miércoles, 7 de mayo de 2025

Traiciones e intrigas antes del cónclave que elige al nuevo Papa.

 

Cardenales en la misa de novendiales del pasado domingo.

Comienza hoy el cónclave que elegirá al sucesor de Francisco como Obispo de Roma. 133 hombres, procedentes de 71 países, decidirán qué varón, mayor de 35 años y con estudios eclesiásticos, pasará a vestir de blanco como papa. Cuando los cardenales entren para elegirlo, sus visiones sobre lo que la Iglesia católica pueden ser antagónicas, inspirando una serie de intrigas y operaciones políticas dignas de las crónicas de la Roma antigua. “En todo caso comenta Natalia Chientaroli, en Eldiario.es–, aquí no se trata de matar al César sino quien pueda llegar a serlo, y las puñaladas, en este precónclave son figuradas y consisten en expandir rumores, enviar mensajes a través de la prensa, sacar trapos sucios –ciertos y supuestos– y exponer debilidades para desautorizar al contrincante y que llegue con menos posibilidades a la Capilla Sixtina.

Desde el momento mismo de la muerte del papa Francisco empezaron a activarse estos mecanismos. En realidad, para ser precisos, comenzaron incluso antes. El Informe Red Hat lleva, desde 2018, investigando posibles puntos débiles o información comprometedora de todos los cardenales, especialmente en los más cercanos a Bergoglio. National Catholic Report desveló la elaboración de estos dosieres sobre los supuestos vínculos de los purpurados con escándalos de abusos o corrupción, muchos de los cuales no se conocen entre sí y vienen de lugares apartados.

Para guiarlos también hay una web impulsada por medios ultraconservadores en la que se analiza el perfil de los cardenales en función de su ortodoxia sobre la doctrina, su postura ante las bendiciones a las parejas homosexuales, los divorciados vueltos a casar, el acuerdo con China o las misas en latín, algunos de los temas que han generado más división en el papado de Francisco.  El cardenal Gerhard Müller se lanzó a hacer campaña con estos temas cuando el cadáver de Francisco estaba aún en la capilla ardiente. Incluso habló en la prensa de “cisma” si no se volvía a la ortodoxia, una estrategia a la que se sumaron otros influyentes purpurados, como el neoyorquino Timothy Dolan, o los siempre solícitos a criticar a Bergoglio, Robert Sarah (Guinea) o Raymond Burke (Estados Unidos).

El cardenal que llega con más posibilidades, según la prensa especializada y los mentideros vaticanos, es el hasta ahora secretario de Estado, el italiano Pietro Parolin, que además será quien presida el cónclave. Parolin partiría con un buen número de votos, a los que podría sumar los del sector más ultra a cambio de que uno de los suyos sea el número dos en el futuro Gobierno vaticano. Pero hay muchos a quienes su perfil no convence. Ha habido críticas públicas a su gestión económica y se le ha achacado no resolver ni el escándalo Becciu –el caso de corrupción más grande de los últimos tiempos, mientras él estaba en el cargo– que derivó en una segunda polémica, por la participación del cardenal condenado en las reuniones precónclave. Finalmente, Becciu renunció a entrar en la Capilla Sixtina, lo que supuso una pequeña derrota para el sector ultra.

Estas son las jugadas más evidentes. Luego están las otras, los movimientos para encumbrar o descartar candidatos que se suceden en las embajadas, en las casas de los cardenales que residen en Roma y en las tratorías alrededor de San Pedro. Muchos de los grandes opositores a Francisco forman parte de ese núcleo, soliviantado por los cambios que introdujo el argentino, como la inclusión de laicos y mujeres en puestos importantes. Algunos perdieron su posición de privilegio: desde el alemán Müller, que fue destituido de la Prefectura para la doctrina de la Fe, al Becciu caído en desgracia o el guineano Robert Sarah, que dejó de ser el prefecto de la Congregación para el Culto Divino.

La Curia de Pompeyo, donde los senadores dieron muerte al llamado Pontífex Máximus –sobran las analogías– está situada en la zona arqueológica Largo de Torre Argentina, desdibujada en el caos de tráfico del centro de Roma. Augusto, hijo adoptivo y sucesor de Julio César, quien se convirtió en el primer emperador romano, señaló el lugar del asesinato con una gran estructura de hormigón. Fue en el centro de la Curia, donde los arqueólogos españoles encontraron el lugar exacto, a media hora a pie del Palacio Apostólico en el que, hoy, 133 cardenales se reunirán para elegir al nuevo pontífice.

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