jueves, 12 de febrero de 2015

Grecia espera recuperar su dignidad y acabar con la Troika.

Tsipras quiere cumplir con lo prometido.

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, y su ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, terminaron la semana pasada una intensa gira por Europa en la que trataron de ganarse el apoyo de sus socios. Su mensaje principal fue recuperar la dignidad, rechazando el rescate y la austeridad y aspirando a ser tratados como iguales entre los europeos. Pidieron tiempo para desarrollar un plan de reformas en cooperación con sus socios, un crédito puente para poder financiarse hasta entonces y un modelo de canje de la deuda que permita hacerla sostenible.

Tras la victoria de Syriza (izquierda), que rechaza de pleno las políticas de austeridad hasta ahora implantadas en Grecia, Alexis Tsipras espera una renegociación de la deuda. Y, aunque el discurso se ha ido rebajando desde ambas partes (por ejemplo la quita de la deuda ya no está encima de la mesa), la Comisión tendrá que decidir el último día de febrero si prorroga el segundo rescate a Grecia o no. Pero lo que sí se plantea ahora, a pesar de la tajante negativa de Alemania, es la disolución de la Troika (el grupo formado por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional) y la creación de un organismo “más democrático” para la ciudadanía europea.

Pese a las advertencias de Europa, Alexis Tsipras, presentó en el Parlamento todas las propuestas que llevaba en su programa electoral, entre las que destaca una actuación inmediata contra la crisis humanitaria que vive el país. “Daremos comida –dijo–, luz, techo y sanidad a las miles de familias que pasan hambre y viven a oscuras”. Y aprobó una serie de medidas urgentes contra la pobreza, a pesar de las amenazas de la Unión Europea y del BCE. Y anunció que solicitaría formalmente el pago de compensaciones de la IIª Guerra Mundial, lo que constituye un claro desafío a Alemania. Y aseguró que no habrá más desahucios de primeras viviendas y que volverá a contratar a los funcionarios que fueron despedidos de la administración por los recortes.

Tsipras ha resaltado una lucha sin cuartel contra la evasión fiscal y el contrabando de tabaco y combustible. Otras medidas, de más contenido simbólico, son la venta de la mitad de los coches oficiales que antes usaban los ministros y ayudantes, así como la de uno de los tres aviones presidenciales y la supresión de hasta el 50% de los asesores y personal contratado a discreción por los parlamentarios. Advirtió que Grecia “no se deja chantajear”, como tampoco Europa “puede ser chantajeada”, y espera “las propuestas de sus socios”.  En el centro de Atenas, se celebró una concentración espontánea bajo el lema “No al chantaje” en la que acudieron miles de personas, dejando claro que “la austeridad no forma parte de ese tratado”. “Queremos –dijo– dejar claro a todos  que no negociamos nuestra soberanía nacional, no negociamos el mandato del pueblo”.   
                                
En rueda de prensa en Berlín, la viceportavoz de la Cancillería alemana, Cristhiane Wirtz, señaló que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, estaría dispuesto a disolver la Troika, no reconocida como legítima por Grecia, y a buscar una “alternativa” para Grecia. Pero esta noticia aún no ha sido confirmada por nadie. Por su parte, el Gobierno español se ha destacado como uno de los más intransigentes de la Unión Europea frente al respiro que pedido por Alexis Tsipras. Rajoy pretende que éste acepte una prórroga del último rescate en las mismas condiciones pactadas por su antecesor, el conservador Antonio Samaras, y, en todo caso, negociar luego. Es la misma postura que mantienen la canciller alemana, Ángela Merkel, y el máximo responsable del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem.  Una dureza que, curiosamente, contrasta con el trato benévolo que el presidente español solicitó al resto de los países de la Unión Europea cuando llegó al poder en diciembre de 2011 y se sintió incapaz de conseguir para el año siguiente el objetivo de déficit público fijado por Bruselas. 

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