sábado, 29 de junio de 2013

Los abucheos contra la monarquía.

El pasado 7 de junio, la Reina Doña Sofía acude a la inauguración de un nuevo teatro en la localidad murciana de Cieza, donde es recibida con silbidos, protestas y banderas republicanas.  
Los que viven de la monarquía en España nunca aciertan en la interpretación de los signos por parte de sus supuestos súbditos. O bien la sitúan por encima del bien y del mal, o bien critican y censuran a quienes no comulgan con ellos. “Es la reacción de la calle contra el poder, no contra la Monarquía”, señalan desde Zarzuela al interpretar lo que le ocurrió el sábado pasado a La Reina, miembro real menos pitado hasta el momento, al asistir al concierto celebrado en el Auditorio Nacional el Día de la Música. Los gritos y abucheos de parte de los asistentes, alegan, no eran contra la reina sino contra el ministro Wert, que se atrevió a acompañarla. Y ella ni se inmutó. A finales de mayo, los príncipes también fueron abucheados en el Liceo de Barcelona y posteriormente, en la inauguración del AVE en Alicante, la Reina era recibida con protestas en el Teatro Capitol de Cieza (Murcia). Esta vez fueron directamente contra ella y no podía hacerse la sorda ni la tonta.
 
En Zarzuela observan un “componente político” en estos abucheos, pero advierten que no se pueden utilizar para tomar la temperatura de la relación de los españoles con su monarquía. En su opinión, los silbidos al rey, a los príncipes, a las infantas o a la misma Reina no van dirigidos contra estos miembros de la Familia Real, sino como señales contra el “símbolo del poder”. Y el que haya sido objeto de más pitadas se explica, simplemente, “porque sale más”.
 
Las encuestas internas que manejan en Zarzuela indican que la valoración ciudadana de la monarquía se situaba en el pasado mes de abril en su nivel más bajo, y advierten que, desde entonces, está mejorando. E insisten en que, incluso suspendida, sigue siendo una de las instituciones más valoradas por los ciudadanos, por delante de los partidos políticos, según el último barómetro del CIS. Reconocen que los españoles no se han refugiado en su monarquía ante el descrédito de la clase política como ha sucedido, por ejemplo, en Holanda. Y que el negativo influjo del caso Urdangarin puede haber reducido el número de sus afines. “La monarquía de un país en crisis –señalan– no es igual que la monarquía de un país que crece”. Los socialistas creen que “la monarquía también tiene que hacer sacrificios”, como está haciendo el resto de los ciudadanos. Y el vicesecretario de Estudios y Programas del PP, Esteban González Pons, considera que los abucheos no son contra la institución de la monarquía, sino que se trata de un “mensaje” del “disgusto y el desasosiego” ante la crisis, ante escándalos como el de Iñaki Urdangarin y ante otros protagonizados por algunos políticos. Por ello, considera “especialmente injusto” que “la Reina, el Rey o los Príncipes se lleven los abucheos destinados a Urdangarin o a los políticos”. “Unos años de dificultades –concluye– no empañan décadas de aciertos”.
 
El Gobierno está preocupado por el desapego de los ciudadanos hacia la monarquía, aunque crea que esa desafección es “pasajera”. Y piensa que el pueblo, tras cinco años de crisis y asumiendo medidas de ajuste tan dolorosas, canaliza su malestar contra quienes ocupan los más altos puestos de presentación. Y que, pese a todo, la corona sigue contando con un respaldo mayoritario de la sociedad española. Lo mismo cuando caiga o sea exilada, el PP seguirá creyendo que su análisis no fue desacertado. Aunque hay quien piensa que entonces no habrá ni monárquicos ni monarquía. Y que todos los que lo fueron un día con conveniencia o acomodo, sean de derechas, de izquierdas o de centro, se volverán también republicanos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Transcurrido el tiempo se pudo constatar que era cierta la sospecha de lo peor, de lo innombrable hasta entonces. El sistema político y su urdimbre institucional se revelaba ya sin ambages ni disimulos como una estructura mafiosa privilegiada por su legitimidad impune y excluyente. En ocasiones el juego de las apariencias hizo de la cárcel el mejor refugio para algunos de sus servidores. Libertad, sólo fue una canción de Aute.