viernes, 24 de agosto de 2007

24 de agosto. Horario de un parado con sueños incontrolados.

Desde hace casi seis años, pese a poder disfrutar de todo el tiempo del mundo, desconozco lo que son las vacaciones en su pleno sentido. En estas más de trescientas semanas que llevo contabilizadas, de las que hubiera podido aprovechar plenamente para regodearme en el ocio, no he tenido tiempo para ocuparme de lo que supone esta palabra, extraña para mí. Y aunque nada de lo que hago se pueda considerar obligatorio o forzoso, todavía no he conocido ni el verdadero tiempo libre ni el trabajo debidamente retribuido. Todo lo cual no es, por mucho que aparente, un motivo de queja, sino una falta total de aburrimiento.

Ahora mismo, época en que la mayoría de españoles saborea sus vacaciones, sigo un horario en el que sólo dispongo de una o dos horas al día de verdadero descanso como mirar la televisión o hablar de nimiedades. El resto del tiempo me ocupo de cosas que no tienen ninguna relación con el ocio. Según el horario de cualquier día que suelo cumplir a rajatabla, sin variarlo apenas en los días de asueto, me levanto a las siete la mañana y, antes de desayunarme, me conecto a Internet y leo los periódicos del día, en los que intento informarme de lo que ocurre en el país en donde vivo y en el resto del planeta. A continuación, doy de comer a mis perros y gatos. Una vez, liberado de estos compromisos, me dedico a escribir, mi verdadero laboro desde hace más de cinco años. Hacia las doce del mediodía, cambio de tercio y me distraigo con adiestramientos trompetísticos hasta las dos o dos y media de la tarde. Hago ejercicios de calentamiento con G. Balay, Arbán y Herbert L. Clark, dejando descansar mis labios cada media hora, que aprovecho para corregir lo escrito anteriormente.

Almuerzo a las tres, mientras miro más que oigo las noticias del telediario. Una mala costumbre, lo reconozco, porque no son estos informativos televisivos la mejor manera de alimentarme. El telediario es un invento que te hace comulgar con ruedas de molino. La peor forma de que todo entre por la boca, orejas, ojos y corazón, y, una vez revuelto y digerido, se suelte por el mismo tubo excretor. Lamentablemente para mí, todavía no he logrado filtrar ni seleccionar lo mejor de lo peor. Luego, pase lo que pase, suelo dormir una siestecita de hora y media. Sobre todo en los días calurosos en que no puedes hacer otra cosa que parar el carro a la sombra y, al aire fresco, descansar mientras tu estómago sigue trabajando.

A las cuatro y media de la tarde, vuelvo a escribir hasta las seis y media. Desde ese momento hasta las nueve y media, estudio alguna nueva obra trompetística o repaso las ya aprendidas. Suelo cenar fruta del tiempo. Luego, vuelvo a relajarme, mientras me dejo llevar tontamente por la televisión –esa tirana que tiene a media España a sus pies– o me paseo durante media hora. Me ducho y, recostado en la cama, leo algún libro interesante o algún clásico. Hasta que, dominado por el cansancio, apago la luz y duermo a pierna suelta.

Tras este horario estricto de mi vida sin “trabajo” y sin vacaciones a la vista, a veces me embargan sueños incontrolados, en los que se me presentan personajes de esta España esperpéntica se exhiben o defienden a su modo: toreros, ebrios de fama y aplausos; personajes del momento o de la farándula que cambian repentinamente de sexo; ministros y directores generales que se aprovechan de cuaquier acontecimiento para hacer publicidad de sus labores; directores comerciales despedidos por presuntas irregularidades; obispos tridentinos que no dan su brazo a torcer… Hay, en esas pesadillas de acontecimientos o de escándalos socio-políticos que dura una eternidad, sucesos macabros, curas con sotana que no dejan de predicar y de quejarse de esta vida; policías, guardia civiles y militares con estrellas y galones que reclaman una patria a la altura de sus miras; ciegos de la ONCE que no acaban de verlo claro; monjitas de la caridad y algunas folklóricas... Todos ellos se sienten burlados y mezclados en un limbo impersonal, entretenidos por una nueva composición de Manuel de Falla, de vuelta a una España irreconocible, y bendecidos por alguien sentado en una especie de trono que asegura que se han tomado las medidas necesarias para tranquilizar al personal y que “España va bien”.

