Wert: 300 días en el paraíso.
La nueva vida de Wert y Gomendio, en el paraíso de París.
Mientras el proceso
electoral recomienza en nuestro país, cargado de dudas, en Francia, un ex
ministro español de Educación como José Ignacio Wert disfruta de una vida
nueva, lejos de la España que protestó y se rebeló contra sus medidas. Sus
ventajas por haber aceptado ser parapeto de Rajoy son ahora rentables: gana un
sueldo de casi 10.000 euros mensuales y disfruta de un puesto de mucho vestir y
poco estrés, al ser embajador ante la OCDE. Allí, en el número 22 de la
parisina Avenue Marceau, sueña Wert con un mundo feliz junto a su amor,
espléndidamente colocada, como directora adjunta de Educación en la misma
empresa, la OCDE, viviendo en un palacete que les pagan los españoles como
residencia oficial, por la que el Estado gasta sin reparos 11.000 euros
mensuales, y pone chófer y servicio aparte.
“Quizás –comenta
Francisco Medina, en ElPlural.com–, hasta le dé un escalofrío pensando en que
puede perder eso, porque ya se debe haber más que acostumbrado. Y es que acaban
de cumplirse 300 días desde que Mariano Rajoy diseñó esa vida para José Ignacio
Wert junto a su Montserrat Gomendio, ex secretaria de Estado para la Educación.
Era el pago por haberle hecho la LOMCE. Y por haber sido el ministro peor
valorado por los españoles, CIS tras CIS. Al fin y al cabo, todo lo que le zurraban
a Wert, Rajoy se lo evitaba. Resulta más difícil imaginarse a Wert preocupado
por la insistencia de todos los grupos de la oposición, comprometiéndose a
derogar como medida primera (o segunda, que para eso está también la Reforma
Laboral esperando) su ley, la que a él, quizás sea comprensible, tanto le
molestaba que se denominara precisamente Ley Wert”.
El 24 de junio de 2015,
Wert dejaba su cargo de ministro, a petición propia, a la altura del betún.
Pero Rajoy le compensó, nombrándole embajador ante la OCDE, en París, donde
residía su esposa. Ahora, abrigado en el lujo y en una residencia de 500 metros
cuadrados, José Ignacio Wert sueña con un mundo feliz, arropado en su cómoda vida
en el paraíso, mientras España, pese a sus recortes y sacrificios, sigue
pagando con los ojos cerrados ese puesto en la OCDE, la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos cuyo objetivo es coordinar sus políticas
económicas y sociales. Ahí, treinta y cuatro representantes de los Estados se
reúnen para “intercambiar información y armonizar políticas con el objetivo de
maximizar su crecimiento económico y colaborar a su desarrollo y al de los
países no miembros”. Un “club de los países ricos” que, en 2007, proporcionaban
al mundo el 70 % del mercado mundial y representaban el 80 % del PNB mundial. ¿Valió
o no la pena ser el blanco de todos durante cuatro años? Wert no lo duda.
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