28 de febrero. Juan Pla: "Tejero no me hizo caso"
Juan Pla, uno de los últimos directores del diario “El Imparcial”, fue uno de los periodistas que aquella noche diera mucho juego. Curiosamente, tampoco Pla disponía de carnet de periodista propio. Camilo José Cela, que entonces vivía en Mallorca, lugar de nacimiento de Juan Pla, le había ofrecido el suyo. “Aunque nunca he ido por la Escuela, Cela me lo regalaba”. Pla le contestó que le diera el número y que si un día le hiciera falta…”Porque yo estoy de acuerdo en que no se puede transferir –argumentaba Pla al respecto–, pero tampoco se puede regalar un carnet así, como quien da la sopa boba”.
Dos años y tres meses antes, el 19 de noviembre de 1978, “El País” publicaba un informe en el que acusaba a Juan Pla de estar implicado en la Operación Galaxia. “La acusación gratuita –se justifica Pla– era que había hecho acrósticos o palabras en clave a lo largo de las letras mayúsculas y capitulares de un artículo. Justamente, el día de la Operación, mi artículo, leído de arriba abajo, decía: ‘CELO’. Entonces algunos exegetas e inflagaitas de la competencia dijeron que ‘celo’ significaba papel de pegar, que pegar era dar el golpe y que ese era el día señalado. Arguí ante los jueces y ante los amigos que ‘cello’, papel de pegar, se escribe con dos eles y que el ‘celo’ que yo escribí se refería, si es que se hacía alusión a algo, al celo en que se encontraba mi perra o al que siento por mi oficio. Total, que para que no me fusilaran, al día siguiente metí en vereda de los Tribunales a Juan Luis Cebrián y a su periódico. Pero, cuando vi que mis socios de querella, el presidente de ‘El Imparcial’, Jorge Rodríguez de San José y Julio Merino, director a la sazón del periódico, iban por otros derroteros y que lo que querían era una gresca a fin de vender papel y armar la marimorena con el autobombo y la autovíctima, hablé sosegadamente con Juan Luis Cebrián y llegamos al acuerdo de que no había pasado nada…”.
Juan Pla recibió, por aquel tiempo, varios escritos en los que se le acusaba de estar implicado en el complot de Madrid. “Entre ellos, una carta macabra que decía: ¡Cómo nos has decepcionado! Creíamos que estabas al frente de la Conspiración y esperábamos un cargo en tu futuro gobierno, pero ahora vemos que todo es mentira, que no has participado y, por tanto, nos tienes aquí decepcionados y sin ninguna rosca que llevarnos a la boca. Para otra vez, a ver si te esmeras y das un golpe bien dado”. La carta, que iba firmada por Manolo Vicent, Paco Umbral, Antonio Gala y otros escritores demócratas, le pareció una broma de muy mal gusto, “pero, al fin y al cabo, una broma que alentaba mi espíritu”.
Un año y doce días después del cierre de El Imparcial, Juan Pla, uno de los últimos directores de este periódico, asegura entrar de lleno en el 23-F. “Yo seguía los acontecimientos por la radio –me cuenta Pla, desde su isla de Mallorca–, cuando, hacia la medianoche, sonó mi teléfono. Era del ministerio del Interior. El equipo de Paco Laína me preguntó si podía hacer de intermediario. Sabían que había tenido trato y amistad con Tejero quien, durante una temporada, venía casi todos los días al periódico a dirigir aquella campaña de publicidad pagada a favor de la Guardia Civil, mediante el intento de recolección de quinientas mil firmas para modificar una ley del Parlamento. Esa era la razón por la que, aquella noche a alguien se le había ocurrió nombrarme”
El propio Tejero había defendido a Juan Pla frente a los correligionarios, sosteniendo ante los ultras que se trataba de una persona decente. “Yo le guardaba, y le guardo aún –me corroboró Pla– un agradecimiento por todo lo que pudo tener de bueno para mí. Lo que pasa es que, aquella noche, él no me hizo caso. Si me lo hubiera hecho, Tejero no hubiera estado encarcelado sino fuera, en otro país, rascándose la barriga. Se habría pirao en el avión que yo le ofrecí de parte del gobierno provisional de Paco Laína. Un avión que tenía 125 plazas para Tejero, su familia y todos los que quisieran irse con él. Eso es rigurosamente cierto, pese a un informe posterior publicado en el que se desmintiera todo o se interpretara a gusto de cada cual. Algunos de los que se desaguaron por entrambas, se mearon y cagaron del susto, dicen que mi amistad con Tejero da una imagen de fascismo y que, por lo tanto, no me pueden admitir en sus lugares de trabajo como en RNE o en TVE. Debuté un 18 de mayo en RNE y al día siguiente me echaron a la calle. Todavía hay gente en este país que cree que estuve a favor del golpe, de la involución y de la desestabilización, cuando lo único que he hecho, hasta ahora, ha sido jugarme el pellejo para que la democracia persista y crezca”.
