19 de enero. Un vacío en mi memoria.
Fue a principios de 1984, cuando sufrí un vacío mental, en un viaje que hice a Barcelona. Después de comer con el cantante uruguayo-español, Quintín Cabrera, al que conocía y apreciaba, me eché a dormir una siesta, pues tenía sueño atrasado de varias semanas. Pero la media horita se convirtió en horas durante las que nadie conseguía desvelarme. Al de despertarme e incorporarme, al fin, una terrible amnesia había embotado mi mente. No recordaba con precisión casi nada: ni dónde estaba, ni por qué, ni a dónde me dirigía, ni los nombres y hechos más elementales de mi vida. Quintín me acompañó al aeropuerto y me ayudó a embarcar. Cuando llegué a Mallorca, bajo un agobiante e infernal estado mental que no deseo ni a mi más enconado enemigo, mi mujer me llevó hasta casa, en donde seguí embotado y con grandes dificultades para expresarme.
Enseguida, consulté con un siquiatra conocido, Nicolau Llaneras, que entonces ejercía de concejal de Cultura del Ayuntamiento de Palma, y me diagnosticó algo muy serio. Tras hacerme un encefalograma, y en un lenguaje que apenas comprendí, me dijo: “Has tenido una psicosis exógena confusa y tóxica”. Me desveló que podía haber sufrido un ictus cerebral (accidente cerebrovascular) que podía ofrecer un cuadro similar. “Como puedes ver, tiene puntas y expectativas del cuadro tóxico… Yo creo que tú bebiste mucho más de lo que dices… Predomina en ti la confusión… Todavía te queda algún pequeño elemento, alguna chispa. Y, en tu conducta, estás más apático”.
Le repetí que el día que sufrí la amnesia, bebimos, antes de comer, algo de vermut, sin abusar en ningún momento de él, cosa que Quintín Cabrera me confirmó posteriormente. Colau Llaneras me dijo que, posiblemente, esta bebida debió actuar contra mi organismo, saturado de preocupaciones. Me recomendó comer menos salado, pues tenía una tensión arterial muy elevada. “Mi impresión –concluyó– es que antes eras mucho más dinámico, más simpático y abierto. Estabas siempre en un tono más eufórico y optimista. Mientras que ahora te has convertido en una persona mucho más reservada. No es que te encuentres inhibido, pero das la impresión de que no tienes nada que decir ni qué contar”.
Enseguida, consulté con un siquiatra conocido, Nicolau Llaneras, que entonces ejercía de concejal de Cultura del Ayuntamiento de Palma, y me diagnosticó algo muy serio. Tras hacerme un encefalograma, y en un lenguaje que apenas comprendí, me dijo: “Has tenido una psicosis exógena confusa y tóxica”. Me desveló que podía haber sufrido un ictus cerebral (accidente cerebrovascular) que podía ofrecer un cuadro similar. “Como puedes ver, tiene puntas y expectativas del cuadro tóxico… Yo creo que tú bebiste mucho más de lo que dices… Predomina en ti la confusión… Todavía te queda algún pequeño elemento, alguna chispa. Y, en tu conducta, estás más apático”.
Le repetí que el día que sufrí la amnesia, bebimos, antes de comer, algo de vermut, sin abusar en ningún momento de él, cosa que Quintín Cabrera me confirmó posteriormente. Colau Llaneras me dijo que, posiblemente, esta bebida debió actuar contra mi organismo, saturado de preocupaciones. Me recomendó comer menos salado, pues tenía una tensión arterial muy elevada. “Mi impresión –concluyó– es que antes eras mucho más dinámico, más simpático y abierto. Estabas siempre en un tono más eufórico y optimista. Mientras que ahora te has convertido en una persona mucho más reservada. No es que te encuentres inhibido, pero das la impresión de que no tienes nada que decir ni qué contar”.
Me recetó unas pastillas para rebajar la tensión y me propuso que hiciera gimnasia, caminara mucho y que me alejara del alcohol, sobre todo, el destilado. Le hice caso hasta el punto de no volver a probar ni una gota. Pero mi carácter cambió radicalmente. Mi mente se había convertido en menos precisa y me costaba retener lo que había sucedido en el pasado. Había dejado de ser optimista. No me reía ante las mismas situaciones cómicas, ni mi estado, propenso antes a cierta euforia, era el mismo. No me atraían las mismas cosas de antaño e incluso llegué a rechazar unos días de relajo en el yate que mi compañero, Toni Torres, se había comprado. Me había invitado a ir a Menorca con él, y, debido a mi negativa, invitó a otros dos amigos mientras yo me quedaba, apático, en mi despacho. Evidentemente, ya no era el mismo de antes. Pero entonces ocurrió algo imprevisible. En su recorrido de vuelta de Menorca a Mallorca en su yate, Toni Torres desapareció, con sus acompañantes navegantes. Ese día el mar estaba revuelto y, faltos de experiencia, una ola debió engullirlos a todos. Y nunca más les volvieron a encontrar.
2 comentarios:
Desconozco cómo eras antes de tu "vacío mental", no lo recuerdo. Creo que yo te conocí asi, sereno (a veces), discreto, trabajador, sensible, con mucho que contar pero tal vez poco que decir.
Es curioso cómo paseamos por el parque y nos paramos a disfrutar de la música del hombre del banco con la guitarra, es curioso cómo después nos vamos y comentamos con nuestro acompañante lo bueno y lo malo, mientras aquel hombre sigue tocando para los demás ajeno a lo que gusta y lo que no. Hay visitas, no hay mensajes, ni pitos ni aplausos.
Desconozco cómo eras antes de tu "vacío mental", yo te conocí asi, así es como me gustas.
Eres un ejemplo de como después de cada hostia que nos da la vida hay que levantarse y seguir adelante. Los tiempos duros pasan pero los hombres duros quedan.
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