domingo, 20 de julio de 2014

Un rey, golpe a golpe.

 
 
La prensa extranjera habla de un acuerdo presuntamente firmado, en 1976, entre el Gobierno español y la Federación de Prensa, respecto a la privacidad de la familia real. El pacto de silencio  trataba de justificar el alejamiento popular respecto al sistema monárquico durante la Transición, obligando a protegerlo frente a críticas peligrosas inevitables en un sistema de completa libertad de prensa. No obstante, hubo más publicaciones, desperdigadas aquí y allá, de este principio. Aparte de valientes aportaciones más recientes, como la del periodista Jesús Cacho, autor del libro “El negocio de la libertad” (aparecido en diciembre de 1999  gracias a la osadía de su editor, Ramón Akal). Y otros autores difundieron igualmente informaciones curiosas, incluyéndolas en obras que, por otra parte, no se presentaban como fustigadoras de la imagen del monarca. Jaime Peñafiel, el más atrevido a la hora de hablar de cotilleos sobre los Borbones, insertó un simpático comentario en el capítulo sobre “la cólera real” (o cuando el rey se enfada y es maleducado), de su libro “¡Dios salve… también al rey!”: “Don Juan Carlos se dejó llevar, como cualquier ser humano, por ese desahogo que es la cólera, no sólo propia de hombres sino hasta de Dios. ¿No existe acaso la cólera divina? ¿No se apoderó de Cristo frente a los mercaderes que invadieron el templo?”. Pilar Urbano hace un estudio concienzudo sobre los acontecimientos del 23-F (en su libro “Con la venia… yo indagué el 23 F”), en el que aporta datos sobre la contribución del monarca, para llegar al final, en palabras suyas: “Si el Rey hubiese estado de acuerdo con el golpe, éste necesariamente habría triunfado”. E inmediatamente después, en el siguiente apartado, Urbano vuelve a explicar que, de todos modos, el golpe triunfó en más de un sentido. También la obra “Don Juan”, de Luis María Ansón, es un ejemplo de habilidad dialéctica para decir y no decir al mismo tiempo. El propio autor sostiene que “las razones a favor de la República las comprende cualquiera. Las razones a favor de la Monarquía hereditaria requieren un estudio riguroso, así como una considerable disciplina mental”. Todo ello, envuelto en un discurso fogoso, que no se aleja lo más mínimo de la ortodoxia monárquica más recalcitrante. Ansón termina el libro con párrafos altisonantes sobre “la Monarquía de todos”, “la política profunda de don Juan”, “su impresionante estatura moral”, “la justicia histórica”… Pero, si lo publicado en la prensa española siempre ha estado volcado hacia la alabanza más o menos engañosa de la Corona, no ha pasado lo mismo en buena parte de la prensa extranjera. En el verano de 1992, El Mundo se hacía eco de lo que previamente había publicado la revista francesa Point de Vue con respecto a los amores del rey con la decoradora catalana, Marta Gayá. Y trascendió que la Casa Real se había irritado enormemente no por el contenido de la información difundida, sino porque el diario de Madrid había omitido los “elogios y valoraciones positivas” en torno al rey que incluía el texto de la revista francesa.

