“Genocidios al por mayor”.
Así titula David Torres
en Público la permanencia indiferente ante el asesinato masivo y planificado de
seis millones de seres humanos. Una respuesta en un pequeño enclave de Oriente
Medio denominado Gaza. “Sabemos que
Israel está perpetrando un genocidio demencial ante los ojos del mundo; que ha
matado a docenas de miles de personas, muchas de ellas menores de edad; que el
férreo bloqueo a la ayuda humanitaria va a provocar una hambruna de
proporciones dantescas; que finalmente los pocos palestinos supervivientes
serán expulsados vete a saber dónde y en su territorio se levantará un complejo
hotelero sobre los huesos de las víctimas. Lo sabemos y nos importa un carajo.
“Algún día, si hay tiempo
y oportunidad, nuestros descendientes quizá se pregunten cómo permitimos este
espanto, cómo ningún líder occidental u oriental decidió oponerse a esta
atrocidad, cómo ni un solo país civilizado decidió romper relaciones con un
estado abiertamente racista y homicida para condenarlo al ostracismo
internacional. Es posible incluso que algún historiador cuestione la ceguera
unánime, la sordera colectiva ante los gritos de semejante matanza, el silencio
cómplice de los medios de comunicación en plena era digital, cuando las
imágenes de la barbarie –familias exterminadas, periodistas asesinados,
hospitales bombardeados, niños famélicos– corren por las redes sociales en un
carrusel de sangre, inofensivas como si fuesen memes, chistes o fotogramas de
una película.
“Sin embargo, no vale la
pena hacerse ilusiones. Lo más probable es que el genocidio palestino pase a
engrosar algún departamento perdido de Historia Contemporánea, antes de
extraviarse para siempre en el olvido, en el cajón de los genocidios sin
memoria. Tal vez, en un futuro no muy lejano, algún novelista curioso
investigue el destino de los palestinos masacrados en Gaza a manos de Israel
para intentar explicarse mediante la ficción como un pueblo pudo ser borrado
del mapa con absoluta impunidad, como en su día lo fueron los cátaros. A veces
únicamente la ficción sirve para apuntalar la realidad, sobre todo cuando la
realidad parece mentira.
“Entre la indiferencia y
el beneplácito de la comunidad internacional, el ejército israelí está llevando
a cabo una operación de limpieza étnica muy parecida a la que –a una escala
mucho mayor en términos geográficos– realizó la caballería de Estados Unidos
contra las naciones indias en el siglo XIX. Parecida no sólo en la crueldad, la
rapiña y la desvergüenza, sino también en las excusas con las que se justifica.
Al igual que los apaches o los sioux, los palestinos no sólo no tienen el
derecho a defenderse de la usurpación y los saqueos de los colonos, sino que ni
siquiera son considerados seres humanos. Son terroristas natos, monstruos,
insectos. Han sido desposeídos de todo, incluso de su pertenencia a la misma
especie, para que la democracia pueda avanzar camino del Sinaí del mismo modo
que los carromatos y las vías del tren rumbo a California.
“En Sudamérica, en
Australia, en Mongolia, en China, en Nigeria, en Rusia, en todas partes la
Historia se ha escrito siguiendo el mismo guion sanguinario en el que los
fuertes exterminan a los débiles y los civilizados a los salvajes. En nombre
del progreso y la civilización murieron diez millones de congoleños y luego dos
millones de armenios: ahora les toca el turno a los palestinos y lo que debe
extrañar al carnicero de Netanyahu es por qué tanta gente protesta por unos
cuantos miles de niños muertos, cuando nadie ha movido un dedo por los uigures
o los sudaneses -y ni siquiera piensa en moverlo. Por suerte, Netanyahu está en
el lado bueno de la Historia, como Mustafa Kemal Atatürk o el rey Leopoldo II
de Bélgica. En una novela imprescindible, Heart of Darkness, Conrad cartografió
el corazón de las tinieblas tras su descenso al infierno del Congo, un infierno
que no estaba en el centro de África ni en ningún otro lugar físico, sino en la
maldad, la avaricia y la indiferencia criminal del ser humano. Como explicaba
el sargento instructor de La chaqueta metálica: ‘El fusil sólo es una
herramienta, lo que mata es un corazón de piedra’.
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