viernes, 30 de noviembre de 2007

30 de noviembre. El mundo en que vivimos.

El comienzo o final de un nuevo día

Vivimos un mundo contradictorio de hechos lamentables y de derechos nunca alcanzados por todos por igual. Unos disfrutan de una paz aparente y otros sufren una guerra abierta o subterránea. Unos tienen trabajo y otros tratan de subsistir en el paro. Unos no saben qué hacer con su dinero y otros nunca llegan a salir de su penuria. Unos exigen sus derechos de ciudadanos libres y otros malviven, sin que se acepte su situación de ciudadanos. Unos avanzan solemne y tranquilamente por la derecha, mientras otros retroceden por la izquierda, sorteando toda clase de obstáculos. Unos ascienden en su mundo perfecto; otros no dejan de tropezar y de darse de bruces contra el suelo.

Vivimos en un mundo de consumo en el que todo se vende y se compra, siempre que el comprador tenga lo suficiente para hacerse con lo que le interesa. Un mundo que no se priva de nada, mientras hay ciudadanos que no pueden comprarse pan ni lo más elemental para comer. Un mundo en el que chateamos con desconocidos a miles de kilómetros de distancia, pero desconocemos al vecino de al lado. Un mundo con viviendas de lujo, caras e inteligentes, con sol y espacio suficiente al alcance de los pudientes, mientras que el pueblo llano no deja de hipotecar su vida por un piso a veces sin ascensor y sin portero, cuando no se trata ya de una chabola o de la propia sombra. Un mundo con leyes pero con trampas, donde el mejor es el que más tiene y el peor quien no tiene nada. Un mundo con guerras y muertos civiles y con daños colaterales. Un mundo en el que el todo y la nada se dan vergonzosamente la mano. Un mundo cuyo 40 % de la población vive con menos de dos euros por día, cuando una vaca europea recibe una subvención de dos euros diarios. Un mundo en el que las imágenes de violencia son el pan nuestro de cada día servido por los medios de comunicación social. Un mundo en donde los mayores –aún llamados “viejos”– se enfrentan cada día a la soledad más absoluta, que puede aniquilar o dar sentido a la vida...

Y, cada día, cuando me despierto, me hago las mismas preguntas sobre este mundo y yo. Aunque las respuestas, cuando el sol se pone, no son siempre idénticas.

3 comentarios:

ramón dijo...

Tu reflexión ¿está influenciada porque estamos a fin de mes?
La inflación nos come y nos cuesta llegar sin apuros y con no pocas privaciones que a veces envidiamos de los que sí disponen de mayor poder adquisitivo, aunque por su parte argumentan que en esto de la inflación, ellos, por tener más, son los que más pierden. Puede ser. Pero seguro que a muchos no les importaría perder algo más si pudieran estar más aliviados en el contínuo de esta vida frente a la esponja económica que nos absorbe inexorablemente.
Tú como siempre, en esta página de negro sobre blanco, mostrando contrastes. Pero estoy seguro que comprendes que no todo es blanco o negro. Siempre hay matices. Si bien es verdad que sólo los extremos nos hacen reaccionar.
Un saludo con matiz. Cuidado con estas fiestas navideñas que se nos aproximan.

Anónimo dijo...

Ramón: Gracias por tu comentario. Pero te pudo asegurar que mi reflexión no está influenciada por la fecha. Son preguntas que me hago constantemente a lo largo del año sin necesidad de ser principio, mediados o fin de mes. Es más, creo que las advertencias y sugerencias que mantengo, están menos provocadas por la inflación a la que aludes que por lo que veo a mi alrededor, sea próximo, sea a miles de kilómetros. Porque la pobreza, así como la crispación, es un fenómeno nada natural que sucede en cualquier parte de este puto planeta. Basta con fijarse con estos y otros contrastes que jalonan nuestras vidas.

Santiago Miró

Anónimo dijo...

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