El albañil que puso de rodillas al City Bank.
Fotos de Iñaki Juárez, que publicó la autobiografía de
Urtubia, en 2011.
Lucio Urtubia, el albañil
anarquista que, a mediados de los 80, era uno de los hombres más buscados del
planeta, vive hoy en París, empeñado, a sus casi 90 años de edad, en cambiar el
mundo. Lucio Urtubia es quizás el referente vivo más importante del anarquismo
mundial. Nacido en Navarra (España, 1931), de una familia campesina, ha sido
protagonista de la historia rebelde de casi todo el siglo XX. Urtubia ha sido,
en esencia, un albañil. “No un ladrón –matiza Iñaki Juárez en
Iniciativadebate.org–, sino un militante libertario. Un obrero de la
construcción que ejecutó una hazaña que lo visibilizó en el planeta entero como
un héroe al estilo ‘Robin Hood’: puso de rodillas al First National City Bank,
falsificando cientos de ‘travellers checks’ (cheques de viajero) que, entre
enero 1980 y diciembre de 1982, inundaron Europa y varios países de América
Latina”. José Mari Esparza, editor de sus memorias lo define como “heredero de
la pólvora rebelde que se encontró disparado en un desierto y tuvo que iniciar
su revolución en solitario, haciéndose un inadaptado al franquismo, un desertor
del ejército, un ‘robador’ al Estado, un contrabandista vasco, un emigrante”.
Urtubia reconoce que fue un
eslabón en una larga cadena de militantes revolucionarios que se valieron de
“operaciones de recuperación de dinero” para apoyar a quienes luchaban y a los
que lo necesitaban. Y, aunque estuvo preso por unos meses, jamás la Policía
francesa pudo ubicar las planchas de impresión de los cheques. Finalmente, el
poderoso City Bank, tratando de evitar la quiebra, entabló un tratado de paz
con el albañil, como los que suscriben las partes al final de una guerra.
La vida del constructor
anarquista ha sido detalladamente contada en libros, películas y eb una larga
lista de canciones de todos los géneros. Hoy, más que por su edad, por sus ganas, está retirado del oficio de albañil.
Entrevistado por RT, Lucio contesta a la pregunta de si, en la actualidad, se
puede dar un golpe al capitalismo como el que él diera al First National City
Bank: “¡Claro que sí! Todo puede hacerse, pero debe tener una intención. Yo no
estoy en contra de las riquezas, porque nadie es más que nadie, somos
diferentes. Hay gente que es capaz de crear y otra que no. Pero sí estoy en
contra de la utilización que se le da a la riqueza. Si el dinero sirve para
humillar a las personas, para bombardear a los pobres en África y en cualquier
sitio, entonces sí estoy en contra. Ojalá que todas las riquezas sirvieran para
hacer escuelas. Aquí, en Francia hay un gilipollas que se llama Manuel Vals,
que constantemente repite que había que crear más cárceles, y yo no deseo
prisiones ni para mis enemigos”.
Lucio contesta que el dinero
robado al First National City Bank, jamás fue para beneficio personal. “Yo no
necesito eso para vivir. Cuando se es pobre, uno aprende a vivir y a crear con
poco. Ayudé a muchas personas que luchaban (vascos, tupamaros, montoneros,
etc.). Y, en aquella época, ese dinero sirvió para socorrer a presos, a sus
familiares, para crear infraestructuras. Pero llega cierto momento en que
tienes que calmarte porque ya no puedes continuar, porque tus enemigos están
muy presentes.
Ser el hombre más buscado por la
gendarmería mundial del capitalismo para Lucio significó un honor. “No me da
vergüenza haber robado a ese banco. ¡Qué placer haber estafado al mayor banco
del mundo! Un desgraciado como yo… por eso digo que fue un placer y un honor”. A
sus 86 años, Lucio debe operarme del corazón el próximo 14 de marzo. Pero sigue
ayudando con lo que puede. “Tengo 20 conferencias programadas y, cuando esté
recuperado, empezaré de nuevo a hablar. A mi edad, no tengo odio a la gente
rica. Sólo me da rabia que no sepan utilizar lo que tienen. En vez de
malgastarlo en bombas, en guerras, en humillaciones, habría que gastarlo en
educación y cultura ¡La cultura y el conocimiento son la fuerza!·” Y repite sin
descanso que todo cuanto hizo fue producto de un trabajo colectivo, a pesar de
su esfuerzo personal.
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