nace bajo el signo de la
represión policial, la corrupción institucional –que ha salpicado a su propia
familia– y una grave crisis económica que ha servido de pretexto para liquidar
los derechos laborales, sociales y políticos de una ciudadanía maltratada por
el paro, la emigración forzosa y los desahucios. Somos muchos los que
desearíamos ver al Borbón ganándose el pan con el sudor de su frente. Dada su
estatura y su bajo perfil intelectual, podría ser un buen antidisturbios. En
cuanto a Leticia Ortiz, inverosímil reina de un país que nunca dejó atrás su
Leyenda Negra, podría ser una genial y convincente Lady Macbeth.
Desgraciadamente, no sucederá nada semejante. Nos encontramos en una situación
histórica que propicia la reaparición del totalitarismo, una ideología que
resuelve los problemas del Estado, eliminando a los ciudadanos molestos e
improductivos. En España, el IBEX-35, verdadero gobierno en la sombra, ha
expresado su filosofía mediante Mónica Oriol, presidenta del Círculo de
Empresarios: hay trabajadores que ‘no sirven para nada’ y pagarles una prestación
por desempleo solo fomenta ‘el parasitismo’. Las palabras de Mónica Oriol están
impregnadas de darwinismo social. Es innegable que brotan del mismo fondo
insolidario y depredador que inspiró al canciller Adolf Hitler, según el cual ‘la Naturaleza solo concede
el supremo derecho a la existencia al que se sobrepone por su esfuerzo y
carácter’. Jorge Vestrynge y Arturo Pérez-Reverte han manifestado que la
historia de España sería diferente si algún rey hubiera perdido la cabeza en la
guillotina. Ambos le han robado la idea a Ramón María del Valle-Inclán que en Luces
de bohemia (1924) pidió ‘una guillotina eléctrica en la Puerta del Sol’. En el caso
de Felipe VI, yo me conformaría con que hiciera las maletas y pasara a la
historia como el último Borbón. Hasta entonces, España será una monarquía bananera,
con leyes de excepción, represión policial y una telaraña de corrupción que
extiende sus hilos por empresas, partidos, sindicatos, medios de comunicación e
instituciones. Para colmo de desgracias, ni siquiera tenemos a un José
Bergamín, con el coraje y el ingenio necesarios para denunciar sin miedo este
tiempo de infamias”.
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