La ‘democracia’ que nació entre trampas y mentiras.
El ex presidente Adolfo Suárez,
artífice de la Transición, cuenta en una entrevista con Victoria Prego que no
sometió la monarquía a referéndum porque todos los sondeos demostraban que
ganaría la república. Lo cuenta off the record, tapando el micrófono y
bromeando con la periodista: le tiraba de la lengua porque le pillaba en “un
momento tonto”. Así lo explica en Diario.es Ruth Toledano, activista en defensa
de los derechos animales, tutora de proyectos en el Máster de Edición
Santillana-Universidad Complutense y primera mujer Cronista Oficial de la Villa
de Madrid: “La cosa no queda ahí: los
mandatarios extranjeros pedían ese referéndum y Suárez confiesa que los engañó.
Metió la palabra Rey en la Ley de Reforma Política que aprobaron en noviembre
de 1976 las Cortes aún franquistas. El adalid del proceso, convertido en mito
político, cantó la verdad en 1995, aunque nos enteramos ahora. Lo hizo con esa
suerte de casi traviesa satisfacción que embarga a quienes desvelan secretos
sustanciales, a quienes pueden demostrar que han tenido la sartén por el mango,
a quienes se sacan el as clave de la manga y te dejan con la boca abierta. Ese
tono, esa sonrisa, esa levedad que son también un corte de mangas”.
Lo cuenta Ruth Toledado, bajo el título: “La
‘democracia’ que nació entre trampas y mentiras”. Toledano añade que la “razón
incontestable” a la que alude Prego para legitimar la monarquía, es que la
Constitución “dice en su artículo 1.3 que la forma política del Estado español
es la Monarquía parlamentaria”, lo cual “resulta de Perogrullo una vez que
sabemos cómo se decidió esa formación del Estado: lo que importa no es lo que
dice la Constitución, sino cómo se llegó a que dijera lo que dice. Hoy sabemos
que haciendo trampas y colando mentiras. Al pueblo español, políticamente
exhausto tras cuarenta años de dictadura, resultaba fácil trampearlo. A los
jefes de Gobierno extranjeros, sencillamente, se les mintió… A la consulta
popular sobre algo tan trascendente como poner un rey donde no lo había e
impedir que se restituyera una, esa sí, legítima república que había sido
depuesta por golpe militar, la periodista Prego lo califica de “alegrías” que
España no se podía permitir a la muerte del dictador. Así que para Prego la
soberanía popular son “alegrías”, pero cuidado con Iglesias”.
Toledano insiste en que “el
presidente Suárez traicionó a España, a la democracia y a la Historia, por
mucho que se nos siga queriendo vender lo que hizo como responsabilidad de
Estado” (…) “La conclusión que se saca –concluye Toledano– es que el control de
la opinión pública sobre la acción política institucional y sobre el poder de
los medios debe ser exhaustivo si no queremos estar vendidas: lo estuvimos
entonces y lo estamos ahora. Y la pregunta que se suscita es: ¿por qué han
decidido que esto lo sepamos ahora?, ¿quién lo ha decidido?, ¿cuándo
conoceremos el proceso por el que hemos llegado a saber, hoy y no antes, que la
vigente corona fue, no ya pura herencia franquista, sino simple y llana
componenda contraria a una voluntad popular que había sido sondeada? Ante la
humillación histórica que esto significa, al menos nos queda el alivio de que
el Estado español no es una república porque los franquistas lo impidieron por
segunda vez, no porque las urnas se rindieran a un presunto y falaz consenso.
Que no es poco, dados los resultados que, como bien sabemos, las urnas pueden
llegar a escupir. Nos queda esa dignidad”.
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