 
La revista italiana, “Oggi”, siguió el mismo estilo laudatorio que “Point de Vue” al utilizar los temas monárquicos. Tras publicar, en 1988, un reportaje sobre la familia real española, informaciones que, en España, eran absolutamente tabúes, como “La infanta Elena nació enferma, como muchos de sus antepasados, y hoy todavía tiene que someterse a continuas terapias”, añadía comentarios compensatorios como: “los 50 años [del rey Juan Carlos] son un ejemplo de fidelidad: a la familia, a España, a los valores de la democracia…”. En otro de sus curiosos artículos, en el que Oggi revelaba el asunto de la presunta hija ilegítima del rey de España con la condesa italiana Olghina Robiland, matizaba: “Con la lealtad y honestidad que han caracterizado siempre su comportamiento, en cualquier circunstancia, y que le han permitido conquistar la confianza de los españoles, Juan Carlos advierte a Olghina, desde el primer beso, que el suyo es un amor imposible”. Estos y otros muchos textos aparecidos en libros publicados fuera de España prepararon el terreno para que autores españoles como Luis María Ansón, Pilar Urbano, Jaime Peñafiel, José Luis Villalonga o Jesús Cacho se atrevieran a presentar temas prohibidos, especialmente escandadosos hasta ese momento, que muy probablemente hayan aparecido antes en alguna otra fuente impresa, ocultada por la prensa española. En la prensa comenzaron a aparecer reportajes, endulzados con una capa de “juancarlismo”.  Todo ello es recogido en la introducción del libro “El rey, golpe a golpe”, escrito por Patricia Sverlo, seudónimo de Rebeca Quintans, aparecido en el año 2000 en  la editorial vasca, Ardi Biltza (cerrada un año más tarde por orden del juez Baltasar Garzón). “Un rey golpe a golpe”, es una biografía no autorizada sobre Juan Carlos I. Pese al marcaje policial que sufría la editorial y su director, Pepe Rei, la obra pudo salir a la luz y ser distribuida, aunque, por motivos de seguridad, la obra hubo de ser firmada con el mencionado seudónimo de “Patricia Sverlo”. Hoy, catorce años después, su verdadera autora, Rebeca Quintans, ha decidido romper su silencio y reconocer su autoría en una exclusiva en Público.es.

 Rebeca Quintans, alias Patricia Sverlo.

Catorce años después de la publicación de la biografía no autorizada de Juan Carlos I, “Un rey golpe a golpe”, Patricia Sverlo revela su verdadera identidad, Rebeca Quintans,  y cuenta las dificultades que tuvo que sortear. Reconoce que se han publicado algunos libros críticos sobre el rey y que no ha pasado nada. Dice que sus autores han hablado de que ya no hay censura sobre ellos. “Pero que algunos no hayan tenido problemas, no quiere decir mucho. El tema es largo. Sigue habiendo muchos casos, demasiados, que llegan directamente a la Audiencia Nacional por injurias al rey. Algunos, notorios, como el caso Otegi. Precisamente, en este mes de julio, voy a participar en Yokohama, en un congreso, con una comunicación sobre ese tema: “Monarquía y libertad de expresión: pragmática de la injuria”; y no me remonto a casos lejanos. Pero estoy de acuerdo con que la libertad hay que ganarla, dando pasos adelante, y en eso sí está cambiando la situación: cada vez son más los que se atreven”. Rebeca Quintans reconoce que toda la estrategia editorial de Ardi Beltza había estado pensada para preparar el lanzamiento del libro del rey. “Hubo que sacar otros antes, bastante inocuos (Gran Hermano, por ejemplo), para que la distribuidora pudiera introducir la editorial en los grandes mercados, hasta en las grandes superficies. Funcionó bastante bien. Después, cuando lo creíamos todo resuelto, aún nos encontramos con bastantes problemas. El Corte Inglés, que había vendido miles de ejemplares de Gran Hermano, se negaba en rotundo a distribuir este título. Pero sí funcionó en otras librerías más pequeñas y algunas grandes. No estaba en los escaparates, desde luego, pero estaba. En Madrid lo tenían hasta en La Casa del Libro (una de las librerías más grandes); debajo de la mesa, pero lo tenían. Y como no se vendía mal, hacían frecuentes pedidos a la distribuidora. Algunos libreros nos contaron que había quien lo pedía en voz baja, como con miedo o vergüenza”.
 

El periodista Gómez Parra hablaba, en septiembre del 2012, sobre la autora del libro (Ver  video del final): “Aunque utilizase el seudónimo de Patricia Sverlo, estaba claro que, en aquella época, se la estaba jugando. Aún hoy hablar del Rey en las leyes puede ser constitutivo de delito si la Casa Real considera que se le está deteriorando la imagen. Ella tuvo esa valentía pero sobre todo puso mucho trabajo. El libro le costó más de un año de trabajo”. Y ella misma describe el ambiente periodístico del momento: “Yo era freelance, y no pocas veces pactaba un tema con una revista. Hacía el reportaje, y luego no querían publicarlo. Me daban largas... Las revistas tenían las neveras llenas de reportajes que no se podían publicar, por no ser oportunos... Solo una vez me dijeron claramente: ‘No lo vamos a publicar. Te lo pagamos, pero lo guardamos en un cajón’. No quise y me lo llevé. Luego conseguí publicarlo en una revista que se llamaba Artículo 20 y que duró muy poco. Eran años en los que cerraban publicaciones constantemente, pero se abrían otras...  A los periodistas de toda la vida, como Gómez Parra y Andrés Sánchez, mi marido, no les dejaban apenas trabajar. No podían hacer temas serios, estaban deseando librarse de ellos...”.