Sonámbulo, me levanto y me dirijo a mi escritorio en donde escucho por la radio unas palabras de confianza. Es una grabación de una personalidad que, tras haber volado a Menorca, en donde veranea, se dirige a Mallorca para visitar al Rey. En una rueda de prensa del balance del fin de curso, ofrecida en los jardines del Palacio de Marivent, el protagonista repite que está muy tranquilo sobre la actuación de los mecanismos de vigilancia y supervisión “porque han cumplido”. Dice que ha dado instrucciones para “esclarecer y llegar al final, hasta las últimas consecuencias en todos los ámbitos posibles que dependan del Ejecutivo”. Y que desea actuar con total trasparencia ante la opinión pública.

Tras comprobar que no se trata de esta realidad, sino de un sueño, ni de un personaje cualquiera sino de un ex presidente del Gobierno, después de leer un rato “Los sueños”, de Quevedo, me acuesto de nuevo. Son las 4,30 de la madrugada. La luna sigue brillando en lo alto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo creas o no, más de uno pagaría por llevar una vida como la tuya.
Más de uno pagaría, incluyéndome, por tener esa fuerza de voluntad para autoimponerse una disciplina de horarios y tareas y no caer en el tedio cotidiano que, incluso, los 'no parados' combaten a diario.

Una de mis recetas para no caer en ese desinterés es precisamente leer tu diario.
Así que, espero que mis palabras te sirvan para insuflarte fuerzas y que continuaes con él.

Anónimo dijo...

Gracias, Jesús. Es un aliciente para mí pensar que mi horario de "trabajo" sirve para animar a un trabajador normal. Como lo es pensar que mi diario al memos evita que la gente que sí "trabaja" caiga en el desinterés y en el tedio cotidiano.

Santiago Miró.

María dijo...

Aunque han pasado ya unos cuantos días desde este 24 de agosto, ya que yo me he enterado de tu diario por un amigo hace unos quince días, disculpa si te hago llegar mi comentario con tanto retraso.
Me encanta ver como nos haces llegar la actualidad a través de tu punto de vista, pero cuando escribes sobre tu estado de ánimo como es en esta fecha, no puedo sino que tenerte que contestar, porque respetándote, siento decirte que para muchas personas que llevamos tantos años madrugando para ir a trabajar, contemplar la luna a las 4,30 de la madrugada, nos eso imposible. Y te aseguro que para mí sería uno de los placeres más grandes de mi vida.

Por tanto procura día a día ver el tesoro tan inmeso que tienes, ¿Sabes cual?, el TIEMPO. Algo negado para los que trabajamos.

APROVECHALO Y DISFRUTALO

María dijo...

Aunque han pasado ya unos cuantos días desde este 24 de agosto, ya que yo me he enterado de tu diario por un amigo hace unos quince días, disculpa si te hago llegar mi comentario con tanto retraso.
Me encanta ver como nos haces llegar la actualidad a través de tu punto de vista, pero cuando escribes sobre tu estado de ánimo como es en esta fecha, no puedo sino que tenerte que contestar, porque respetándote, siento decirte que para muchas personas que llevamos tantos años madrugando para ir a trabajar, contemplar la luna a las 4,30 de la madrugada, nos eso imposible. Y te aseguro que para mí sería uno de los placeres más grandes de mi vida.

Por tanto procura día a día ver el tesoro tan inmeso que tienes, ¿Sabes cual?, el TIEMPO. Algo negado para los que trabajamos.

APROVECHALO Y DISFRUTALO