martes, 10 de enero de 2023

Lucio Urtubia Jiménez, un referente.

 

Nació en Cascante (Nafarroa, Euskal Herria), en 1931, en el seno de una familia republicana con cinco hijos y escasos recursos económicos. Creció al calor del sol entre travesuras, azadones, viñas y olivos. Hizo la mili en Logroño y muy pronto descubrió su faceta para traficar con víveres. Fue descubierto y huyó a Francia en 1954, instalándose en París. Allí comenzó a trabajar como albañil y a relacionarse con los anarquistas. Los compañeros de obra le proporcionaban prensa obrera, libertaria, y acudía a su local a oír conferenciantes como Albert Camus, André Bretón, o músicos como George Brassens o Leo Ferré. Su casa fue cobijo del maquis Quico Sabaté. Hombre honrado, solidario y comprometido con las causas justas, falsificó documentos y billetes, atracó bancos, imprimió y distribuyó propaganda obrera y anarquista y puso de rodillas al First National Bank, al plagar el mercado internacional de cheques de viaje falsificados. Hombre rebelde y humilde, nos relató parte de su fascinante vida en “La revolución por el tejado” (Txalaparta, 2008) y “Mi utopía vivida” (Txalaparta, 2014), muriendo en París, en el 2020.

Suyas son estas frases recogidas de su autobiografía: “Siempre me han dicho que, con el tiempo, las personas se vuelven más conservadoras, que toda mi rebeldía se iría mitigando conforme fuese creciendo, como si ese fuera el sentido de la propia vida. Pero, en mi caso, el tiempo ha acabado quitando la razón a toda esa panda de aburridos, acomodados, dóciles, conformistas y arrogantes charlatanes.

“El tiempo, con la experiencia que conlleva, lo único que ha conseguido es convencerme cada vez más de la necesidad de las ideas libertarias y enseñarme la coherencia, la realidad y la utilidad palpable del anarquismo en la vida cotidiana. Y, cuanto más vivo y más conozco, con todo el espíritu crítico que siempre me ha acompañado, con mayor claridad lo veo”.

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