Rebeca Quintans  recuerda en  Público.es  que, en aquellos años, no se podía colaborar abiertamente con ningún medio vasco. “Había muchísima presión. Te criminalizaban y te quedabas sin poder trabajar. Si yo hubiera firmado, no ya el libro, sino cualquier colaboración en la publicación de Pepe Rei, no habría vuelto a publicar en Madrid. Y también hubieran puesto en la calle a mi compañero, Andrés Sánchez, que trabajaba en Interviù (y que también colaboraba con seudónimo en Ardi Beltza). En las redacciones, el aire estaba enrarecido, incluso entre los compañeros. Por momentos, aquello parecía el nazismo. No se podía hablar. Cuando venía Pepe Rei evitaba pasearse por la calle con nadie. Madrid no era seguro. Hubo unas campañas muy agresivas. Muchos periodistas las sufrieron, porque se les ocurrió publicar algo en Gara, porque sacaron un tema de presos políticos, o porque salieron en la tele en algún acto por la libertad de expresión... Otro peligro era que entregaras un tema y que el redactor jefe te cambiara los titulares y lo que le diera la gana, sin decirte nada, dejándote con el culo al aire delante de tus fuentes. Quedabas como un fascista y no podías hacer nada. Con eso había también  grandes broncas. Fue una etapa muy fea… Pepe Rei era un genio convenciendo a los juguetes rotos de la Santa Transición de que lo mejor que podían hacer en la vida era contárselo todo a él. Los abducía. Y me puso en bandeja muchísimas entrevistas. Había que cribar, eso sí... Pero las fuentes más fructíferas sirvieron sobre todo para distinguir el grano de la paja… Estuve meses trabajando en exclusiva para el libro, gracias al apoyo de mi compañero, Andrés Sánchez, en todos los sentidos (también en el económico). Y, al final de todo el proceso, aparte de lo ya conocido, pudimos ofrecer en el libro muchas informaciones nuevas, inéditas; aunque no quise destacarlas para no poner de relieve las partes más vulnerables del libro, a efectos de una querella… Hoy, no hay periodismo de investigación propiamente dicho, en los grandes medios lo que hay es periodismo de ‘filtración’, que es muy diferente. Para el periodismo libre, todo ha cambiado muchísimo, está pasando por una evolución que todavía no ha terminado. Internet, las redes sociales, las publicaciones digitales, están abriendo muchas posibilidades. Hay muchas cosas en marcha muy interesantes. Pero hay un problema por resolver: ¿Cómo se financia? El trabajo del periodista es cada vez más precario. Se comparte mucha información gratuitamente y nadie parece dispuesto a pagar. Ni los lectores ni los empresarios de toda la vida. Y la publicidad no es una opción para la información libre, porque los anunciantes controlan los contenidos y son el sistema, el verdadero poder. El periodista no puede vivir del aire, ni asumir solo los gastos de su trabajo (luz, teléfono, viajes, invitar aunque solo sea a un café al entrevistado...). Y el resultado es que casi todo se vuelve opinión, porque es lo único que no cuesta dinero hacer”.

 
Para Rebeca Quintana, el accidente de tráfico sufrido por Pepe Rei, el 19 de agosto de 2002, y el cierre de Kale Gorria, poco después, tiró al traste con un montón de proyectos que estaban ya iniciados. “La necesidad se vio enseguida. Este rey y su familia no dejaban de ofrecernos temas nuevos. Siempre dieron mucho juego, periodísticamente hablando. Se podía uno dedicar prácticamente en exclusiva a hacerles un seguimiento y nunca te quedabas parado. Saqué algunos reportajes en Kale Gorria y, después del cierre, en publicaciones alternativas como Diagonal y El otro país. Pero dejé el periodismo –profesionalmente– hace años, y la falta de tiempo y circunstancias personales no me han permito todavía terminar ni siquiera la actualización del libro. En eso estoy, dedicándole todas mis vacaciones, y espero terminarlo de forma bastante inmediata. Alguna editorial ya mostró en alguna ocasión su interés por publicarlo, y vamos a ver qué pasa. Sí, se quedaron muchas cosas en el tintero, y la espina de no poder firmarlo con mi nombre. No por no poder presumir alguna que otra vez con los amigos... Cuando detuvieron a Pepe y cerraron la editorial fue una situación muy difícil; pero oficialmente no decían ni una palabra del libro. Fue muy duro. En fin, me gustaría ver si es cierto eso de que ya no hay censura, como hablábamos al principio, y lo puedo publicar con mi nombre, en libertad. Ya os lo contaré”.


