martes, 27 de febrero de 2007

27 de febrero. Benegas intercambió el carnet con Suárez

Eugenio Suárez, director propietario de “El Caso” y “Sábado Gráfico”, había acudido a las Cortes como informador y, al efectuarse la votación, salió del palco para marcharse. En uno de los pasillos, se encontré con el secretario de Estado para la Información, Aguirre Borrell. “Estábamos hablando, cuando oímos el famoso grito: ‘Todo el mundo al suelo’, seguido de ráfagas de ametralladora. Fue una experiencia personal única. No es que estuviera muy asustado, porque cuando uno ha hecho la guerra, no le asustan esas cosas, pero sí muy preocupado. Intenté hablar con el guardia civil que nos apuntaba con su ametralladora. Yo había dejado el arma que siempre llevo encima en la entrada del Congreso. Y le dije a aquel número que estaba muy tenso y nervioso, que a mí me habían dicho que no se podía entrar con armas, enseñándole, al mismo tiempo, la funda vacía. ‘Cállese’, me gritó. ‘No, si a mí me caen ustedes muy simpáticos –seguí diciéndole para intentar calmarlo–. Y la próxima vez voy a venir vestido de verde, que es un color fenomenal. Mire usted –le insinué–: que aquí se está muy incómodo. Vámonos al bar a tomar pipermín’ Pero el guardia no lo cogió. Reinaba un silencio catedralicio y no se movía ni un alma”.

De pronto, Eugenio oyó una voz muy cercana que decía literalmente: “Sí, sí, está todo sujeto… Tenemos el control absoluto… Muy bien, muy bien. ¡Viva España, coño!”. Y aquel vozarrón ordenó a alguien que iba con él: “Como no sea de Valencia, que no me llamen para nada”. Al pasar Tejero por el lado del director de “El Caso”, éste dio un salto y le dijo, muy rápidamente: “Teniente coronel, por favor, este periodista se brinda a ser una especie de enlace, a acompañarle, en fin...”. Pero Tejero no le dejó ni terminar. Y con una especie de bufido, le contestó, tajantemente: ‘Usted se sienta ahí. Y todo lo que tiene que ver lo ve usted desde ahí’.

Por fin pudo llegar hasta el bar. Allí vio que había gente. “Txiqui Benegas, secretario del Partido Socialista de Euskadi, persona por la que siento verdadero afecto y simpatía, permanecía muy preocupado y sin gafas. Yo, en su pellejo, también lo hubiera estado, pero, como soy un hombre apolítico, aquello no me daba ningún miedo. Tal vez era inconsciencia. Me tomé un güisqui y le di mi carnet a Txiqui, aunque no nos parecemos mucho físicamente. Así estuvimos durante dos horas hasta que a los funcionarios y periodistas nos dejaron salir”.

Las cosas que pueden pasar cuando la vida anda en juego.

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