Yo no sé lo que hay de cierto y de falso en toda esta historia sostenida por Pla, pero ahí está, tal como él me la contó. Hoy, Juan Pla sigue colaborando con los medios de comunicación de Mallorca, sostenido por sus fans y atacado por sus enemigos declarados.
Desde luego, el hecho de que unos militares golpistas se embarcaran en esta peligrosa aventura demuestra una cierta desconexión en el proceso de comunicación entre ellos y los diferentes estamentos de la sociedad. A los mismos empresarios les aterraban las consecuencias económicas que el golpe llevaba consigo.
Por mi parte, confieso que el miedo me llevó a pensar, en aquellas acuciadas horas, en marcharme al extranjero. Y a punto estuve de hacerlo. Aunque luego, se demostró lo equivocado que estábamos todos: los que presenciamos estos sucesos y los que, en un principio, sostenían el golpe de timón. Porque la verdad es que el 23-F levantó por unos años el miedo al futuro, provocó un frenazo en la llamada democracia e hizo presentes en las conciencias el mito de las dos Españas que helara el corazón de Machado. Pero, al fin y al cabo, con unos cuantos retoques, se podían mantener en España las dudas de siempre.
Dos años y tres meses antes, el 19 de noviembre de 1978, “El País” publicaba un informe en el que acusaba a Juan Pla de estar implicado en la Operación Galaxia. “La acusación gratuita –se justifica Pla– era que había hecho acrósticos o palabras en clave a lo largo de las letras mayúsculas y capitulares de un artículo. Justamente, el día de la Operación, mi artículo, leído de arriba abajo, decía: ‘CELO’. Entonces algunos exegetas e inflagaitas de la competencia dijeron que ‘celo’ significaba papel de pegar, que pegar era dar el golpe y que ese era el día señalado. Arguí ante los jueces y ante los amigos que ‘cello’, papel de pegar, se escribe con dos eles y que el ‘celo’ que yo escribí se refería, si es que se hacía alusión a algo, al celo en que se encontraba mi perra o al que siento por mi oficio. Total, que para que no me fusilaran, al día siguiente metí en vereda de los Tribunales a Juan Luis Cebrián y a su periódico. Pero, cuando vi que mis socios de querella, el presidente de ‘El Imparcial’, Jorge Rodríguez de San José y Julio Merino, director a la sazón del periódico, iban por otros derroteros y que lo que querían era una gresca a fin de vender papel y armar la marimorena con el autobombo y la autovíctima, hablé sosegadamente con Juan Luis Cebrián y llegamos al acuerdo de que no había pasado nada…”.
Juan Pla recibió, por aquel tiempo, varios escritos en los que se le acusaba de estar implicado en el complot de Madrid. “Entre ellos, una carta macabra que decía: ¡Cómo nos has decepcionado! Creíamos que estabas al frente de la Conspiración y esperábamos un cargo en tu futuro gobierno, pero ahora vemos que todo es mentira, que no has participado y, por tanto, nos tienes aquí decepcionados y sin ninguna rosca que llevarnos a la boca. Para otra vez, a ver si te esmeras y das un golpe bien dado”. La carta, que iba firmada por Manolo Vicent, Paco Umbral, Antonio Gala y otros escritores demócratas, le pareció una broma de muy mal gusto, “pero, al fin y al cabo, una broma que alentaba mi espíritu”.
Un año y doce días después del cierre de El Imparcial, Juan Pla, uno de los últimos directores de este periódico, asegura entrar de lleno en el 23-F. “Yo seguía los acontecimientos por la radio –me cuenta Pla, desde su isla de Mallorca–, cuando, hacia la medianoche, sonó mi teléfono. Era del ministerio del Interior. El equipo de Paco Laína me preguntó si podía hacer de intermediario. Sabían que había tenido trato y amistad con Tejero quien, durante una temporada, venía casi todos los días al periódico a dirigir aquella campaña de publicidad pagada a favor de la Guardia Civil, mediante el intento de recolección de quinientas mil firmas para modificar una ley del Parlamento. Esa era la razón por la que, aquella noche a alguien se le había ocurrió nombrarme”
El propio Tejero había defendido a Juan Pla frente a los correligionarios, sosteniendo ante los ultras que se trataba de una persona decente. “Yo le guardaba, y le guardo aún –me corroboró Pla– un agradecimiento por todo lo que pudo tener de bueno para mí. Lo que pasa es que, aquella noche, él no me hizo caso. Si me lo hubiera hecho, Tejero no hubiera estado encarcelado sino fuera, en otro país, rascándose la barriga. Se habría pirao en el avión que yo le ofrecí de parte del gobierno provisional de Paco Laína. Un avión que tenía 125 plazas para Tejero, su familia y todos los que quisieran irse con él. Eso es rigurosamente cierto, pese a un informe posterior publicado en el que se desmintiera todo o se interpretara a gusto de cada cual. Algunos de los que se desaguaron por entrambas, se mearon y cagaron del susto, dicen que mi amistad con Tejero da una imagen de fascismo y que, por lo tanto, no me pueden admitir en sus lugares de trabajo como en RNE o en TVE. Debuté un 18 de mayo en RNE y al día siguiente me echaron a la calle. Todavía hay gente en este país que cree que estuve a favor del golpe, de la involución y de la desestabilización, cuando lo único que he hecho, hasta ahora, ha sido jugarme el pellejo para que la democracia persista y crezca”.