En octubre del 2012, El diario The New York Times calculaba que la fortuna de Don Juan Carlos se elevaba a 2.300 millones de dólares, casi 1.800 millones de euros. En una amplia información publicada, el periódico neoyorquino  –que aludía  al “estilo de vida lujosa” y a la “fortuna opaca” del Rey– afirmaba que “sigue siendo un secreto cómo ha amasado su considerable riqueza personal”.  Aseguraba el rotativo que los bienes de Juan Carlos de Borbón a su llegada al trono, tras la muerte del general Francisco Franco, equivalían a “prácticamente nada”. Desde entonces, el monarca “ha trabajado duro para generar su propia fortuna personal, más allá de los 8,3 millones de euros de presupuesto anual”, en alusión a la asignación para la Casa del Rey consignada en los Presupuestos Generales del Estado, que en 2013 sólo ascendería a 7,93 millones. Fuentes del diario neoyorquino reconocían que el cálculo del patrimonio del Rey se basaban en “un promedio de cifras ya publicadas”, no en una investigación propia. “El objetivo de la información era resaltar que, cuando el Rey aparece en las listas de fortuna de los personajes más ricos, siempre alcanza una cifra muy por encima de lo que cabría suponer tomando en cuenta el presupuesto anual de la Casa Real”. Las únicas listas de fortuna en las que hasta la fecha ha aparecido Don Juan Carlos son las publicadas por la revista Eurobusiness, ya desaparecida, y el anuario Forbes. Ambas, curiosamente, coincidían prácticamente en la cifra aportada por The New York Times.

En Internet apareció el anuncio de la salida del Rey Juan Carlos I con este texto.

Desde que Ruiz-Gallardón anunció el aforamiento de la Reina y de los Príncipes, en España se han celebrado elecciones europeas, con una desafección hacia la política de casi el 55% de la población, Alfredo Pérez Rubalcaba ha hecho sus maletas y se ha  presentado la reforma constitucional como la salida más idónea para encauzar el conflicto catalán. Según opiniones recogidas del PP y del PSOE, todas estas novedades han podido ser determinantes en la decisión del Rey de precipitar su abdicación. Se dice que Rubalcaba compartió, en los últimos meses, numerosas conversaciones con el Rey sobre la idoneidad o no de su abdicación. Pero, fuentes socialistas aseguran que “no es lo mismo abordar el proceso sucesorio todavía con Alfredo al frente del partido que con un político aún desconocido, con 30 años más joven que él y condicionado por una militancia que no le haría ascos a la llegada de la República”. Un criterio que se comparte también en la dirección del PP. “Ahora –aseguran fuentes populares– el Rey cree que tiene una sucesión mínimamente ordenada en el trono porque existe una estabilidad parlamentaria sustentada por los dos grandes partidos. A la vuelta del verano, dependiendo de quien dirija entonces el PSOE, esto no lo tendría garantizado, ni tampoco el que no se destape un áspero debate parlamentario promovido por fuerzas republicanas sin los diques de contención que ahora hay en el Parlamento”. En el Congreso de los Diputados se respiró malestar por la improvisación y las prisas con las que el Rey estuvo obligando a desarrollar todo el proceso de sucesión, sin una ley Orgánica que lo articulase y sin un protocolo al que atenerse. Solo el presidente del Gobierno y el líder de la oposición conocían de antemano las intenciones del monarca, pero el calendario finalmente fijado para el anuncio pilló a todos de sorpresa, incluso, al presidente de la Cámara Baja, Jesús Posada, la tercera autoridad del Estado.


