martes, 13 de mayo de 2025

Ayuso guiando al pueblo

Collage’ en clave satírica del cuadro de Delacroix ‘La libertad guiando al pueblo’. C. GOMEZ FLORES

“Lo inquietante de Isabel Díaz Ayuso –escribía Antonio Avendaño el pasado domingo en ElPlural– no es que sea fascista hoy, que no lo es: lo inquietante es la naturalidad, la desenvoltura, la franqueza con que puede llegar a serlo mañana. Lo más probable es que alguien haya ensayado ya este juego y lo importante es practicarlo sin ira ni solemnidad. Un juego que consiste en sustituir la palabra ‘comunismo’ por la palabra ‘fascismo’ también valdría ‘nacionalpopulismo’– en los primeros compases de ‘El manifiesto comunista’, cuyos ilustrados autores Karl Marx y Friedrich Engels, así como la legión de creyentes de todo el planeta que abrazaron la fe marxista, difícilmente pudieron imaginar hasta qué extremos de cesarismo político, devastación económica y tiranía policial habrían de llegar en el siglo XX los regímenes inspirados en aquel bienintencionado panfleto que nunca pudo sospechar de sí mismo hasta qué punto era el desagradecido pero inequívoco heredero del propio cristianismo que con tanto brío y atrevimiento condenaban sus páginas”.

“Obviamente –advertía Avendaño–, nunca habrá un manifiesto fascista. Además de contraproducente, sería inviable: encarnan un maquiavelismo ágrafo y palurdo, abanderan sin saberlo el peor maquiavelismo, que es el de aquellos que nunca han leído a Maquiavelo. No añoran las ideas de Mussolini: lo que añoran son sus gestos, sus metáforas, sus hipérboles, sus acechanzas, su determinación para hacer lo que tenían que hacer sin consideración hacia sus adversarios ni respeto a las reglas democráticas gracias a las cuales habían llegado adonde habían llegado. El mundo no volverá nunca a ser comunista, pero parece decidido a ser de nuevo fascista.

El fantasma del fascismo recorre, en efecto, el mundo. También España, donde Vox afianza su tercer puesto tras el PP y el PSOE, aunque se le resiste la periferia con mayor conciencia de una identidad diferenciada: Cataluña, Euskadi, Navarra, Galicia, Canarias. También Madrid. ¿Pero por qué a Vox se le resiste Madrid? ¿Por qué el corazón de la España nacional no bombea sangre patriótica en la densa proporción que cabría esperar? En realidad, sí que lo hace, solo que en Madrid la genuina encarnación del fantasma nacionalpopulista que recorre el mundo no es Santiago Abascal sino Isabel Díaz Ayuso. Nuestro Trump no es Abascal ni tampoco el fantasmón Alvise. Nuestro Trump es una Trump y se llama Isabel. Uno de los puntos que tienen en común el grotesco presidente de Estados Unidos y la inverosímil presidenta de Madrid es lo mucho, lo muchísimo que su éxito popular desconcierta, confunde, descoloca y desalienta a quienes no los han votado, y presumiblemente jamás los votarán. Ayuso es nuestra Meloni, nuestra Le Pen, nuestro Milei, nuestro Orban…

“De Ayuso sus votantes aman sobre todo su estilo directo, desacomplejado y faltón, su habilidad incomparable para manejar la brocha gorda como si se tratara del más fino pincel: no importa que tenga o no tenga razón en lo que dice, lo que cuenta es que no tiene pelos en la lengua al decirlo, ¿vale?, que, como Trump, dice lo que nadie se había atrevido a decir y hace lo que nadie se había atrevido a hacer. Si, ante una pandemia, hay que prohibir la hospitalización de los viejos enfermos, aunque mueran solos y ahogados en sus propios vómitos, se prohíbe, ¿estamos?, y quien no tenga redaños para hacerlo que se eche a un lado y deje el campo libre a quien sí los tiene, ¿queda claro?

“Con más desazón que respeto, sus adversarios tienden a menospreciarla por las manifiestas lagunas de formación y aun de información en una persona que ocupa tan alta magistratura, pero, para Ayuso, todo eso no es un lastre sino un acicate, no es un baldón sino una palanca. Le sucede a la presidenta madrileña lo que a aquel personaje de ‘La Cartuja de Parma’ del cual apuntaba Stendhal que ‘el desparpajo arrogante de las muecas de su boca demostraba que sabía luchar contra el desprecio’”.

Más allá de que unos lo teman u otros lo deseen, todo el mundo en el PP es consciente de que, si Feijóo no alcanza la Moncloa tras las próximas elecciones, la mejor, quizá la única baza del partido para desalojar a la izquierda sería la presidenta madrileña. ¿Que por qué Isabel Díaz Ayuso y no alguien de perfil más templado como, por ejemplo, Juan Manuel Moreno Bonilla? Pues porque España no es una isla, porque sobre la península no soplan vientos distintos a los del resto del continente, porque también sobre nosotros planea la sombra tenebrosa de ese prefascismo que ya ha tomado tierra a ambos lados del Atlántico. Lo que inquieta de Ayuso no es que sea fascista hoy, que no lo es: lo que inquieta de ella es la franqueza, la naturalidad, la desenvoltura con que puede llegar a serlo mañana”.  

     

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