miércoles, 28 de septiembre de 2016

¿Para qué diablos sirve la filosofía?


Ana Cuervo Pollán, estudiante de tercer curso de Filosofía, dedica sus palabras a los alumnos de Bachillerato que ya no estudiarán la materia debido a la reforma educativa del Gobierno. “Muchas de las gentes que ocupamos las sillas y las pizarras del Aula de Historia de la Filosofía –escribe en Tribuna Abierta de Eldiario.es–, nos dejamos la piel para que los que venís detrás, tuvierais vuestro sitio asegurado. No lo conseguimos. Pero te aseguro que no habrá sido por huelgas, manifestaciones y movilizaciones. No han faltado protestas, denuncias, recogidas de firmas, artículos y cartas enfurecidas, aunque cargadas de razón, para evitarlo. El profesorado y el alumnado comprometido –que somos mayoría– hemos luchado durante años, ya casi cinco, para que en este septiembre, tuvierais garantizado vuestro sitio en clase de Historia de la Filosofía, y sin embargo, fracasamos. Al menos, de momento. Porque no os vamos a abandonar en manos de esta derecha nauseabunda”.

“Os escribo desde la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras donde estudio. Si ahora os escribo desde este lugar es gracias a la escuela pública y más concretamente, a mis clases de Historia de la Filosofía, que, aunque me encuentre inaugurando el tercer curso de la carrera, las recuerdo vivamente con agradecimiento y nostalgia. Este año no os preguntaréis cuál es el origen del Universo. Tampoco os hablarán de que existieron en la Antigüedad unos filósofos que, en esta facultad tan amante de palabras raras pero de ideas claras, denominamos presocráticos. No estaréis al tanto de la polémica entre Sócrates y los Sofistas. El debate entre lo natural y lo convencional –Physis y Nomos– no se os pasará ni por la imaginación. Tampoco veréis al viejo Kant y su imperativo categórico. No lo veréis porque en el mundo que nos ha tocado, está prohibido que alguien os enseñe a tratar a las personas como fines y no como medios con los que satisfacer vuestros deseos. No estudiaréis a Marx, ni a Nietzsche. El PP necesita que os alienéis; no lo contrario. Estos tipos que os cito, cada uno con sus propios puntos de vista –a menudo enfrentados–, tuvieron la dichosa idea de procurar a la gente la capacidad de hacer un análisis crítico del mundo que nos rodea y de cada sujeto para poder luchar por una sociedad más libre y justa; por eso, porque os quieren idiotas. Exactamente eso. Idiotas… Pero aún hay una salida. Kant decía ‘razonad todo lo que queráis y sobre todo lo que queráis pero obedeced’. Lo primero me convence, lo segundo no. Por eso yo, humildemente, invertiré la máxima. Para que os dejen razonar, para que no piensen por vosotros/as, para que no os conviertan, mediante una educación mediocre, en súbditos del capital y de la ignorancia, desobedeced. Desobedeced la Lomce.

Mi hijo, Toni, que sacó el grado de Filosofía sin dejar de trabajar en informática, lo resume así: “Es curioso cómo los políticos de hoy entienden que la filosofía ya no es ‘útil’ para formar a los estudiantes. Quizá debiéramos preguntarnos por el origen de la política para entender lo paradójico de este asunto. La palabra política es un vocablo que proviene del griego politeia, cuyo significado puede traducirse como ‘teoría de la cuidad’. En este sentido está íntimamente relacionada con la palabra paideia, que en griego significa educación. El propio Aristóteles definió al hombre como un ‘zóon politikón’, es decir, un animal social. Mi querido profesor de filosofía Quintín Racionero nos enseñó que la filosofía surgió por un conflicto entre poderes, en saber quién tenía el mando (el “arjé”, mal traducido por algunos como “principio”). De hecho, según la transcripción de su clase titulada ‘El discurso de los reyes, lecciones en torno al origen de la filosofía’, prácticamente, todos los filósofos presocráticos fueron reyes o pertenecieron a la aristocracia (cuyo sentido original significa el gobierno de los mejores).

Toni concluye: “Lo que quiero decir con estos pequeños esbozos acerca del origen de la política es que tanto ésta como el resto de disciplinas que conforman nuestra sociedad pueden ser analizadas desde un punto de vista diferente. Un punto de vista que permite a cualquiera que se lo plantee alcanzar un criterio propio. Para mí, ése es el valor de la filosofía, el pensamiento crítico, ése que tanto miedo da a los políticos actuales. El pensamiento crítico sólo se puede construir a partir de la profundización de las ideas, de la deconstrucción de los conceptos dicotómicos. Para eso sirve la filosofía, para poder ir a la raíz de las cosas mismas y replantearlas. De lo contrario, sólo quedaría lo establecido, lo que está institucionalmente predeterminado. Recuerdo la primera clase de historia de la filosofía antigua que nos dio Quintín, en ella se resume mi planteamiento de forma magistral, en una frase que me ha acompañado hasta hoy: ‘esta carrera no sirve para nada, pero amuebla muy bien la cabeza’. Quizá los políticos de hoy no sean capaces de ver lo importante que es conservar la filosofía, o aun peor, quizá lo estén viendo claramente. Si tuviera que resumir lo absurdo de esta decisión con una metáfora, diría que quitar la filosofía de las aulas de los institutos es como serrar la rama del árbol en la que estamos sentados”.

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