El artículo 56.3 determina que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Teóricamente, cuando Don Juan Carlos dejó de ser rey dejaría de ser inviolable. Pero el Ejecutivo niega esa posibilidad y tanto fuentes de Moncloa como los expertos jurídicos consultados cuestionan ese razonamiento. Los abogados del Estado que han redactado la ley de abdicación entienden que la cobertura de la que el rey ha disfrutado, desde 1978, no se anula porque abandone el cargo, de forma que no podrían reclamársele responsabilidades por sus actos durante su mandato. En esa misma opinión coinciden los expertos en Derecho Constitucional consultados. De cara al futuro, Moncloa afirma que la futura legislación sobre la Corona también deberá contener una disposición que explicite que el monarca sigue estando exento de responsabilidad más allá del periodo que cubre su mandato. El Gobierno pisó el acelerador para que la ley orgánica que regula el proceso de abdicación se tramitase con urgencia. En casi cuarenta años desde la restauración de la monarquía no hubo tiempo para elaborarla, tal y como la Constitución manda. Tampoco don Juan Carlos puso mucho empeño. Las prisas vinieron después. Y el vacío legal se cubrió con suma rapidez inusual. El príncipe Felipe se convirtió en el rey Felipe VI en una ceremonia en el marco de una sesión conjunta de las Cortes. No hubo invitados ilustres ni representantes de otras familias reales europeas. Justo lo contrario de lo que ocurrió con la proclamación del príncipe Guillermo de Holanda tras la abdicación de su madre, la reina Beatriz, que se convirtió en una fiesta multitudinaria, con despliegue de sangre azul, entorchados, libreas y carrozas doradas. En España se escogió la discreción y se aceleró la maquinaria legal que, antes de un mes, convirtió al príncipe en rey y a la princesa de Asturias en reina de España en tanto que la infanta Leonor recibía el tratamiento de princesa de Asturias, la primera persona en la línea de sucesión. Casi cuatro décadas después de la entronización de Don Juan Carlos, la monarquía española mudó el frontispicio de sus más altas figuras en un relevo histórico y pacífico, dentro de una normalidad democrática. Un hecho sin apenas precedentes en nuestra trágica historia.


“Un rey golpe a golpe” es, según publicaba Diario de Burgos.com el 28 de febrero del 2008, “la biografía no autorizada de Juan Carlos de Borbón. El primer intento de aproximación crítica a la figura del monarca y el mayor tabú informativo del reino. En ésta, se le presenta como un personaje atraído por el poder desde muy joven, que ha basado su trayectoria vital en salvar todo escollo que se le presentase, con el único objetivo de ser rey. Un libro muy recomendable que abre claves incómodas respecto a la interpretación oficial del intento de golpe de Estado del 23-F.  A lo largo de sus casi 400 páginas se va desgranando su vida regia de manera cronológicamente ordenada en sus 22 capítulos que no tienen desperdicio. Se desvela su implicación en el teatral golpe de Estado del 23-F, mediante su hombre de confianza, el  General Armada, su más que probable intervención en el acta fundacional de los GAL, su relación con escándalos financieros como el caso TORRAS-KIO mediante su testaferro Prado y Colón de Carvajal, el tráfico de influencias constante con el empresariado balear, Ruiz Mateos o Mario Conde, la influencia de la casa real en los mass-media o el poder político gobernante, sus escándalos sexuales con Olghina de Robiland, Bárbara Rey o Marta Gayà, entre otras. Se relatan las etapas en que ya de niño toma los primeros contactos con el poder de la España franquista y todas las tretas y conspiraciones familiares para la sucesión. Y, como colofón, el último capítulo ‘El pudridero real’ que advierte sobre el paradero futuro de este ‘simpático holgazán’ ”.


