Ayuso guiando al pueblo
“Lo inquietante de
Isabel
Díaz Ayuso –escribía Antonio Avendaño el pasado domingo en ElPlural– no es que sea
fascista hoy, que no lo es: lo inquietante es la naturalidad, la desenvoltura,
la franqueza con que puede llegar a serlo mañana. Lo más probable es que
alguien haya ensayado ya este juego y lo importante es practicarlo sin ira ni
solemnidad. Un juego que consiste en sustituir la palabra ‘comunismo’ por la
palabra ‘fascismo’ –también valdría
‘nacionalpopulismo’– en los primeros compases de ‘El manifiesto comunista’,
cuyos ilustrados autores Karl Marx y Friedrich Engels, así como la legión de
creyentes de todo el planeta que abrazaron la fe marxista, difícilmente
pudieron imaginar hasta qué extremos de cesarismo político, devastación
económica y tiranía policial habrían de llegar en el siglo XX los regímenes
inspirados en aquel bienintencionado panfleto que nunca pudo sospechar de sí
mismo hasta qué punto era el desagradecido pero inequívoco heredero del propio
cristianismo que con tanto brío y atrevimiento condenaban sus páginas”.
“Obviamente –advertía Avendaño–,
nunca habrá un manifiesto fascista. Además de contraproducente, sería inviable:
encarnan un maquiavelismo ágrafo y palurdo, abanderan sin saberlo el peor
maquiavelismo, que es el de aquellos que nunca han leído a Maquiavelo. No
añoran las ideas de Mussolini: lo que añoran son sus gestos, sus metáforas, sus
hipérboles, sus acechanzas, su determinación para hacer lo que tenían que hacer
sin consideración hacia sus adversarios ni respeto a las reglas democráticas
gracias a las cuales habían llegado adonde habían llegado. El mundo no volverá
nunca a ser comunista, pero parece decidido a ser de nuevo fascista.
El fantasma del fascismo
recorre, en efecto, el mundo. También España, donde Vox afianza su tercer
puesto tras el PP y el PSOE, aunque se le resiste la periferia con mayor
conciencia de una identidad diferenciada: Cataluña, Euskadi, Navarra, Galicia,
Canarias. También Madrid. ¿Pero por qué a Vox se le resiste Madrid? ¿Por qué el
corazón de la España nacional no bombea sangre patriótica en la densa proporción
que cabría esperar? En realidad, sí que lo hace, solo que en Madrid la genuina
encarnación del fantasma nacionalpopulista que recorre el mundo no es Santiago
Abascal sino Isabel Díaz Ayuso. Nuestro Trump no es Abascal ni tampoco el
fantasmón Alvise. Nuestro Trump es una Trump y se llama Isabel. Uno de los
puntos que tienen en común el grotesco presidente de Estados Unidos y la
inverosímil presidenta de Madrid es lo mucho, lo muchísimo que su éxito popular
desconcierta, confunde, descoloca y desalienta a quienes no los han votado, y
presumiblemente jamás los votarán. Ayuso es nuestra Meloni, nuestra Le Pen,
nuestro Milei, nuestro Orban…
“De Ayuso sus votantes aman sobre todo su estilo
directo, desacomplejado y faltón, su habilidad incomparable para manejar la
brocha gorda como si se tratara del más fino pincel: no importa que tenga o no
tenga razón en lo que dice, lo que cuenta es que no tiene pelos en la lengua al
decirlo, ¿vale?, que, como Trump, dice lo que nadie se había atrevido a decir y
hace lo que nadie se había atrevido a hacer. Si, ante una pandemia, hay que
prohibir la hospitalización de los viejos enfermos, aunque mueran solos y
ahogados en sus propios vómitos, se prohíbe, ¿estamos?, y quien no tenga
redaños para hacerlo que se eche a un lado y deje el campo libre a quien sí los
tiene, ¿queda claro?
“Con más desazón que
respeto, sus adversarios tienden a menospreciarla por las manifiestas lagunas
de formación y aun de información en una persona que ocupa tan alta
magistratura, pero, para Ayuso, todo eso no es un lastre sino un acicate, no es
un baldón sino una palanca. Le sucede a la presidenta madrileña lo que a aquel
personaje de ‘La Cartuja de Parma’ del cual apuntaba Stendhal que ‘el
desparpajo arrogante de las muecas de su boca demostraba que sabía luchar
contra el desprecio’”.
Más allá de que unos lo
teman u otros lo deseen, todo el mundo en el PP es consciente de que, si Feijóo
no alcanza la Moncloa tras las próximas elecciones, la mejor, quizá la única
baza del partido para desalojar a la izquierda sería la presidenta madrileña.
¿Que por qué Isabel Díaz Ayuso y no alguien de perfil más templado como, por
ejemplo, Juan Manuel Moreno Bonilla? Pues porque España no es una isla, porque
sobre la península no soplan vientos distintos a los del resto del continente,
porque también sobre nosotros planea la sombra tenebrosa de ese prefascismo que
ya ha tomado tierra a ambos lados del Atlántico. Lo que inquieta de Ayuso no es
que sea fascista hoy, que no lo es: lo que inquieta de ella es la franqueza, la
naturalidad, la desenvoltura con que puede llegar a serlo mañana”.
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