Lucio Urtubia Jiménez, un referente.
Nació en Cascante
(Nafarroa, Euskal Herria), en 1931, en el seno de una familia republicana con
cinco hijos y escasos recursos económicos. Creció al calor del sol entre
travesuras, azadones, viñas y olivos. Hizo la mili en Logroño y muy pronto
descubrió su faceta para traficar con víveres. Fue descubierto y huyó a Francia
en 1954, instalándose en París. Allí comenzó a trabajar como albañil y a
relacionarse con los anarquistas. Los compañeros de obra le proporcionaban
prensa obrera, libertaria, y acudía a su local a oír conferenciantes como
Albert Camus, André Bretón, o músicos como George Brassens o Leo Ferré. Su casa
fue cobijo del maquis Quico Sabaté. Hombre honrado, solidario y comprometido
con las causas justas, falsificó documentos y billetes, atracó bancos, imprimió
y distribuyó propaganda obrera y anarquista y puso de rodillas al First
National Bank, al plagar el mercado internacional de cheques de viaje
falsificados. Hombre rebelde y humilde, nos relató parte de su fascinante vida
en “La revolución por el tejado” (Txalaparta, 2008) y “Mi utopía vivida” (Txalaparta,
2014), muriendo en París, en el 2020.
Suyas son estas frases
recogidas de su autobiografía: “Siempre me han dicho que, con el tiempo, las
personas se vuelven más conservadoras, que toda mi rebeldía se iría mitigando
conforme fuese creciendo, como si ese fuera el sentido de la propia vida. Pero,
en mi caso, el tiempo ha acabado quitando la razón a toda esa panda de
aburridos, acomodados, dóciles, conformistas y arrogantes charlatanes.
“El tiempo, con la
experiencia que conlleva, lo único que ha conseguido es convencerme cada vez
más de la necesidad de las ideas libertarias y enseñarme la coherencia, la
realidad y la utilidad palpable del anarquismo en la vida cotidiana. Y, cuanto
más vivo y más conozco, con todo el espíritu crítico que siempre me ha
acompañado, con mayor claridad lo veo”.
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