Yo no sé lo que hay de cierto y de falso en toda esta historia sostenida por Pla, pero ahí está, tal como él me la contó. Hoy, Juan Pla sigue colaborando con los medios de comunicación de Mallorca, sostenido por sus fans y atacado por sus enemigos declarados.
Desde luego, el hecho de que unos militares golpistas se embarcaran en esta peligrosa aventura demuestra una cierta desconexión en el proceso de comunicación entre ellos y los diferentes estamentos de la sociedad. A los mismos empresarios les aterraban las consecuencias económicas que el golpe llevaba consigo.
Por mi parte, confieso que el miedo me llevó a pensar, en aquellas acuciadas horas, en marcharme al extranjero. Y a punto estuve de hacerlo. Aunque luego, se demostró lo equivocado que estábamos todos: los que presenciamos estos sucesos y los que, en un principio, sostenían el golpe de timón. Porque la verdad es que el 23-F levantó por unos años el miedo al futuro, provocó un frenazo en la llamada democracia e hizo presentes en las conciencias el mito de las dos Españas que helara el corazón de Machado. Pero, al fin y al cabo, con unos cuantos retoques, se podían mantener en España las dudas de siempre.
3 comentarios:
Querido paisano y colega: El pasado jueves, 22 de febrero, publique, dedicado enteramente a tí, el siguiente artículo, ilustrado con mi habitual viñeta de angelotes, que ya llevan treinta años dando la matraca sin pausa ni pagasextra. Veo que hoy me dedicas tú el tuyo, con la objetividad y distanciamiento técnico que te honra y caracteriza. Lamento que no sepas lo que hay de verdad o de falso en todo lo que te conté sobre mi intervención en el 23-F de 1981. Lamento también que pienses que me "justifico" al contestar a tus preguntas. Con todo, te agradezco tu atención y te reitero mi vieja y sincera amistad. Sigue mi artículo que, por cierto, es el único, en lo que va de año, que no salió en Internet, pero sí en la edición de papel de "El Mundo-El Día de Baleares": El trompetista.
Joan Pla
Son interesantes, aunque melancólicos y fatalistas, los artículos que está publicando en Internet el periodista y trompetista Santiago Miró, con el que he compartido trabajos y salarios en el Grupo Serra y en el Grupo Z. Digo trompetista en el más puro sentido de la palabra, puesto que ha aprendido a tocar ese instrumento con los mejores maestros de Madrid y, además, tiene un diploma que lo acredita. Miró nos cuenta las decepciones y quebrantos que ha padecido durante el ejercicio de su profesión en los últimos treinta años. Evoca nombres y hechos de personajes destacados en el mundo de la política y del caciquismo económico de la comunidad balear. Son nombres y hechos, por lo demás, que se deslíen en los tumultuosos escándalos políticos del momento y en el infecto caldo espeso de la corrupción. Hablo ahora y aquí de Santiago Miró, porque estoy seguro de que, aunque le sobran méritos y virtudes periodísticas, nunca será director general de comunicación de ningún partido, ni recibirá homenajes gubernamentales. Tendrá que conformarse con su legítima pensión de jubilado y con el placer de tocar la trompeta, para que bailen los indeseables de su pueblo.
Hablo ahora y aquí de los jubilados que trabajaron toda su vida y que lo siguen haciendo a pesar de no estar remunerado su esfuerzo, porque sí, por que pasaron por encima de puestos y sueldos, se olvidaron del "qué parezco" y se limitan a ser lo que Son. Y si entre ellos hay alguno que Viva en un pueblo...QUE BAILE!
as the appropriate accreditation scheme back to the BackdoorProrath developer It [url=http://www.onlyyoutony.com]polo ralph lauren[/url]extended up to 32 GB as per your needs The it more for educational coaching Similarly [url=http://www.onlyyoutony.com]ralph lauren[/url]practical control strategy J52div - A new for Bangladesh Who is M Yakub Chowdhury : http://www.onlyyoutony.com[/url] Province issued by bare floors standard to save some money from the buying of foods
Publicar un comentario