Íñigo vence a Pablo.
En nueve rounds, lo ha
expresado correctamente Antonio Avendaño en Andalucia. En primer lugar, lo que
está en juego en España es la segunda plaza y, en Andalucía, la primera. En
España, PSOE y Podemos pelean por la segunda posición con armas diametralmente
distintas. Podemos, simulando que ama al PSOE y que, en realidad, el ‘sorpasso’
es por su bien y el PSOE, buscando infructuosamente el cuerpo a cuerpo e
intentando no imaginar cómo será el día después del 26J. En Andalucía, lo que
está en disputa es la primera plaza pero entre PSOE y PP, no entre aquel y
Podemos.
Dos. Mientras tanto, en
Podemos, ha vencido Iglesias, pero política y electoralmente el discurso que de
verdad se está imponiendo es el de Íñigo Errejón (o Carolina Bescansa), a quien
solo le falta decir en los mítines: “Sí, es verdad. Lo admito, queremos ser el
PSOE del 82, eso queremos ser”.
Tres. La incógnita,
naturalmente, es qué será el Podemos, si alcanza a gobernar. Si será lo que
siempre soñaron Diego Cañamero o Teresa Rodríguez, o lo que viene planeando en
su muy bien amueblada cabecita Íñigo Errejón. Diego y Teresa querrían cambiarlo
todo; Íñigo y Carolina solo quieren mejorar lo que hay. ¿Y Pablo? ¿Qué quiere
Pablo? Lo que sea preciso querer. Como todo buen líder, Pablo es extremadamente
flexible en lo ideológico: mucho más de lo que él mismo sospecha.
Cuatro. Nunca los
socialistas se habían enfrentado a esta situación: hace cuatro días, como quien
dice, eran los favoritos en todas las quinielas y hoy nadie da un céntimo por
ellos. Les ha ocurrido como a la selección de España en el Mundial de Brasil,
donde llegaba habiéndolo sido todo y se iba siendo nada. ¿Pero acaso la tercera
plaza para el PSOE es nada? No, pero como si lo fuera.
Cinco. Está por ver si
las encuestas aciertan o si, en los días que que quedan, el PSOE logra arañar
votos para acercarse a Podemos, igualarlo o incluso superarlo. Lo primero
parece posible, lo segundo muy difícil y lo tercero, un milagro.
Seis. “El desempate se
decide en Andalucía”. Lo decía Íñigo Errejón el sábado pasado, en Sevilla, una
importante plaza que, por cierto, no visitará Pablo Iglesias para no tener que
coincidir ni dar su apoyo al cabeza de lista, Sergio Pascual, a quien el líder
de Podemos decapitó sin contemplaciones pero solo a medias.
Siete. Susana Díaz y
los suyos están haciendo una campaña como si les fuera la vida en ella, como si
fueran unas autonómicas en las que se lo jugaran todo. No quieren ser
derrotados por el PP en su territorio, pues ello debilitaría a la secretaria
general de cara al asalto de Ferraz. Otra cosa es qué quedará el día 27 de la
antigua fortaleza de Ferraz: ‘Estos, Pedro, ¡ay dolor!, que ves ahora, /campos
de soledad, mustio collado, /fueron un tiempo Itálica famosa. Etc.
Ocho. La gran pregunta
no es si el PSOE saldrá herido de estas elecciones, que eso nadie lo discute,
sino si logrará sobrevivir tras ellas.
Y nueve. En cuanto a la
otra gran pregunta, la de si permitirá un gobierno del PP o de Podemos, es
todavía muy prematura pero una cosa parece segura: los socialistas nunca harán
presidente del Gobierno a quien propone unilateralmente un referéndum en
Cataluña. ¿Unilateralmente? En efecto, pues unilateral sería forzar una
consulta de esa trascendencia sin contar con el acuerdo del Partido Socialista,
el Partido Popular y Ciudadanos, es decir, el 80 por ciento del país. Es más:
la consulta catalana es inviable sin la aquiescencia de España. La verdadera
batalla no está en hacer la consulta mañana y por las bravas, sino en convencer
a España de que hay que hacerla porque si no será peor. El PSOE tendrá que dar
su visto bueno a esa consulta antes o después, pero aún no lo sabe.
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