A continuación, Amadeo Martínez Inglés, un coronel del Ejército Español, publicó, en la desaparecida revista Ardi Beltza 2001, un adelanto del mismo: “Los golpes militares no se inician jamás a las seis de la tarde; las fuerzas que intervienen en un golpe militar nunca dan vivas al jefe del Estado, contra el que atentan, en el curso de su ilegal operativo; los tanques que utilizan las Unidades rebeldes comprometidas en un golpe militar siempre llevan sus “santabárbaras” a tope de munición y sus tripulaciones armadas hasta los dientes; el primer objetivo en un golpe militar es siempre, siempre, el palacio o residencia oficial del jefe de Estado; los presuntos golpistas en una acción militar contra el Estado nunca, nunca, dejan al jefe del mismo libre en su palacio y con todas sus comunicaciones con el exterior abiertas para que pueda reaccionar cómodamente contra sus enemigos; los dirigentes de un golpe militar jamás llaman por teléfono al jefe del Estado contra el que teóricamente están actuando para tratar de explicarle sus movimientos futuros y, menos todavía, para obedecer sin rechistar sus órdenes; los primeros movimientos de carros de combate en un golpe militar se dan siempre en la capital de la nación y no en la de una provincia periférica situada a más de trescientos kilómetros de distancia; los tanques rebeldes nunca, salvo que Gila ordene lo contrario, respetan los semáforos y las reglas de circulación, todo lo contrario, intentan alcanzar cuanto antes sus objetivos (palacio real o presidencial, palacio de justicia, centrales telefónicas, de radio, de televisión, banco central etc., etc.) importándoles un comino los accidentes o bajas entre la población civil. Y, por último, es absolutamente improbable que, en un golpe militar, el presunto jefe de los golpistas lleve en el bolsillo de su uniforme una lista de su futuro gobierno (para hacerla pública, si triunfa la asonada) formado curiosamente no por militares o civiles golpistas de su entorno sino por políticos pertenecientes a partidos del propio sistema contra el que se está actuando ilegalmente”.
 
 
A pesar de las responsabilidades del monarca, el coronel Martínez Inglés no cree que pase nada: “En España el rey es intocable, se le ha beatificado, es como un dios, no es humano. La Constitución, hecha por él, lo pone en un altar, no tiene responsabilidad de ninguna clase, haga lo que haga no se le pueden pedir responsabilidades penales. Está por encima de las leyes, y eso en un Estado de derecho no puede suceder. Se ha pretendido preservar la figura del jefe de Estado después de los 40 años de dictadura de Franco, para evitar, según ellos, otra guerra civil. Es un disparate. Él es el sucesor de Franco, juró los principios del franquismo y luego cambió a la democracia porque le convenía”.
 
 

"La abdicación del rey Juan Carlos –escribía, el pasado 2 de junio, Ignacio Escolar, en el artículo ‘El rey no tenía otra opción’, en Eldiario.es– es la última prueba, la definitiva, del enorme deterioro institucional que vive España. Incluso en el palacio más alto del país se rinden a una evidencia que durante años intentaron negar. No es una crisis económica. No se va a arreglar simplemente con la recuperación del PIB. Es el fin de una era, una crisis sistémica, el colapso del modelo institucional, político y territorial de la Transición, que se rompe por las costuras porque ya no aguanta más. El rey no se va por un problema de salud. Según la Casa Real, comunicó su decisión a su hijo en enero, en su 76 cumpleaños. En marzo, avisó a Mariano Rajoy y a Alfredo Pérez Rubalcaba. Desde la Zarzuela confirman que es una decisión política y que no tiene nada que ver con el resultado de las europeas; aseguran que se escogió la semana después de las urnas para que la noticia no llegase en plena campaña electoral. No se entiende entonces por qué el rey, en su último mensaje de Navidad, dijo exactamente lo contrario: su "determinacion para continuar". ¿Por qué cambió de opinión en sólo unos días? Durante meses, el rey ha estado negando en público y en privado que pensase abdicar. No solo lo dementía, sino que se resistía a ello. Más allá de la fecha en la que cambió de opinión, es evidente que la abdicación no pasaba por los planes de Juan Carlos de Borbón, y que durante bastante tiempo se negó a salir del trono como un derrotado, como un rey que perdió su inmensa popularidad entre los españoles para transformarse en un jefe del Estado hundido por sus cacerías de elefantes y por los procesos judiciales a su familia por corrupción".


