Trompetista de departamento: el enemigo público del séptimo B
Ser trompetista y vivir
en un departamento es básicamente jugar a las escondidas con el odio de tus
vecinos. Uno no elige ser artista, ¡el arte lo elige a uno! Pero claro, el del
sexto empieza a barrer el techo como si estuviera en una guerra medieval, la
del frente se pone auriculares del tamaño de un satélite, y vos solo estabas
haciendo un calentamiento suave… ¡ni siquiera empezaste a estudiar en volumen
fuerte!
Ensayar en casa se vuelve
un acto de valentía: tienes que elegir entre practicar con sordina (que suena
como un pato asmático) o sacar la trompeta de verdad y asumir que esa noche
alguien va a golpear tu puerta… con una escoba.
Pero lo más loco es que
los mismos que se quejan después te piden que toques en la fiesta del edificio.
¡Ah, claro! ¿Querían a Louis Armstrong gratis y en vivo?
La vida del trompetista
de departamento no es fácil, pero se sobrevive con humor, horarios prudentes, y
mucho amor por la música… y con suerte, vecinos con tapones para los oídos.
(Matías Nieva)
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