“Hace mucho tiempo que una gran parte de la corte intentaba convencer a Juan Carlos de Borbón de que su renuncia era la mejor opción para que la monarquía sobreviviese. Contra la propaganda oficial, la historia demuestra que España no es, precisamente, un país de larga tradición monárquica. En los últimos dos siglos, no ha habido un solo rey que haya logrado que su nieto heredase la corona sin que, en el camino, la familia Borbón se encontrase con una república, una guerra dinástica, otra familia real, una dictadura o una guerra civil. Para aquellos que creen en la monarquía –entre los que nunca me he contado–, la abdicación en Felipe de Borbón se veía desde hace tiempo como la única salida. La duda es si esta decisión llega a tiempo: si la reforma evitará la ruptura. Felipe VI lo va a tener tan difícil como en su momento lo tuvo su padre –lo llamaban ‘Juan Carlos el breve’, y ha durado 39 años en el trono– para poder dar la vuelta a una opinión pública que cada vez es más republicana. En una democracia, un rey no puede aguantar eternamente si no tiene a la mayoría de sus súbditos a favor. Es cierto que los 39 años de reinado de Juan Carlos de Borbón han sido –si descontamos el último lustro–, el periodo de mayor prosperidad y libertad de la historia de España. Pero tampoco es que la historia de España esté llena de ejemplos de libertad y prosperidad con los que comparar. Es de un enorme servilismo o de una gran ingenuidad analizar que el mérito de esa prosperidad (hoy perdida) y de esa democracia (tan imperfecta) corresponde a una Jefatura del Estado sin poder ejecutivo”.
 

Caricatura de Haitzinger sobre el nombramiento de Juan Carlos como sucesor de Franco.

Ignacio Escolar termina con el siguiente razonamiento: "Felipe de Borbón y Grecia es alguien preparado e inteligente. Sin duda cuenta con mejor imagen que su padre, pero eso puede no bastar para frenar el deterioro de una institución que cae en picado. No tiene nada fácil recuperar el apoyo de una sociedad más abierta y con menos miedo a la involución. La restauración monárquica se construyó en España como la alternativa a la dictadura y se consolidó contra el riesgo de su regreso, con el golpe de Estado del 23F. Pero en el siglo XXI, en Europa, una institución tan anacrónica como la corona ya no se puede sujetar con la excusa de que es la única opción que garantiza la democracia en España. Hasta los monárquicos más cortesanos saben que eso, si es que alguna vez fue cierto, sin duda ya no es verdad. No hay nadie entre los republicanos que hoy plantee una alternativa a la monarquía que pase por otra cosa que no sea más democracia. ¿Qué puede haber más democrático que dejar a la gente votar? En su discurso de despedida, el rey no ha dado más razones para su abdicación que el recambio generacional. La idea clave era otra: ‘Mi hijo Felipe encarna la estabilidad’, dice el rey. En ello insistirán: ¿O nosotros o el caos’. Durante años, las élites del país han pensado que esta crisis del régimen político de la Transición era exclusivamente un problema económico: que bastaría con que el paro bajase y el PIB subiese para que las aguas volviesen a su cauce. Se equivocaron. Escogieron el inmovilismo y fue un error. Durante años han retrasado y bloqueado cualquier tipo de reforma y ahora se asoman, aterrados, al abismo de la ruptura".


Juan Carlos I, de vacaciones, entre los españoles de la tercera edad, y otros fotomontajes del momento. Dani Gove nos presenta a un Rajoy escondiendo la basura tras la bandera. Los dos Papas del momento, Francisco y Benedicto VI, frente al Mundial. No va más, y no es un juego
 



 
Erlich y su humor:






 
Asier y Javier nos muestran al Rey Juan Carlos, veraneando. Otros dibujantes de esta semana: El Roto, Peridis, Forges, Fontdevila, Vergara, Pat, Durán de Coach, A.López o Aneko…
 











Pep Roig: La justicia va por autonomías, No dejéis que los niños se acerquen a mí; Pobres abusones, Cosas del “partido de los trabajadores” y  Empacho.








Terminamos con cinco vídeos. El primero sobre Patricia Sverlo:

 

El segundo es sobre la fortuna de Juan Carlos I:



El tercero fue publicado en octubre del año 2012. Se trata de un avance de la película animada Seder-Masochism, de la productora y caricaturista Nina Pailey. También conocida por la película animada Sita Canta su Tristeza. El avance relata la historia de la Tierra Santa a través del tiempo, y cómo ha sido conquistada por varios imperios, tanto por motivos de expansión imperiales como por motivos religiosos.



En el cuarto, los militares israelíes emitieron una ofensiva contra Gaza y Hamas. Esa fue la jornada del pasado martes, 8 de julio.



El último está dedicado a todos los hermanos en Latinoamérica y España, y a toda comunidad hispanoparlantes que integran la diversidad cultural, la riqueza del lenguaje y las personas que intentaron hablar español alguna vez y no lo lograron.